Ma. Silvia Pérez Cruz y Marco Mezquida

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Silvia Pérez Cruz
y Marco Mezquida
Ma. Universal Music, 2020.

Que Silvia Pérez Cruz y Marco Mezquida, más tarde o más temprano, se iban a unir en un proyecto común, era algo absolutamente previsible, o al menos yo lo pensaba así.

La primera vez que estuve con Silvia Pérez Cruz fue en el Festival Aphonica, de Banyoles el 28 de junio de 2009, cuando la entrevisté conjuntamente con su compañero del grupo Yama, Ravid Goldschmidt, con el que actuaba en aquel entonces. Una entrevista exprés, momentos antes de salir a escena, en la que ya pude comprobar su espontaneidad y su sensatez. Una cantante que sabía muy bien lo que quería. Momentos después, cuando pude oírla cantar, acompañada por el hang de Ravid Goldschmidt, aquella preciosa voz y la sensibilidad que ofrecía en su actuación, me cautivó.

Pocos meses después, el 19 de septiembre del mismo 2009, la volví a entrevistar, en el Festival Altaveu, de Sant Boi de Llobregat, esta vez junto a sus compañeras de Las Migas de aquel entonces, la violinista Lisa Bause y las guitarristas Isabelle Laudenbach y Marta Robles. Es una de las entrevistas que mejores recuerdos me trae, porque hacerla con cuatro interlocutores a la vez, era algo nuevo para mí, y además la experiencia fue de lo más positiva.

Cada una de ellas me fue explicando su trayectoria, sus proyectos, sus ideas y muchas otras cosas, en el largo espacio de tiempo que estuvimos  conversando, sentados alrededor de una mesa, con unas cervezas para ambientarnos.

Este nuevo encuentro con Silvia Pérez Cruz ratificó todas mis ideas sobre ella, como artista y como persona, que hbía tenido en aquella primera ocasión.

La primera vez que hablé con Marco Mezquida, fue en el festival 4Djazz que yo programo. El día 22 de junio de 2012, vino a actuar al mismo, en compañía de la cantante Celeste Alias. Esta fue la primera de sus repetidas presencias en Palafolls. Desde el primer día que lo escuché tocar en directo, me enamoré de su música, y también de su forma de ser, tan cercana, tan normal; ni con esa falsa humildad que, a veces encontramos en algunos músicos, ni con la prepotencia —nada más lejos de él—, que muestran algunos otros.

Y como si de un coctel excelso se tratara, estos dos fenómenos de la naturaleza musical se han unido, para ofrecernos este álbum que ellos han llamado Ma.

Dicen que todo empezó en un local del barrio de Gracia de Barcelona, donde estaba tocando el piano Marco Mezquida, y al interpretar el tema My Funny Valentine, Silvia Pérez Cruz que estaba entre el público, lo empezó a cantar, bajito, y, aunque no lo supo en ese momento, Marco Mezquida la estaba oyendo cantar. Ese, dicen, fue el germen de todo.

Ellos se encontraron muchas veces en los ambientes musicales y fue una de aquellas cosas de: «Estaría bien poder hacer algo juntos», lo que les llevó a esta colaboración; a dos años de conciertos ellos dos solos; y, finalmente, a este disco.

Un disco que grabaron en directo, en varias sesiones, en el Blue Note de Tokio, y que llamaron Ma. Ma es un término japonés intraducible, que podemos explicar como el espacio que queda entre dos cosas, dos personas…yH5BAEAAAAALAAAAAABAAEAAAIBRAA7 - Ma. Silvia Pérez Cruz y Marco Mezquida

Se plantearon un proyecto a dúo, para poder hacer cada concierto diferente a los otros, poderse seguir, provocarse, proponer, pensar soluciones, hacer que cada concierto fuera distinto. También la cuestión del repertorio escogido siguió este camino: Querían interpretar canciones que les llenasen, que les gustasen, que les hicieran disfrutar.

El cedé es el resultado de estas actuaciones, como un resumen, una instantánea de lo que ellos ofrecen en el escenario, magnífica en sí misma, pero limitada respecto a sus directos, tanto por su duración —que acostumbran a durara el doble de lo que dura el disco—, como por los elementos —grabación, materiales discográficos, carátula, libreto…—, que se interponen entre ellos y nosotros.

La primera canción de Ma es, Estrela, Estrela, de mi estimado Vitor Ramil, a quien tuve la oportunidad de entrevistar largamente hace un tiempo. Un tema precioso de este autor del sur de Brasil —gaúcho, como se denominan los habitantes de esta zona—, un territorio con una gran influencia del folclore de Uruguay y de Argentina, como se ve especialmente en las milongas.

Es Marco Mezquida, quien va remarcando las frases que la voz de Silvia Pérez Cruz, pausadamente, va lanzando de forma reposada, mientras el piano va tomando protagonismo en una sucesión de notas que llenan el espacio, para volver a la simplicidad del principio. Todo ello como una plegaria a esa estrella que ve en el cielo y que, afirma, seguro que la ve a ella cantando esa canción…

Si una plegaria hacia las estrellas era, Estrela, Estrela, la Oración del Remanso, de Jorge Fandermole, segundo tema del disco, es una verdadera oración donde Silvia Pérez Cruz puede utilizar sus registros, sus cambios de volumen y sus ritardandos a voluntad, con Marco Mezquida potenciando cada uno de estos aspectos, mientras oran al Cristo de las redes para que les ayude a pescar y también, a la vez, a arrastrar por el rio, alejándola de ellos, esa pobreza que les pone tan tristes.

La primera incursión en Ses Illes del disco, viene de la mano de dos canciones unidas —de hecho podríamos decir que de tres. Mallorca es una canción popular mallorquina, que ellos interpretan de una forma absolutamente clásica, pero en la que el piano —con unos acordes que nos acercan a la música popular española—, tras el estribillo del tema, de una manera sutil, introduce unas notas de La Balanguera, que Silvia Pérez Cruz también tararea; para confluir en el tema, No Trobaràs La Mar, de Maria del Mar Bonet, al que le dan un aire de chanson francesa, y donde la cantante nos enseña una de sus muchas cualidades, los pianísimos sostenidos que consigue con su voz.

Niño mudo, es un poema de Federico García Lorca que había escuchado muchas veces en la versión que el grupo chileno Quilapayun hiciera en aquellos tiempos de la reivindicación y de las canciones con mensaje, como decíamos entonces. Marco Mezquida y Silvia Pérez Cruz han mantenido la melodía de Patricio Wang con la que musicalizó el poema de Federico García Lorca, —cosa que no hizo la sarda Marisa Sannia en su versión a ritmo como de chacarera—, pero han cambiado las voces corales, las guitarras, y las flautas del conjunto chileno, por el piano y la voz; y, sobre todo, han ralentizado el ritmo en su versión, con Marco Mezquida punteando las melodías de forma barroquizante, y la voz de Silvia Pérez Cruz, jugando con el contraste de los forte y los piano.

Aunque el título del tema es No surprises, después de escuchar un tema popular mallorquín y una adaptación chilena de un tema de Federico García Lorca, sí que puede causar una cierta sorpresa que interpreten una canción de Radioheat. Pero es que el disco no tiene, en cuanto a repertorio, de forma voluntaria, una línea homogénea, ni programática, como decíamos. Silvia Pérez Cruz se dirigía al público en uno de sus conciertos, y les decía que querían hablar poco, para poder cantar y tocar más, porque estaban disfrutando mucho. Y eso se ve en el disco, un disco que han querido grabar en directo porque, piensan, y nosotros también, que es en los directos donde demuestran todo su potencial.

Escuchar a Marco Mezquida acompañando a Silvia Pérez Cruz con un piano de juguete, como lo hace en No surprises, es algo más que una curiosidad, porque lo hace sonar muy bien —dentro de sus limitaciones—, con ese sonido como de pequeño carrillón, que, curiosamente, se asemeja al que utiliza Radioheat al principio del tema, con el agudo punteo de guitarra y el xilofón. Es éste uno de los temas donde el dúo sigue más fielmente, dentro de su personal visión de las canciones —ya me entendéis—, esta historia de desesperanza, de despedida de un mundo que oprime y no ayuda…

Otro salto mortal. De Radioheat a Amalia Rodrigues y su Barco Negro, el tema compuesto por David Mourão-Ferreira, Vaco Velho y Piratini que ella popularizó. Aquí sí que reinterpretan libremente la canción —¡muy libremente!—, en una de las intervenciones más interesantes del disco, posiblemente gracias a esa libertad. Silvia Pérez Cruz utiliza la guitarra, casi a golpes, pero amortiguados, con el piano de Marco Mezquida con sordina, para llegar a la parte central de la misma  jugando con la voz —con matices de música contemporánea, secundada por un piano que nos acerca al impresionismo francés—, para recuperar, esta vez en un ritmo más marcado y acelerado, un final donde se mastican las palabras y surgen las armonías del blues.

No cambian de idioma pero si de país. De Portugal a Brasil. El Brasil del sertao, el Brasil del forró, con el tema Asa Branca, toda una seña de identidad de su autor, Luiz Gonzaga. Nuevamente Silvia Pérez Cruz con la guitarra y nuevamente ambos dejándose llevar por ese desierto que quema como la hoguera de San Juan, desierto de muerte, como cantan; para transitar por él sin restricciones, variando melodías y ritmos a su conveniencia, doblando tempos, retardando fraseos, con recitativos si los necesitan, hasta un final jazzístico.

Na nena, conocido también por, Tornada a Menorca, es un tema que, decía Marco Mezquida, él había escuchado desde pequeñito en su entorno. En realidad es una habanera de Josep Lluis Ortega Monasterio, con letra de Gumersind Riera, que nos habla, con nostalgia, del deseo de volver a aquella  isla. Ambos miembros del dúo tienen razones para identificarse con el tema, pues si a Marco Mezquida le recuerda sus orígenes, también a Silvia Pérez Cruz se lo puede recordar —nacida en la tierra de la habanera, en Palafrugell,  y con un padre que fue un cantante de este estilo—. Una interpretación ortodoxa, pero llena de emoción, la suya.

Una de las canciones que hemos oído en muchas ocasiones a Silvia Pérez Cruz — incluso a dúo en directo, con la inefable Lila Downs, en la Sala Barts de Barcelona—, es, La Llorona, que elevara a su máxima dimensión Chavela Vargas, especialmente en las interpretaciones de su última época, donde la voz se suplía con el sentimiento. Y es en esa línea en la que comienza Silvia Pérez Cruz, con Marco Mezquida manipulando directamente el arpa del piano. Luego en un giro radical, se acercan más al flamenco, pasan al clasicismo, y vuelven al folclore, para llegar al grito desgarrado, al susurro, y a un final contundente, siempre con el piano reforzando cada uno de los momentos. Todo un ejercicio estilístico el que nos ofrecen los dos.

Ya no voy a hablar más de saltos en el repertorio, pero pasar de La llorona a The Sound of Silence, es lo que tiene. Silvia Pérez Cruz, al principio sola con su guitarra, nos ofrece esta versión que adorna con su voz desde un primer momento, mientras el piano contesta, propone, para entre los dos irse alejando de la melodía para volver a ella, acabando Silvia Pérez Cruz sola y, rematando finalmente el tema, Marco Mezquida rasgando directamente sobre las cuerdas del piano.

Siga el baile, el tema que compusieron entre un argentino y un uruguayo, Eduardo Donato y Carlos Warren, es otra de las canciones que ya habíamos escuchado en la voz de la cantante —a ritmo de tango y candombe, acompañada entonces por el bandoneón de Marcelo Mercadante y el piano de Juan Esteban Cuacci, aunque de una forma mucho más clásica que aquí—. Con una pequeña introducción de piano, que después se convertirá en un solo magnífico de Marco Mezquida —durante el que Silvia Pérez Cruz invita a acompañar con palmas, a los espectadores—, se lanzan nuevamente a volar —en este caso bailar—, por encima de la canción, con una fuerza interpretativa extraordinaria, disfrutando como se demuestra con la expresión de júbilo de la cantante una concluido el tema. Pura descarga de adrenalina.

Que ofrezcan una canción en la que unen tres temas no debería sorprendernos. Ya lo hemos comentado antes con Mallorca, La Balanguera y No trobaras la mar. Pero que sean un motete de Anton Bruckner, Chistus factus est; un tema de Ornette Coleman, Lonely Woman; y la conocida My Funny Valentine de Richard Rodgers y Lorenz Hart es otra cosa. Y si tenemos en cuenta como las interpretan y las transiciones entre las mismas, es un bloque muy distinto del de Ses Illes.

Sobre un gradual de la liturgia católica, originariamente de la misa de Jueves Santo, hizo Antón Bruckner tres versiones, siendo ésta que interpretan la tercera de ellas. Un texto que habla de la obediencia de Cristo hacia Dios, que le lleva a la cruz y le eleva sobre todos nosotros por su muerte en ella.

yH5BAEAAAAALAAAAAABAAEAAAIBRAA7 - Ma. Silvia Pérez Cruz y Marco MezquidaSilvia Pérez Cruz y Marco Mezquida empiezan interpretando el motete de forma ortodoxa, resaltando la preciosa melodía, pero enseguida la cantante abandona el texto y sigue cantando solo con el sonido de su voz, sin palabras; hasta que un poco más allá del minuto tres y medio, todo cambia cuando el piano se enzarza en un obstinato sin tregua, y la voz transita aparatosamente por la melodía de Ornette Coleman, nuevamente solo con sonidos vocálicos, contundentes por momentos, reforzados por un piano casi obsesivo, para concluir en un final con unos arpegios de piano y una nota sostenida con la voz, que se van diluyendo, para desembocar en My Funny Valentine, que interpretan como el estándar clásico que es. La unión de estas tres canciones es, podríamos decir, como un resumen de la concepción global de Ma. Tres versiones muy diferentes. La primera, la de Christus factus est, un poco en la línea de los músicos que han creado sus trabajos a partir de partituras clásicas —como, por ejemplo, Jacques Loussier, pero sin llegar a apartarse tanto de las mismas como este pianista francés hace—; en Lonely Women ambos se dejan llevar y sobre la melodía, alejándose de ella por momentos, prueban sonidos vocales, una voz que persigue al piano que le va marcando los tempos y los caminos a seguir; y con el tema del musical Babes in Arms, My Funny Valentine —que fuera el signo de identidad de Chet Baker—, se ciñen, diría, a una versión en la línea del cantante-trompetista.

Explicaba Marco Mezquida que lo que él quería conseguir era extender, con su piano, una preciosa alfombra persa llena de colores, para que ellos dos pudieran transitar, bailar, jugar, sobre ella. Eso es lo que aquí ocurre.

No quería dejar de remarcar lo que ya habréis pensado todos de ese círculo que se cierra, o mejor dicho, que va adoptando la forma de una espiral —lo prefiero así, porque no veo un final conclusivo—. Lo digo  por lo que explicaba Silvia Pérez Cruz de cuando iba cantando por lo bajo My Funny Valentine, mientras Marco Mezquida la interpretaba, pensando que éste no la oía. Algo premonitorio que, como decía, forma parte de esa espiral que han creado y que ha de ir agrandándose con el tiempo.

El disco va acabando y llega ahora su homenaje mutuo con una canción que firman ellos dos e interpretan juntos al piano, un pequeño divertimento. Lo presenta Marco Mezquida como un remanso de paz en un recital tan intenso, mientras habla elogiosamente de Silvia Pérez Cruz.

Ahora es el turno de Silvia Pérez Cruz de piropear a Marco Mezquida, tras lo cual interpretan otro de los temas compuesto por ellos dos, Joia (Arigato Gozaimasu), una melodía de Marco Mezquida a la que Silvia Pérez Cruz ha puesto letra en japonés —lo que agradecieron con sus aplausos los asistentes al Blue Note de Tokio, como se oye en la grabación.

El último tema del disco es el Pequeño Vals Vienés, conocido por todos. Silvia Pérez Cruz lo ha interpretado también en diversas ocasiones, lo que se nota por la soltura con la que se mueve por el mismo a pesar de llevarlo al límite; en una versión donde saca todo su potencial vocal, desde el fraseo simple, a los melismas aflamencados, o los pasajes a todo volumen, que se alternan con los pianísimos más suaves. Todo ello con un piano que, igual que ella, juega con la canción, diseccionándola en una serie de variaciones que nos presentan las diferentes facetas que ellos han podido intuir en el tema que creó Leonar Cohen sobre un texto de Federico García Lorca —nuevamente presente en el disco, el poeta granadino.

Así acaba Ma, un disco sin aditamentos ni engaños, donde ambos artistas se muestran abiertamente, con una complicidad extraordinaria, y donde la espontaneidad y la versatilidad de ambos confluyen en un resultado de una calidad absolutamente remarcable. Era esta una colaboración que los que los conocíamos, y los íbamos siguiendo, pensábamos que, de producirse, daría unos frutos  magníficos, como así ha sido. De todas formas, el disco, como pasa muchas veces, se queda corto. Si realmente queréis disfrutar de verdad con la unión musical de Silvia Pérez Cruz y Marco Mezquida, acudid a alguno de sus conciertos y seguro que no os arrepentís.  + Info | Relacionado | Fotos: Clara Ruiz | Texto:  Federico Francesch | DESAFINADO RADIO | Escucha el programa 1a Parte  | Escucha el programa 2a parte 

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