Nakany Kanté
Saramaya, Slow Walk Music, 2014
Pese a su juventud, 22 primaveras, la guineana Nakany Kanté destila talento a raudales. Y es que parece llevar en sus genes el genio mandinga del que hacían gala pioneros y paisanos suyos como la Bembeya Jazz, Keletigui et ses Tambourins o la Horoya Band. Un don con el que brega desde los 8 años, cuando ya componía sus propias canciones. El sino de Nakany, que vendía comida en la calle con su abuela, cambió cuando conoció al que hoy es su marido, el percusionista Daniel Aguilar. Instalada en Cataluña, la excelente vocalista pertenece a esa nueva hornada de artistas entre las que se encuentra su compatriota Fatoumata Diawara, en la que la juventud y el respeto a las fuentes son dos de sus señas de identidad. Arropada por una solvente orquesta y una abultada cohorte de colaboradores entre los que se encuentran el guitarrista mali Kalildaf Sangaré (Masara Traoré), el saxofonista Jimmy Jenks (Buena Vista Social Club, Jarabe de Palo), o los percusionistas Oumar Tounkara (Rokia Traoré) y Max Moya (Man Ex Maqina, Ojos de Brujo), Saramaya despide frescura y ganas de vivir con temas eminentemente festivos. A lo largo de doce canciones el tañido de la kora de Marc Lupescu engasta a la perfección con el bajo de Guillem Aguilar (Tacqueté, Zoobazar, Eliseo Parra, Kepa Junkera, Trilok Gurtu) y la batería del senegalés Omar Diadji. La esencia de la música mandinga (Kalikantigne, Bara, Donsokë, Potikoro, Mansa foly…) casa bien con el mbalax senegalés, en lo que corresponde a la percusiva Tone Mounfa, y también deja espacio para el afro-reggae de Segué, con unas geniales líneas de vientos, y un estilo deudor del de Alpha Blondy o Tiken Jah Fakoly. El disco finaliza con Mousaye moledi, un tema acústico en formato tradicional, y que con un inicio de lo más crepuscular y relajado va ganando en intensidad y velocidad en su recta final, donde destaca la sonoridad del balafón de Drissa Diarra. Las colaboraciones de músicos españoles como el guitarrista David Maestro, el teclista Juan Oliva, la corista Mercé Serramalera, o el percusionista argentino Gustavo «Tato» Sassone empastan a la perfección con la magnífica factura de músicos africanos como el percusionista Djibril Ngom, el baterista Kwame Adzraku, o el maestro del laúd djeli n´goni Adama Koné, dejando claro que la alianza entre culturas siempre lleva a buen puerto una música que no entiende de fronteras y que invita al optimismo. + info l Relacionados l Miguel Ángel Sánchez Gárate