Ludovico Einaudi
Ludovico Einaudi
“Divenire”
(Decca / Universal)
www.ludovicoeinaudi.com
Repetir el cómo sin entender el por qué es la fórmula que más se estila en la música actual. Desde que a unos pocos popes el éxito les rió las gracias a un invento intelectual con pretensiones de culto, otros alumnos menos aventajados han ido detrás, imitando las formas hasta el hastío. Eso es lo que le ha pasado al techno serio –que hace del ambient puro sopor–, al mestizaje pop –juntando al buen tuntún músicas y lenguajes que pegan tan bien como la nata y las anchoas– y al pobre y merecidamente denostado minimalismo. El de Ludovico Einaudi es del tipo simplón, más tendente al preciosismo edulcorado que al desarrollo de un apoyo rítmico –como por ejemplo sí procuran Philip Glass, Wim Mertens o el primer Michael Nyman–. Surgido de un encargo para el Festival de Sonidos Dolomitas de hace ya un lustro, este solitario tour de force entre Einaudi y la paciencia del oyente es un fallido intento por aguantar hasta una hora y cuarto de piano a pelo –amén de cierto loop pasajero, el acompañamiento crudo de un violonchelo esporádico y la Filarmónica de Liverpool bajo la dirección orquestal de Robert Ziegler–. Vano esfuerzo, sin embargo, el de este integrante de la banda de Rodrigo Leao: la austeridad de los arreglos, la monotonía melódica y la (a veces excesiva) duración de los temas son factores que terminan por archivar el producto en el cajón de las músicas de fondo. Pese a algún leve y fugaz subidón en los crescendos de las cuerdas –en L'origine nascosta y Primavera– y el bonito solo final de Marco Decimo, el devenir que propone el título genérico del disco resulta a todas luces tan calmo que parece no fluir casi nunca. Nada peor para un jardín que regarlo con agua estancada. // Iván Sánchez Moreno