MENÚS DE CINE

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Codornices con pétalos de rosa en Como agua para chocolate (Alfonso Arau, 1992), gnocchi de Sofia Loren en Matrimonio a la Italiana (Vittorio de Sica, 1964), stracotto alla piamontesa en Il Padrino (Francis Ford Coppola, 1974), sopa de tortuga en El festín de Babette (Gabriel Axel, 1987)…

Desde aquella primera escena gastronómica de la historia del cine en La quimera del oro (1925), en la que CharIes Chaplin se come su propia bota con cuchillo y tenedor como si se tratara del manjar más exquisito, la gran pantalla no ha dejado nunca de deleitarse en el arte culinario. A veces como simple atrezzo visual, otras como eje de toda la historia, los ingredientes, las preparaciones y las conversaciones alrededor de una comida han contribuido en buena parte al descubrimiento de costumbres culinarias, platos exóticos y cocinas lejanas por parte del público general. Del cine aprendimos a pedir un dry martini como James Bond o a distinguir el bourbon del whisky. Incluso hay quien descubrió los efectos afrodisiacos del cacao gracias a los maravillosos bombones de Juliette Binoche en Chocolat (Lasse Hallström, 2000).
 

En definitiva, junto al amor, el misterio y la acción, la comida también forma parte de la propia vida y, como tal, desde el cine oriental hasta el norteamericano la han tratado a través de cuidados planos de guisos en pleno chup chup, de hornos que se abren dejando ver tentadores pavos dorados, de cortes propios del mejor de los cocineros, de coloridas verduras, de copas rebosantes de champagne a media luz o de carnes frescas a punto de someterse a adobos espectaculares. He aquí algunos ejemplos de usos sabrosos y bien sazonados por magistrales cineastas convenientemente ayudados por excelentes home economists y directores de fotografía. // María José López Vilalta, ‘La Morocha’

Seis películas para chuparse los dedos
Platos, cucharas y ¡acción!
CineGourland, primer festival internacional de cine y gastronomía.