Eduardo Paniagua vs. Leonardo da Vinci
Eduardo Paniagua
“L’amore mi fa sollazar” Pneuma, 2011
Leonardo da Vinci (1452-1519) representa todos los valores intelectuales y humanos del Renacimiento europeo. Genio polivalente –pintor, escultor, inventor, músico, orfebre, filósofo, científico y poeta, entre otras labores– fue además un consumado luthier. Sus investigaciones sobre acústica y técnica instrumental le llevaron a experimentar con el órgano de mano (antecedente del acordeón ¡que se le adelantó 350 años!), la viola organista y la lyra da braccio con forma de cráneo de caballo, que gustaba de tocar entre sus amigos en fiestas y ceremonias íntimas. Eduardo Paniagua mandó reconstruir estos particulares instrumentos para reinterpretar algunas de las músicas contemporáneas de Leonardo junto a los integrantes del ensemble Música Antigua, compuesto por vihuelas, laúdes, panderos y violas da gamba.
Así, sobre los propios dibujos del artista que se conservan, Akio Obuchi (en Japón), Abel García López (de Paracho, en México) y Joaquín Lois (en Tordesillas, Valladolid) recuperaron los sonidos leonardescos con prototipos sintéticos en la actualidad. Ya antes los modelos originales habían servido de inspiración para los clavecines de Hans Hayden (1536-1613) y Michael Praetorius (1571-1621), dotados de una sonoridad similar a las de un conjunto de violas. Sin embargo, el talento de Leonardo también se extendió hacia otras familias musicales, como los instrumentos de percusión y viento, explorando toques de campanas y yunques, chorros de agua, vibraciones de vidrio, así como diversas afinaciones para flauta, parches para tambores y hasta cuerdas frotadas por teclado y sistemas de órganos de tubos que imitaban la voz humana. Basándose en las teorías sobre proporciones armónicas de Pitágoras y los tratados musicales de colegas como Franchino Gaffori y Ramos de Pareja, Leonardo compuso su hoy perdido libro Sobre los instrumentos musicales. Su biógrafo Vasari subraya el alto aprecio que de él tenían otros músicos de la época como Josquin des Prez, Joanambrosio Dalza, Henricus Isaac, Alexander Agricola y el citado Gaffori, además de ser un cotizado escenógrafo de espectáculos teatrales en los que siempre provocaba el impacto del público con sus ingeniosos efectos de tramoya, telones y trampillas secretas que dinamizaban los cambios de decorado.
L’amore mi fa sollazar –anagrama acertijo con que Leonardo juega con la escala de las notas musicales: re, mi, fa, sol, la…– reúne veinte piezas breves comprendidas entre los siglos XV y XVI. No sólo se contemplan muestras de los amigos de Leonardo citados arriba, sino también otros de renombre que sin duda recogieron su influencia o que eran de su agrado, como Johannes Tinctoris (reputado musicoterapeuta que desarrolló un método para combatir los males del tarantelismo), el díscolo Bartolomeo Tromboncino (asesino de su infiel esposa y músico personal de la enloquecida Lucrecia Borgia), Lorenzo il Magnífico (del que se ha escogido una canción paródica que los miembros del coro solían interpretar disfrazados de mujeres casquivanas) y los españoles Luis de Milán, Gabriel Mena, Juan del Enzina y Diego Ortiz Toledano.
La mimada edición del sello Pneuma añade un extenso libreto explicativo de las técnicas leonardescas, del proceso de reconstrucción instrumental y del repertorio escogido, con unas pocas líneas sobre la vida de los autores y los textos de sus canciones. Sólo por los hermosos versos de L’amor, donna, chio te porto, Inhospitas per alpes, Madonna per voi ardo o Non val acqua ya vale la pena atesorar esta joyita, sin contar las ilustraciones del homenajeado: desde La dama del armiño de la portada hasta los extractos de los Códices del Museo Británico, la Biblioteca Nacional de Madrid y la Ambrosiana de Milán que orlan las páginas interiores. www.pneumapaniagua.es | Relacionados | Iván Sánchez Moreno