Zaracundé

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Festival Hamaques

Sala Sandaru, Barcelona. 18 de diciembre de 2015

El recital de Zaracundé, aparte del aspecto musical del mismo, estaba cargado de didactismo, y, especialmente para nosotros, de descubrimientos. Panamá es de aquellos países que nos parece conocer y, al menos desde el punto de vista folclórico, descubrimos que conocemos muy poco, por no decir casi nada. Un país en el que se hablan hasta diecinueve lenguas, con una superficie algo más del doble de Catalunya para unos cuatro millones de habitantes repartidos entre 9 provincias. Una franja ístmica situada entre Colombia y Costa Rica, con costas a los dos océanos, el Atlántico y el Pacífico. Y poseedor de un folclore variadísimo, como pudimos comprobar la otra noche.

Presentó el concierto Pedro Strukejl, director del festival Hamaques, una iniciativa de la Casa América que, durante todo el año, llena de músicas latinas la ciudad de Barcelona. Tras él, Valentina Sousa nos cantó una Nana Dole, en kuna unos de los idiomas oficiales indígenas, acompañada por la flauta de Felipe Muñoz y enlazándolo con un relato y una Danza Dole, sobre la creación de la Tierra.

A partir de ese momento se fueron sucediendo las canciones con las explicaciones que de cada una de ellas iba dando de forma absolutamente didáctica la propia Valentina Sousa, además de cantar, y bailar algún tema comentando, reseñando sus características y la procedencia folclórica. Junto a ella, alma mater del grupo, participaban en el recital, la percusionista Flor Inza,  la magnífica e incansable bailarina Carolina García Gómez ―hasta ocho cambios de vestuario ofreció esa noche―, y el citado Felipe Muñoz a las flautas y las percusiones.

Así escuchamos y vimos bailes afrodarienitas, y canciones como Yo soy negra del Darién; bullarengues como Que me voy, con la bailarina vestida de parejo, de hombre, donde hablan de aquellos que llegan de trabajar y quieren, en el baile, besar a las mujeres; de la cultura afro colonial del Caribe, como se la llama en Panamá, cuna de la tradición congo, que en un momento determinado empezaron a teatralizar la cultura de sus amos colonizadores y crearon unos personajes, entre los que estaba La Reina Congo, que nos representó Carolina García Gómez en el baile, con un precioso vestido y los complementos correspondientes a tan alto personaje de la realeza, siguiendo con sus movimientos el tema Debajo de un palo e mango.

Arroz con almeja y coco, una canción con un trasfondo lleno de picardía, daba paso a El Diablo Tun Tun, dentro de la tradición, muy interesante, de los diablos. Esas culturas africanas a las que les quitaron sus tradiciones, su religión, todo, celebraban unas fiestas en las que los diablos van por las calles pegando a todos, hasta que los ángeles los dominan, como un triunfo del cristianismo. Pero en realidad, los diablos eran los amos, el mal, para la comunidad negra, y eran ellos los que derrotaban al amo. Aquí la bailarina se nos presentó con un disfraz de diablo como los que se utilizan en sus fiestas.yH5BAEAAAAALAAAAAABAAEAAAIBRAA7 - Zaracundé

Luego se trasladaban al folclore del interior, lugares con mucho más mestizaje, con elementos indígenas, europeos, africanos, donde en algunas zonas aún existe un carácter cooperativo y cuyo folclore, de alguna forma, ha sido el más popular de Panamá. Con una pollera tumba hombres apareció Carolina García Gómez en escena para interpretar un baile sobe el tema Tambores de Faena. Viajar a la mar, con un endiablado ritmo 6/8, el del tambor corrido, y con la bailarina adornando su pelo con los tembleques, unas flores hechas artesanalmente que se mueven, de forma muy delicada, al compás de la música, era el tema que daba paso al final del espectáculo con la canción que da nombre al grupo, Zaracundé. También de la zona del interior, este baile único, un baile negro que narra la historia de Mamá Grandé que se escapa de sus amos con sus numerosísimos hijos; un baile muy africano, con Carolina García Gómez vestida para la ocasión con un chaleco de piel y unas telas que la cubrían las piernas, y haciendo unos movimientos muy marcados.

Como regalo final, tras los entusiastas aplausos de los asistentes, Valentina Sousa nos cantó una canción de Ruben Blades, una de las más bonitas y con un significado más adecuado con todo lo que acabábamos de presenciar: Patria, ese tema en el que el autor recorre su país nombrando todo lo bello que en él encuentra. La interpretación de la cantante con el acompañamiento exclusivo, como en casi todo el recital de esos tambores de evocaciones africanas, puso un broche final perfecto al recital.

Valentina Sousa y sus acompañantes, nos dejaron con una triple sensación. Por un lado nos ayudaron a descubrir unas músicas para muchos inéditas. Por otro, nos crearon la inquietud de investigar sobre el folclore de ese país, y, por extensión, de otros muchos de la América Latina que desconocemos, una labor que festivales como Hamaques nos facilita. Por último, la sensación de haber asistido a un recital que, seguro, va a tener continuación y que vamos a poder seguir en otras salas, por la incuestionable calidad de los todos integrantes del grupo, y por lo acertado de la propuesta que Zaracundé nos ofreció la otra noche. +Info | RelacionadosTexto y Fotos: Federico Francesch | DESAFINADO RADIO