Vinicio Capossela

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Vinicio Capossela

La Pedrera, Barcelona.
12 de diciembre de 2013

A veces, la voz del cantautor gana enteros cuando se hace acompañar por un fiel escudero tañendo las cuerdas. Es el caso de Tom Waits y Marc Ribot; de Leonard Cohen y Javier Mas; de Marina Rossell y Eduard Iniesta. Y es, también, el caso de Vinicio Capossela y Manolis Pappos. De la alianza entre ambos músicos ha surgido un disco como Rebetiko Gymnastas (Warner Music, 2012), un extraño híbrido en el que el italiano revisa su propia obra bajo el prisma del estilo rebétyko griego.

Es éste un género popular que se cuece a fuego lento entre varias de las crisis sufridas en tierras helénicas durante el pasado siglo XX y principios del siguiente: el crack de 1929, el largo período de posguerra, la crisis del petróleo en los años ’70, la que azota hoy al país hasta el suicidio público en la ateniense plaza Syntagma… Se trata, todas ellas, de crisis en las que se anteponen a las personas los intereses del mercado y la política internacional. Nacida como voz rebelde y contestataria contra las fuerzas represoras del gobierno de turno, el rebétyko fue a menudo perseguido y censurado, prueba más que evidente de su enorme poder social, más allá de su valor estético. En efecto, el rebétyko es más que una forma musical: es un estilo de vida, una filosofía amoral y algo anárquica, generalmente asociado a un sentimiento de malestar existencial (como el fado, el tango, el blues, el cante jondo o la morna de la que bebe bastamente, como bien apunta el propio Capossela).

Así nos lo hizo saber generosamente a los asistentes al estreno español de Indebito (2013), film documental dirigido por Andrea Segre y conducido por el mismo Capossela. En dicha obra descubren y exploran los orígenes, las características y el ambiente marginal del rebétyko griego. Como postre, Capossela y su nueva banda interpretaron parte de su banda sonora en directo. Fue el colofón inaugural de la II Mostra de cine italiano que tuvo lugar en un marco tan extraordinario como La Pedrera de Antoni Gaudí, en pleno núcleo turístico de Barcelona.

Lo que inicialmente no iba a ocupar más de 45 minutos se extendió al final una hora y media. Arropado por el citado Pappos, además de los músicos Konstantinos Chatziiordanou, Vasilis Massalas y Angelos Polychronou –repartiéndose bouzouki, baglamas, piano, acordeón, percusión y guitarra acústica–, Capossela fue introduciendo cada una de las piezas que completó la docena total del programa escogido. Abrió con el Contratto per Karelias, única repesca de Canzoni a manovella (East West / Warner Music, 2000), siguió con Non é l’amore che va via y Scivola vai via, y cerró con un bis muy bien defendido en castellano: el Bolero de las simples cosas, célebre hit de la gran Chavela Vargas.

La elección no respondía a un mero capricho autocomplaciente, sino al objeto de subrayar las similitudes entre el rebétyko y ciertos géneros populares de otras latitudes, sobre todo las músicas portuarias por ser las primeras en adoptar y absorber a su manera los nuevos estilos recién llegados a tierra, así como también las primeras en ser exportadas a otras regiones en cuanto se embarcan con rumbo incierto hacia nuevas esperanzas por explotar. El lamento de Morna, por ejemplo –incluida en L’indispensabile (East West / Warner Music, 2003)– navegaba precisamente por esas prolíficas aguas de la nostalgia que trae consigo el éxodo; y precisamente por eso Capossela terminó fundiendo el eco de las últimas notas del piano con el rumor de mar que imitó con sus propios suspiros.

Entremedias, cantó una particular versión de Fabrizio de Andrè (Quello che non ho) y se atrevió a chapurrear el griego en Indisciplinata, remake de la tradicional Ataktis de Markos Vamvakaris que Capossela interpretó al alimón con Manolis Pappos. Éste se lució en los momentos solistas así como intercambiando líneas de diálogo instrumental con el resto del grupo. De la mitad de su repertorio, cabe destacar Primo Ministro, vieja canción del mencionado Vamvakaris que habla sobre el cínico deseo de desempeñar tal cargo político para no hacer nada, cobrar mucho, y comer y beber hasta reventar. Pero, ay, luego el estribillo advierte que, por suerte, todos los que fueron primeros ministros morirán irremediablemente. Éste es, claro, el anhelo actual del pueblo griego, síntesis perfecta de la rabia y el malestar que le hierve a uno la sangre ante tanta corrupción y demagogia. +Info | Relacionados | Iván Sánchez-Moreno