Afroturco

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Estambul (Turquía), Nardis Jazz Club
7 de mayo de 2007

Esa última noche estambulí acabó siendo aún más especial que las anteriores: relámpagos sobre el Bósforo, nuevas amistades que cultivar y un concierto poco habitual por aquellos pagos. Fue Lari Dilmen, uno de los componentes del grupo Techno Roman Project, quien nos puso sobre la pista: el tañedor de kora Lamine Konte, griot senegalés residente en París, estaba en la epatante capital turca para compartir experiencias con el reputado percusionista Okay Temiz, el propio Dilmen y el joven saxofonista Sami Altindag. El lugar: la emblemática sala Nardis Jazz Club (www.nardisjazz.com), prácticamente al pie de la Torre de Galata. Demasiados dulces sobre la mesa para desperdiciar tal oportunidad. Además, a Konte le acompañaba un percusionista senegalés que se encargó del djembe. Y aún se sumaría a la fiesta Onder Focan, uno de los más populares guitarristas turcos de jazz y dueño del local. Pero el encuentro, como tal, no llegó a producirse. Los tres músicos turcos se adaptaron a la cadencia de las hermosas canciones del griot senegalés, aunque nunca consiguieron conectarse de forma total ni liberar todo su potencial sobre ellas. Es cierto que el idioma de la música supera todas las fronteras, pero también es necesaria una conexión entre quienes la quieren compartir y transmitir. Como si fuera una premonición, como si revelara cierta disonancia entre los músicos, Konte comentó con evidente enojo durante las pruebas de sonido: “con la kora no se toca reggae”. ¡Qué bueno! No creo que Toumani Diabaté piense lo mismo… Pero volvamos a la noche. Cabe decir que sobre el escenario nunca coincidieron las cuerdas de Konte y de Focan. Así que cuando el senegalés se bajó y se reunieron los cuatro turcos, la temperatura subió bastantes grados si de lo que se trataba era de comunicarse a través de la estética del jazz (signifique lo que signifique tal afirmación). Temiz dejó las congas y los timbales, se colocó en el centro del escenario y fue desarrollando, ora con una kalimba, ora con un berimbau modificado, repetitivas melodías percusivas sobre las que el saxofón de Altindag y la guitarra de Focan buscaron y encontraron destellos de gran calidad, siempre con el apoyo de Dilmen en una segunda línea de percusión, orgánica o electrónica según convenía. Así que tuvimos dos conciertos en uno: la fragilidad del griot africano y la contundencia de los jazzmen. Desde luego, Estambul nos regaló unos recuerdos preciosos en ese último suspiro. // Jordi Urpi (texto) – Juan Miguel Morales (foto)