Rosa Zaragoza: Pura i senzilla com Abigail
Rosa Zaragoza
Pura i senzilla com Abigail. Discmedi 2022
A Rosa Zaragoza la conocí en 2012, cuando presentaba su trabajo, A la luz de la risa de las mujeres. Nos encontramos en su casa y estuvimos hablando más de dos horas, del disco, de su vida artística, y de la vida en general, entre otras muchas cosas. Fue uno de esos encuentros que no se olvidan.
Era una época en la que Rosa Zaragoza enfocó su música con la voluntad de ayudar a la mujer —y a la gente en general—, como ella misma nos explicaba entonces: «Transmites lo que eres, claro. Para mí es importantísimo ser mejor persona cada día y mejorarme, y hacer las paces con las personas con las que no estoy en paz, que lo he tenido que hacer en mi vida, porque he vivido una vida muy difícil, muy dura, y me han pasado muchas cosas, muchísimas. […] Lo que yo quiero es ser capaz de, a pesar de las cosas que nos pasan, tener mucha confianza en algo dentro de mí y en algo que yo confío en que me va a ayudar y que también va ayudar a otra gente, claro, a medida que buscas ser mejor persona. La música puede dar a la gente ganas de mejorar y de crecer».
Diez años después, Rosa Zaragoza ha publicado un nuevo trabajo, Pura i Senzilla com Abigail. Con ella, estuvimos repasando todo el proceso del mismo, desde su gestación, hasta el resultado final.
Lo primero que nos dijo es que este proyecto, que está dedicado a la música de los judíos catalanes, lo ha planteado como un homenaje a un gran amigo suyo, el tristemente desaparecido, Jaume Riera. Un disco publicado por Discmedi, con nueve canciones de poetas judíos que vivieron en Catalunya entre los siglos XI i XIII. Son poemas que extrajo de un libro que tiene un significado especial para ella, como nos explicaba: «Es un libro que se llama, Poemes hebraics de jueus catalans, de Eduard Feliu i Mabres y Jaume Riera i Sans. La verdad es que lo tenía desde hace mucho tiempo; y con el confinamiento me lo volví a leer. Con más amor que en el 1986, cuando me lo regaló Jaume, porque murió hace tres años y se me acudió hacerle este homenaje en forma de disco».
Pero el proceso para poderlo publicar no fue tan sencillo. Rosa Zaragoza comenzó a trabajar en él, sin pensar, concretamente, en su posible edición: «Empecé a musicalizar algunos [poemas] que me llamaban la atención. Esos días llegó una comunicación de la Generalitat de Catalunya que anunciaba ayudas a editoras que quisieran hacer músicas del patrimonio. Discmedi dijo que sí que quería hacerlo. Gracias a esa ayuda, que no llegaba ni a la mitad del presupuesto y, especialmente a la de Jaume Casals, que se convirtió en mi patrocinador, lo pudimos poner en marcha. Luego mucha gente lo quiso comprar antes de salir, lo que lo hizo todo más fácil». El seis de febrero de 2022 se hizo la presentación oficial en el Tradicionarius: «Se llenó. Fue bonito», nos comentaba, contenta.
Pura i senzilla com Abigail, es el primero de los nueve los temas que componen el trabajo, dando, además, nombre al cedé. «Un poema que a mí me tocó desde el principio. Dije: “¡Uy!”. Es la descripción de un encuentro amoroso entre una mujer pura y sencilla como Abigail [ríe], y el poeta, y explica como ha sido. Lo que me interesa mucho es que es ella quien lo llama a él, porque si las mujeres ahora tenemos poco protagonismo, en aquel tiempo, era nulo, no decidíamos nada. Por eso es bonito ver un poema en el que ella dice que no es cualquier mujer, que es pura y sencilla —como especifica el autor en sus versos—. Me recordaba un poema de una mujer andalusí, Hafsa Al Rakcuniyya, que también habla de una invitación: “Mis labios son agua dulce y transparente, mis rizos, ramas que dan sombra. Confió que estés sediento y ardiente cuando llegues a mí, a la hora de la siesta” [ríe]. Es más o menos contemporáneo a, Yehudá ben Selomó al-Harizí, autor de, Pura i senzilla com Abigail». Rosa Zaragoza ha creado una bella melodía, con claras influencias orientales, que los arreglos de Eduard Iniesta, potencia.
Le comentaba que, curiosamente, la primera grabación que hizo, también estaba relacionada con el tema de los judíos catalanes: «En aquel caso era un vinilo que se llamaba, Cants de noces dels jueus catalans [Cantos de boda de los judíos catalanes]. La diferencia es que eran canciones, es decir, que ya habían sido cantadas en Catalunya, en judeo-catalan, mientras que estos poemas que acabo de musicalizar, eran poemas escritos en hebreo, que era como la lengua culta de los judíos que estaban aquí, que hablaban catalán, pero que cuando escribían, escribían en hebreo».
En otro de los encuentros que tuvimos, Rosa Zaragoza me dijo que su intención no era dedicarse a la interpretación, y se lo recordaba: «Yo creo que en otra vida, yo he sido judía, o en más de una [ríe]. Siempre me ha llamado mucho la atención esta cultura, me ha gustado mucho… Lo que más me gusta es recuperar cosas perdidas que son bonitas, y que da pena que la gente no las conozca».
Seguíamos con su disco, y ahora era el turno de, L’ànima [El alma], una canción que nos habla de la lucha entre el alma, y el cuerpo en el que ésta está: «Porque el alma quiere llevar al cuerpo por el buen camino, pero éste tiene unos instintos muy fuertes. El alma dice que se siente prisionera en aquel cuerpo [ríe], y que quiere que la devuelvan a la gloria». Nos habla de su autor: «La escribió Salomó ben Reuben Bonafed, que se conocería como Astruc Bonafeu. Nació en Barcelona sobre el 1370, hijo de una familia muy importante. Recibió una educación muy completa que caracteriza su personalidad, muy apasionada, aunque yo solo he cogido fragmentos de sus poemas, porque me interesa más cuando hablan en general de algo espiritual, no concretamente de la religión judía». Para acompañar este poema, nos vuelve a acercar a la música de Oriente, potenciada por los músicos que la acompañan, de los que luego me habló.
«Nards i Safrans [Nardos y azafranes], es un poema que me encantó —nos habla Rosa Zaragoza del tercer tema del disco—. Es de un tal Nahum, que vivió en la parte oriental de la Península, en la segunda mitad del siglo XIII, y que acabó su vida en Fez. Como cita [el viento de] La Tramuntana, Rusó Sala y yo decidimos que debía ser de L’Empordà. Es un poema que nos habla de la alegría que nos aporta la primavera, lo que me hace pensar que Nahum, tenía una relación muy especial, muy estrecha con la naturaleza».
Rosa Zaragoza está, a mi parecer, dentro de ese grupo de grandes artista a los que no se les ha llegado a reconocer en toda su valía. Una cuestión que le planteaba: «Yo he intentado hacer siempre mi trabajo lo mejor posible; pero creo que hay una cualidad que no tengo, que es el hecho de darlo a conocer. Siempre he pensado que si hago un buen trabajo, pues ya está, y ya llegará al público. Pero no, lo has de saber vender, y ese no es mi fuerte. Lo que pasa es que siempre he vivido de forma modesta [ríe], nunca he necesitado ser muy rica, ni tampoco la fama, la gloria. Todo eso me ha sido bastante igual. Y bueno, cada uno escoge su camino. A veces escuchas a la Administración decir que da a conocer la cultura, pero de hecho son cosas muy comerciales. Para mí lo comercial se vende solo. Estaría bien apoyar a la gente que no es tan comercial, que escoge caminos más puros. No sé cómo decirlo». Una reflexión que refuerza esa idea de que muchas veces nos olvidamos de grandes músicos —o artistas en general—, a favor de otros que sí se saben promocionar, y no citaré nombres, aunque todos tenéis vuestra lista particular en la cabeza, seguro.
El cuarto tema, Angunia de la mort [Angustia de la muerte], es, con mucho, el más doloroso del disco: la despedida de un reo antes de ser ejecutado, como nos explica Rosa Zaragoza: «Es un poema muy triste. El pobre, Mossé ben Ishaq Remós, murió a los 24 años, en 1430, porque no quiso bautizarse, como otros sí hicieron. Nació en Mallorca y ejerció la medicina en Palermo, donde fue acusado de envenenar a un hombre cristiano con curas inadecuadas. Cuando se le ofreció salvarse si se bautizaba, no lo aceptó. El día antes de morir escribió este poema que canto, donde se declara inocente. Es un fragmento en el que se despide de su madre y de su padre, de forma muy emotiva». Para ello le ha puesto una música que, nos decía, estaba en consonancia con el contenido del texto, con el único acompañamiento de la guitarra de Eduard Iniesta.
He citado a dos de los tres músicos que la acompañan en el trabajo, y es momento de preguntarle a Rosa Zaragoza sobre la elección de los mismos: «Esto sí que es muy importante. Eduard Iniesta, me acompaña desde hace muchos años, y no solo con sus diferentes instrumentos, sino que además hace los arreglos, y esto mejora muchísimo el disco. Yo le envió la canción, y le digo “Mira, en esta canción he puesto esta música”, pero él la transforma con unos arreglos fantásticos…[ríe]. También es el productor y director artístico. Con Míriam Encinas, no había trabajado nunca. Le pedimos si quería ayudarnos con las percusiones, y me encanta lo que hace y cómo lo hace. También toca muchos instrumentos. ¡Fantástica! Y después, Rusó Sala. La Rusó y yo somos como hermanas. Ya hace muchos años que cantamos juntas y nuestras voces se quieren mucho; nosotras también…[ríe]. Aquí no solo ha puesto la voz, también toca la guitarra».
Es importante tener unos buenos músicos junto a ti cuando cantas, pero, si lo haces en directo, lo es mucho más. El disco se grabó en Girona, nos comentaba Rosa Zaragoza: «Lo registramos en el Centre Bonastruc ça Porta, de Girona, en el patio. Un lugar precioso y mágico, que a mí me encanta. Es el primer sitio donde yo canté profesionalmente, y es un privilegio, la verdad»
Pasamos entonces a hablar de la quinta canción de su trabajo, Amb l’esclat joiós, un tema diametralmente opuesto al anterior: «Después de la muerte, llega siempre el renacimiento —nos decía—. Es de Messul·lam ben Salomó, de Piera. En realidad era de Girona, y se le conocía como Vides de Girona. Vivió en le segunda mitad del siglo XIII, y formaba parte del circulo de cabalistas. Es curioso y tiene unos poemas… Yo he escogido uno que me toca el alma, pero los otros eran curiosos, ¿no?[ríe]. Este habla del gozo del día, de recibir la mañana cantando. Muy interesante». El tratamiento que le ha dado Rosa Zaragoza es cercano a esos ritmos que nos evocan algunos de los bailes de zonas del este del Mediterráneo, aunque con una alegría contenida, pero en contraste absoluto con la pena que rodeaba el tema anterior, Angunia de la mort.
En, Guaita en que esmerça l’home [Mira a que se dedica el hombre], la sexta canción el disco, la protagonista es su voz —con la que empieza la canción—, antes de la intervención del resto de los músicos, para configurar, entre todos, la melancólica melodía con la que Rosa Zaragoza ha musicalizado este poema, que es una reflexión sobre nuestras vidas: «Es un poema de Mossé Natan, que nació en Tàrrega, sobre el 1290, y murió en Barcelona el 1360. A los 37 años, el Infante Alfonso le concedió el privilegio de no llevar en el vestido el distintivo judío obligatorio; privilegio que fue confirmado por Pere el Ceremoniós, lo que nos habla de su riqueza personal y su prestigio. Escribió 58 poemas cortos, como el que canto, que hablan de la sobriedad, el silencio, la honradez. Me llamó la atención éste, que explica que siempre estamos haciendo y deshaciendo, empleando en ello nuestra vida. Me acuerdo del dicho castellano: “Cuando me detengo, me tengo”. Encuentro que ahora con el mindfulness y todo eso, se habla mucho de poder parar para estar con nosotros, para saber si realmente la vida que llevo es la que quiero, si soy la persona que quiero ser. Me parece muy interesante [ríe], la verdad». Para ello ha creado una música reflexiva, como el tema requiere, pausada y de ritmo lento y marcado.
Hay un segundo tema del disco basado en el poemario de Yehuda ben Selomó al-Harizi —después de aquel, Pura i senzilla com Abigail, que daba nombre al trabajo—. Se trata de, Te la gràcia de la gasela [Tiene la gracia de la gacela]: «De este hombre puedo decir que se imaginan que vivió entre 1170 y 1235, y que escribió en Barcelona, entre otras cosas una obra muy importante que dedicó a la ciudad, Tahkemoni. De ella es la cita: “El aire de Barcelona, crea sabios”. Un elogio que después se ha aplicado a muchas otras ciudades. Era un gran viajero que se dedicaba a hacer traducciones del árabe al hebreo. He escogido dos canciones de él, porque me gusta mucho este hombre; como escribe [ríe]. Esta otra canción habla de una mujer. Ya que no hay mujeres poetisas —porque, como decía, las mujeres no hacían mucha cosa, aunque debían hacer mucho, pero dentro de su casa—, la he escogido porque, al menos, así están presentes. Es la descripción de una mujer que vuelve locos a los hombres [ríe], porque es preciosa. Es una canción muy alegre, mucho, mucho, mucho. Para bailar…». Para ello, los músicos han dado un tratamiento muy dinámico a la misma, con el bouzuki de Eduard Iniesta y las percusiones de Miriam Encinas, como protagonistas; y con esa voz que, por momentos, utiliza Rosa Zaragoza, con un timbre potente, casi rota; que contrasta con la de Rusó Sala, que canta, también aquí, con ella.
Hablábamos ya del final del disco, con las dos últimas canciones. La primera, Per a tot he trobar bàlsam [Para todo he de encontrar bálsamo], que se basa en un poema de Ishaq ben Seset Perfet, la canta a capela. Es un tema lleno de influencias mediterráneas, como Rosa Zaragoza nos explica: «Me he inspirado en las canciones de siega de Mallorca. La verdad es que me gustan mucho estas canciones, tan tradicionales, tan desnudas. Habla de la tristeza de cuando un amigo se va, o cuando no puedes verlo porque está lejos. La canción dice cosa muy bonitas, hablando de esa pena».
Rosa Zaragoza es una cantante que tiene una personalidad propia, incontestable. Quien la conoce, sabe que ella presenta su música de forma cercana, sin artificios, y en este disco se ve claramente: «He interpretado de la forma más natural posible. A mí no me interesa que la gente diga “¡Oh, qué bien canta! ¡Oh, qué cosas hace!” No me interesa para nada. Me interesa la naturalidad, que la gente se sienta cercana, que vean que eso también lo pueden cantar ellos, y que se fijen más en la letra o en la música, y no tanto en mi voz. Digamos que mi voz la pongo al servicio de lo que dice la canción y de la música que he hecho para ella. Lo que más quiero es conectar con la gente que me escucha, conectar con su corazón, conmoverla; que la gente salga diciendo;0Uy!, salgo diferente, algo ha pasado aquí…».
Que a Rosa Zaragoza le gusta que la gente participe activamente en sus conciertos, lo demuestra el último tema del disco, Sóc amor [Soy amor], que ella ha tratado como un mantra, como nos explicaba: «Es del Abraham ben Samuel ibn Hasday, que nació en Barcelona entre el siglo XII y el XIII. También provenía de una familia intelectual y notable, traductores del árabe. Él, principalmente se dedicaba a traducir filósofos, como Aristóteles, aunque se hizo famoso con la traducción de, El príncipe y el monje, la conocida leyenda de Buda. He escogido este poema porque me gusta mucho lo que dice. Explica que el amor es alegría y gozo: paz, amor, bienestar… Lo he convertido en un mantra y al final también canta la gente; hago cantar a la gente [ríe]. La verdad es que eso me encanta…».
Rosa Zaragoza ha logrado que, Pura i senzilla com Abigail, se configure como un trabajo aparentemente sencillo, aunque lleno de matices; musicalmente impecable, con unos intérpretes en estado de gracia — tanto Rusó Sala, como Míriam Encinas y Eduard Iniesta, autor además de los acertadísimos arreglos del mismo—, que acompañan a esta magnífica compositora y cantante. Una artista que sabe transmitir aquello que siente, como ha demostrado no solo en este trabajo, sino en todos aquellos en los se ha embarcado a lo largo de su trayectoria; que ha dedicado a aspectos de la vida y de la muerte; de las mujeres y de la humanidad en general; o de las culturas antiguas, como aquí. Una artista coherente, sencilla y sincera que nos ha dejado esta pequeña joyita. ¡Imprescindible! +Info | Relacionado | Texto: Federico Francesch | DESAFINADO | Programa de radio correspondiente