Roger Mas
Roger Mas
Cicle de Músiques Tranquil·les
Mataró. Sala Clap
15 de marzo de 2008
Roger Mas ya ha dejado constancia en sus discos que domina un amplio abanico de registros y que tiene ganas de superarse a sí mismo. Si ya sorprendió gratamente con Dp, y conquistó a un público más mayoritario con Mística Doméstica, en el próximo Canciones Telúricas, el cantautor de Solsona parece escalar un peldaño más en su trayectoria musical de acierto y sorpresas. El Cicle de Músiques Tranquil·les de Mataró fue el lugar escogido para estrenar algunas de las composiciones de ese próximo e impactante nuevo álbum, que hará las delicias de los oyentes más exigentes.
Sin mediar palabra, Roger Mas acompañado de sus escoltas habituales, a los teclados, contrabajo y guitarra eléctrica, comenzó su actuación en la sala Clap dedicando sus primeros tres cuartos de hora a desgranar algunas de las joyas que aparecen en el nuevo trabajo. Como un funambulista, sin red, y casi sin barra de equilibrio, inició su ascensión con los Goigs de la Mare de Déu del Claustre de Solsona, una pieza que Mas ha arrebatado al ámbito religioso para transformarla en un tema espiritual, más laico. La primera parte del concierto versó sobre los nuevos temas, canciones de la tierra, y otros poemas musicados del mismísimo Jacinto Verdaguer, y pertenecientes a su último libro Al cel. Sin ninguna presentación, los músicos fueron interpretando los temas, sobrios, épicos, de una belleza musical solemne. Mantras, cantos guturales, poesía y música de la Cataluña profunda, tradicional, religiosa, se mezclaron en diferentes niveles con esferas progresivas, roqueras, laicas y clásicas, que convirtieron la audición en un auténtico descubrimiento. Los seguidores de Mística Doméstica no encontrarían en las nuevas canciones la luminosidad de ese álbum, pero encontrarán un músico multidisciplinar, arriesgado y con ganas de romper sus propios moldes.
Al término de la primera parte “integrista”, como el artista lo definió, Mas se relajó, comenzó a hablar, a comunicarse con el auditorio y a sentirse más próximo haciendo gala de un sobrio y sutil sentido del humor. Las canciones siguientes evaporaron el peso de la primera parte favoreciendo un ambiente más liviano. Temas bellos, trascendentales o divertidos estuvieron plenamente arropados por esa original y cautivadora voz que crea adicción. Además, la forma de interpretar sus piezas, rompiendo las letras, separando palabras y jugando con la métrica demuestran su interés por un trabajo concienzudo, avanzado, original y sorprendente.
Con la guitarra a cuestas, demostrando que es capaz de tocar con maestría y virtuosismo, Mas salió una y otra vez ante los numerosos aplausos. En su última aparición en solitario, sin saber cómo, olvidó acordes y letra. Lo intentó, pero fue incapaz y viendo que no podía recuperarse, con veteranía y tablas no se lo pensó dos veces. Reconoció su olvido y dándose cuenta de que nunca había terminado un concierto así, se permitió el placer de hacerlo. Así, cayendo al suelo y con la dignidad de la sinceridad y del éxito. Y como la dosis musical ya era más que suficiente, se puso fin al espectáculo. La satisfacción fue para todos. Para él por su salto al vacío con pirueta, y para los demás, por reafirmar que habían disfrutado de un artista soberbio. Cuando la formación gire al completo, para presentar este último trabajo con cuarteto de cuerda y con sección de vientos, la experiencia místico/laico/religiosa/telúrica, y la presencia/arte/y voz de Roger Mas corroborarán que estamos ante un gran talento. Si lo tienen cerca, no se lo pierdan // Antonio Álvarez