Robert Cray Band + Shemekia Copeland Band

yH5BAEAAAAALAAAAAABAAEAAAIBRAA7 - Robert Cray Band + Shemekia Copeland BandRobert Cray Band + Shemekia Copeland Band
Sala Apolo, Barcelona
5 de junio de 2008

Noche de blues de alto calibre con una muy aceptable entrada en la Sala Apolo. La Shemekia Copeland Band fue la encargada de abrir la noche. Con su portentosa voz, la hija del ya fallecido guitarrista tejano Johnny Copeland –con quien Robert Cray grabó un disco– derrochó energía al encarar con corrección un repertorio cargado de soul y blues. Consiguió conectar con el público cuando pronunció algunas palabras en español: “he tenido más de ciento cincuenta novios” dijo, jugueteando con la palabra novio en un castellano de Harlem; “casi todas las canciones de mi repertorio están dedicadas a alguno de ellos”, o al pedir a los asistentes que corearan el estribillo de Who stole my radio?, en protesta por la falta de programas de blues en las emisoras de radio americanas. Y a partir de ahí todo cambió: el cielo comenzó a teñirse de negro y la simpatía fue disipándose y cediendo ante el dolor. El blues irrumpió de pronto y, aunque todo el mundo estaba avisado, pocos consiguieron esquivar el duro golpe.
Robert Cray, subió al escenario armado con su fender stratocaster verde y flanqueado por tres contundentes músicos blancos – bajo, batería y órgano Hammond – dispuestos a honrar a todos los músicos de blues. La banda se metió al público en el bolsillo con los primeros acordes de Phone booth, tema con el que recibieron la primera ovación de la noche al adaptar la letra de la canción: “estoy en una cabina, nena, hay un número escrito en la pared, y yo soy nuevo en Barcelona, y no hay nadie más a quien pueda llamar”.
Cray es uno de los grandes y, como tal, se ha codeado con guitarristas de la talla de B.B. King, Eric Clapton, Keith Richards, Chuck Berry, Muddy Waters o John Lee Hooker. Pese a no ser un bluesman típico –su versatilidad ha despertado recelos entre algunos puristas del blues, más concienzudos, quizás, a la hora de diseccionar la estructura de una canción que al sentirla– recoge la tradición más pura de la música negra, sin preocuparse de límites ni fronteras a la hora de expresarse.
Nacido en Georgia hace 55 años, se colgó la guitarra al oír a los Beatles y comenzó a tocar clásicos de Jimi Hendrix y Ottis Redding en su primera banda. Y es la fuerza del soul y del ryhtm & blues, con un blues intenso y descarnado como hilo conductor, la que destilan su voz y su guitarra.
Cantante versátil, Robert Cray vuelca su alma  en cada canción, acompañando con aullidos felinos los fraseos de una guitarra limpia y cristalina, ligeramente saturada en ocasiones, cuyo mástil recorre con una naturalidad apabullante. Durante el concierto hubo guiños a Hendrix –con el solo retardado por el pedal de delay de Poor Johnny–, a los amores rotos (The one in the middle), al funk  (I’m walking), al pacifismo (Twenty) y a la música honesta y sin tapujos que los esclavos africanos que trabajaban en los campos de algodón idearon para hacer sus vidas (y las de todos nosotros) más llevaderas // Héctor Calvo