Babel Ruiz Quinteto

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Babel Ruiz Quinteto
«Vuelvo a África» | «Songs»  Hard Trumpet, 2012

No hace falta que Babel Ruíz regrese a la tierra promisoria en la que nació el jazz y el blues. Entre otras cosas porque su ascendencia ceutí ratifica unos genes musicales, en los que sus planeos y scats vocales, le hacen moverse con la agilidad de una leona en la sabana. Su timbre de voz sensual y amable, con cierto deje aflamencado como la Mari, de Chambao, o Marina «La canillas», de Ojos de Brujo, hace que sus cuerdas vocales sean acreedoras de una personalidad rotunda. Al escuchar Go out, ya se deja ver esa característica seña de identidad que recuerda en cierta forma y salvando las distancias y las comparaciones, que nunca son buenas compañeras, al universo buñueliano de Albert Plá (algo que se palpa sobre todo en el tema La niña y el roble, y más concretamente en el apartado letrístico en general). Un mundo único en el que Babel estruja las palabras como si fueran papel de estraza, para luego moldearlas a su antojo con la elasticidad de la plastelina. Su impostura de trapecista lanzándose al vacío queda arropada certeramente por una formación que empasta a la perfección, creando un bloque único de música y voz, en el que nadie toma la batuta por encima de los demás. El contrabajo de Héctor Rojo, las guitarras de Israel Sandoval y Guillermo Arrom, así como la batería de Noah Shaye, impregnan de una aire smooth e intimista el tono general en el que evoluciona el disco, quitando ese encofrado rítmico que envuelve la poderosa rítmica de Vuelvo a África, o la nerviosa partitura de Los reyes del mango. En las guitarras se aprecia la elegancia a lo Pat Metheny y el magisterio de monstruos como West Montgomery o John Scofield. El contrabajo se mueve con mesura y contención. Y la batería picotea en los platos venenosamente como si las baquetas fueran la prolongación del aguijón de una avispa. Babel Ruíz tiene un manejo del lenguaje muy suyo, y sienta cátedra como otro rara-avis de nuestra canción: el roquero Rosendo. Quizás donde más se explaya líricamente es en el juguetón swing de Los reyes del mango, con unos versos que noquean por su rabiosa actualidad: «Tal vez de tanto sacar el pecho les asfixie todo el peso de la grave autoridad por eso compran más trajes, más corbatas y andamiajes, y cargan con equipajes rebosantes que agasajen a otros grandes, repeinados y elegantes». El disco tiene como broche Soledad, un tema de lo más nocturno y espectral, con ecos de ese gran guitarrista que es Bill Frisell, con los efectos reverberantes de las guitarras, y en el que el bajo de Héctor Rojo digita con la genialidad de un Charlie Haden de aquí al lado.

En el caso de Songs, el otro trabajo que nos ocupa, y haciendo gala de la máxima de Bill Evans de «no basta con crar música, hay que vivir con ella», Babel opta por meterse en la piel de otros grandes crooners y cantantes no estrictamente de jazz. Así con un plantel de músicos diferente al de Vuelvo a África aunque en coincidencia con los mentados líneas arriba según el tema, ataca standards como Nature boy de Eden Ahbez, Garota de Ipanema de Antonio Carlos Jobim, China boy de Dick Winfree y Phil Boutelje, Wonderful de George e Ira Gershwin, o la cinemática Moon River de Henry Mancini, alternadas con material pop de la talla de Every breath you take de The Police, Wonderwall de Oasis, o el clásico bolero Sabor a mí de Alvaro Carrillo. La etérea y pizpireta voz de Babel, unida en ocasiones a unos arreglos musicales que se escapan a lo obvio, dan cuenta del buen gusto y el tremendo calado de su rocosa y magnífica formación. + Info l Relacionados l Miguel Ángel Sánchez Gárate