Manu Dibango
Manu Dibango
"African woodoo"
Fremeaux, 2008
Manu Dibango no necesita presentación. Es uno de los grandes nombres de la música africana al igual que Fela Kuti, Miriam Makeba o Youssou N´Dour. Para su álbum Wakafrica (1994) invitó a toda la créme de créme del continente negro (desde la beninesa Angélique Kidjo al congoleño Papa Wemba) que respondió a su llamada como si se tratase de un Profeta. Su ambivalencia en instrumentos tan diversos como los saxos, el vibráfono, el piano, el órgano o la flauta dejan clara su solvencia como multinstrumentista. Si bien es cierto que su discografía es un tanto irregular (sobre todo en la década de los ochenta y parte de los noventa, donde se deja seducir por las programaciones y los sonidos más sintéticos), el material seleccionado en este recopilatorio no admite ningún tipo de discusión sobre su valía. Los diecisiete temas grabados entre los años 1971 y 1975, grabados a caballo entre París y Nueva York, apuntan bien a las enseñanzas recogidas en el París de los humeantes club de jazz. La clarividencia de Duke Ellington, Charlie Parker o Louis Armstrong se confabula con la esencia rítmica africana para mostrarnos como se las gastaba el firmante de Soul makossa, su tema más celebrado en todos los confines del planeta. Ni que decir tiene que en las sesiones de la Gran Manzana se rodeó de una cohorte de célebres instrumentistas de los círculos jazzísticos (el batería Tony Williams, el pianista Cedar Walton y el contrabajista Buster Williams). El maestro Enmanuel N´Djoké Dibango nos deleita con barruntos de afrobeat (Lagos go slow), aires de música thriller para el celuloide (Du bush a bush), afro-funk trufado de memorables percusiones (Walking to Waza), guiños melódicos a la música clásica de Bach (Groovy flute), orgías rítmicas en clave orquestal (Panda maloko), aproximaciones a la sabrosura cubana (Coconut), partituras para una banda sonora de una película del género blaxplotaition (Aphrodite Shake), o hasta baladas con cierte deje a cool jazz (Moulema na moudi). El crepitar del órgano hammond, el ritmo sincopado de las baquetas y las marejadas que provoca la sección de viento dejan entrever ese sonido analógico que engastaba las grabaciones de la época. African Woodoo aglutina lo más granado de la mejor franja creativa del genio camerunés. // Miguel Angel Sánchez Gárate