Haig Yazdjian

yH5BAEAAAAALAAAAAABAAEAAAIBRAA7 - Haig YazdjianHaig Yazdjian

Festival de Guitarra de Barcelona

Bikini, Barcelona.
15 de mayo de 2008


El concierto que Haig Yazdjian protagonizó en la bailonga sala Bikini podría caracterizarse por ser una perfecta asimetría de dos concepciones estilísticas plasmadas en el interior de un mismo grupo. O, tal vez, sería una ecuación en donde el orden de los factores si que afecta al producto. A mayor acentuación del planteamiento étnico, folclórico y de raíz, de la música que ofrece el artista, mayor desenfoque de la propuesta a causa del exceso de instrumentación eléctrica y sonora. Por contra, en el otro campo, el de la incógnita “x”, a mayor aproximación a la fusión de jazz-rock con las sonoridades orientales, y con los mismos instrumentos, mayor capacidad de sorpresa. En esa diatriba se movió el concierto de Yazdjian, un artista de origen armenio, nacido en Siria, y de cultura griega, en la que ha desarrollado su estilo musical y en donde ha colaborado con artistas como Eleftheria Arvanitaki o Iorgos Dalaras. En ese “entre dos aguas” se desarrolló el espectáculo, con momentos de bastante interés y otros de mayor reiteración.
Yazdjian se presentaba por primera vez –si la memoria no me falla–  en Barcelona ante un pequeño grupo de asistentes que se dieron cita en Bikini. Traía bajo el brazo su último disco con nomenclatura vasca: Amalur, que significa “madre tierra”. Acompañado, de su oud, el laúd árabe, y otro ejemplar, de pelaje eléctrico, Haig se dedicó a tocar, con sinceridad y mucha artesanía, pero sin demasiadas muestras de emoción y éxtasis. De igual forma procedió con la actuación. Si musicalmente sonó bien, comunicativamente dejó bastante que desear. Con algunos welcome, gracias y thankyous, presentó a sus compañeros de formación, pero nos dejó con las ganas de conocer el origen de los temas que interpretó, porque prácticamente no hizo ningún comentario. Mientras tanto, la formación sonaba impecable, pero quizás excesiva. El teclado de Vangelis Karipis rellenaba cualquier resquicio de silencio o de vuelta a los orígenes, y la batería resplandecía en competencia con el buen hacer de Themis Nikoloudis tocando la percusión.
Sin entender una palabra, sin tener explicaciones, y sin apreciar las características personales del tímido cantante y músico, el concierto plasmó sonrisas en los rostros y quizá peso en los pensamientos. La banda de Haig Yazdjian mostró su peculiar estilo de entender la música tradicional, pero como decíamos al principio, con cierta indefinición, o quizás con una doble definición, lo cual sorprende. La voz de Haig se muestra bella y dulce y encaja perfectamente con el laúd, con la sobriedad, y con la aparente melancolía de sus temas más terrenales, pero el exceso de batería y teclado lo deslucen. Al mismo tiempo, y sobre todo, en la última parte de la actuación, con laúd eléctrico y con la banda perfectamente engrasada y afinada, casi emulando a los mejores Weather Report, el sexteto evolucionaba por viñedos abonados con jazz y rock, en donde melodías, ritmos y energía abrían la puerta a nuevas percepciones. Con toda esa mixtura de especies sonoras, Yazdjian puede jugar con una personalidad u otra, dependiendo del día o del momento, y el público, a su vez, también puede disfrutar de una auténtica oferta de dos por uno. Simplemente es cuestión de gustos // Antonio Álvarez