Paquito D’Rivera + Chano Domínguez

yH5BAEAAAAALAAAAAABAAEAAAIBRAA7 - Paquito D'Rivera + Chano Domínguez Paquito D´Rivera + Chano Domínguez
Veranos de la Villa

Escenario Puerta del Angel. Madrid.
9 de julio de 2009

El pianista gaditano y el saxofonista cubano llegaban en plena forma a la Villa y Corte tras cinco veladas de derroche instrumental. Recién aterrizados del Festival de Getxo rindieron buena cuenta de su magisterio musical en una noche en la que no se escatimó en virtuosismo. Saltaron a escena El Piraña al cajón y congas; Marc Miralta a la batería, Mario Rossi al contrabajo y el señor de las blancas y las negras, el maestro Chano Domínguez. Empezaron con un mojito sonoro que miraba tanto a Duke Ellington como a Tito Puente sin bizquear en ningún momento. Tras este primer dispendio apareció sobre las tablas el gran Paquito D´Rivera que saxo en mano oteaba cual pirata del Caribe, como si su instrumento fuese un catalejo. De humor no cojea la eminencia de la Calle 54 y de esta guisa se marcó esta perla: “De Madrid al cielo, aunque se está mejor aquí abajo”, dijo mientras señalaba hacia el suelo. “Aquí tenemos al Piraña que viene directo del Amazonas”, soltó nuevamente a modo de chanza. Sin más dilación entraron en faena con Yo recuerdo a Dizzy, pieza dedicada al genial trompetista y precursor que llevó los soplidos de su metal a la trastienda latina. A lo largo de este tributo parodió a Stravinsky con un fraseo de lo más obtuso, tuvo palabras de atención para un fumador de las primeras filas, e incluyó un guiño a Salt peanuts, que fue coreado por la audiencia de forma entusiasta pero desacompasada. De ahí saltaron a Poinciana, exquisita pieza del pianista Ahmad Jamal, incluída en un disco que llegó a vender más de un millón de copias. El timbre del piano de Chano emulaba al del fantástico Mc Coy Tynner, sideman del dios Coltrane. A continuación Paquito recordó el álbum Quartier Latin, aquel glorioso disco grabado que registró la pareja en el Teatro Real de Madrid, en el que incluían un guiño a Puzzini y su pieza La musette. “Puzzini en realidad era cubano e iba todas las noches al Tropicana. Y su verdadero nombre era Pucho López”, bromeó el músico caribeño. Solos ante el teclado y las cuatro cuerdas del contrabajo quedaron los músicos a la hora de abordar Allí te dejé, un clásico del compositor y pianista cubano Ernesto Lecuona, que el gran Paquito ya había grabado junto al contrabajista cubano  Israel López “Cachao”. En este excelente tour de force quedó patente la habilidad de Mario Rossi al contrabajo con un solo de lo más equilibrado en el que hubo un vertiginoso sprint de digitación. El impass vino con la emocionante balada A mi padre, compuesta por el andaluz, y que erizaba el vello como escarpias. Y de allí se lanzaron en paracaídas al jolgorio de Vámonos para Cádiz, con un imparable y explosivo inicio de carnaval digno de una escuela de samba. De las soflamas cariocas viraron al punch latino para desembocar en un swing de elegante pulso en la parte intermedia. Ni que decir tiene que Paquito bailó y se mantuvo en un segundo plano discreto como observador, cuando dilapidaba sus escuetos pero férreos solos. Esta alianza transcontinental derrochó aplomo y magisterio. La de unos titanes del jazz para los que no existe el alambre de espino ni las visas en sus pentagramas. // Miguel Angel Sánchez Gárate