Marco Vargas, Chloé Brûlé, JJ Amador

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Marco Vargas. Chloé Brûlé. Juan José Amador

SFB El Dorado. 27 de noviembre de 2014

Quiero pensar que la culpa del escaso público que disfrutó de este espectáculo fue de la predicción de lluvias. Pero en el fondo sé que el problema está en que el público sigue siendo conservador. ¡Qué pena! Porque estos tres artistas están ofreciendo, ahora mismo, una revolución importante. Ya sabemos que si algo novedoso está pasando los últimos años en el flamenco es en el campo del baile. Y este En un cuartito los tres viene a confirmar tal afirmación. A los dos grandes bailaores que son Marco Vargas y Chloé Brûlé se une, de una forma muy original, el cante de Juan José Amador. Intentaré explicar con palabras lo que sucedió en el escenario, aunque como apunta la letra de la soleá que aparece en su web, «dijo a la lengua el suspiro, anda y di palabras que digan lo que yo digo». En escena, Vargas y Brûlé, con ropa informal, Amador, en una esquina, cerca de un portátil, ni rastro de guitarra. El primer tema se titula No me gusta el flamenco. Empezamos bien. La pareja va marcando unos ritmos atípicos y la declaración nos deja algo atónitos, a partir de los elementos con que se acompañan (garrote, sombrero y unos movimientos de brazos que sorprenden por su originalidad). De golpe, Amador se arranca por unas deblas tremendas; de momento, sin guitarra se apaña bien. Pero cuando menos lo esperamos, el cantaor se pone a bailar y nos deja con la boca abierta. ¡Qué ritmo tiene este hombre! Como el que no quiere la cosa, vamos a tener tres bailaores y un cantaor con sólo tres personajes. ¡Aire! Vargas y Brûlé inician una especie de paso de Semana Santa y la música se aleja del flamenco para continuar esa libertad que ya impusiera, en su tiempo, Miles Davis a partir de la saeta. Una cosa está clara: esta pareja baila en pareja y esa es una de sus grandezas. No son dos bailaores individuales (que lo son y pueden serlo, pero no les apetece), sino que creen en el baile de pareja y crean arte a partir de esa premisa. Se quedan Amador y Vargas con un baile difícil: el primero le ofrece un chaleco al segundo (otra excusa sobre la que crear) y acaban con unos cantes libres que quedan geniales. Brûlé aparece con un traje de cola y el juego que le llegó a dar fue impresionante. Tan pronto la pisaba Vargas, obligándola a cerrarse por espirales hasta su cuerpo, como le servía de comba para saltar. Después, el interior del traje de volantes se fue transformando en escondite, caparazón, casa… La manera en que se mueven por el suelo se compagina perfectamente con unas granaínas y unas serranas que Amador va desgranando (que bien estuvo Juan José Amador en el cante) y bailando como el que más. Ahora es la chaqueta de Amador la que sirve de excusa a Marco para crear otro número, después serán los flecos de la blusa de Brûlé. Arranca Amador por unas Mañanitas de San Juan y, mientras va engarzando cantes de fiesta, los bailaores elaboran una parodia de malos tratos. Recogen una idea que habían desarrollado a lo largo del espectáculo sobre la realidad del tiempo (¿qué es un minuto?) y desaparecen. El aplauso del público fue largo e intenso. Pero a diferencia de otras veces, no pedíamos más, todo estaba dicho. Simplemente queríamos dejar claro que En un cuartito los tres es arte y del grande. + info | relacionados | Candido Querol