Luis Eduardo Aute

yH5BAEAAAAALAAAAAABAAEAAAIBRAA7 - Luis Eduardo AuteLuis Eduardo Aute
Festival Barnasants
Palau de la Música
. Barcelona
31 de enero de 2008


Viajar en una montaña rusa te ofrece la posibilidad de disfrutar de diferentes emociones que se esconden en el interior de nuestro espíritu…  En casi todas las atracciones de este tipo, el viaje se inicia con una lenta subida a la espera de repetir sensaciones que se conocen desde la infancia. Los momentos previos siempre son inquietantes. Tras la primera subida y alguna curva preparatoria llega la primera dosis de adrenalina en la bajada. El pasajero se deleita en el goce de la caída al vacío, teniendo la certidumbre de que no hay peligro, y de que metros más adelante le esperan nuevas sensaciones. Sin embargo, a esa excitación le corresponden momentos de espera hasta que se encauza el próximo y deseado descenso. Si ese momento se percibe lejano, si se posibilita el aburrimiento, el viajero se incomodará aunque sepa que todavía le esperan algunas dosis de adrenalina. Eso sí, prácticamente, casi todos los participantes tienen constancia de que el final llega con tirabuzón, doble mortal o pirueta, o al menos eso es lo que se espera. El símil es el que podría asociarse a la experiencia que tuve en el concierto de Luis Eduardo Aute en el Palau de la Música, en el marco del Barnasants.
Bien arropado por sus cinco músicos, Aute salió al escenario dejando muy claro que su actuación estaría dedicada al amor, en cualquiera de sus manifestaciones. En catalán agradeció al festival su invitación y la posibilidad de estar en el “magnífico” Palau.
A lo largo de dos horas y media de canciones, el cantautor deshiló lo que es su último disco en directo Humo y Azar, centrado en la idea de ese sentimiento humano que casi mejor que nadie ha descrito en sus composiciones. Y como era de esperar, realizó numerosas introducciones con gracia y tablas. Canciones clásicas de su repertorio junto con otras más recientes y revisiones de su catálogo fueron la base del concierto. Me va la vida en ello, Pasaba por aquí, Imaginación o Volver a verte se mezclaron con otras como De la luz y la sombra, Prefiero amar, El resto es humo o A día de hoy, más nuevas y quizás de menor intensidad que las primeras. Con Hafa Café, Slowly, Una de dos o Cada vez que me amas, se deslizó por la pendiente con un excelente y se ganó al público. Pero toda esa intensidad conseguida poco a poco con escalones, por otro lado, se deshacía con las canciones más nuevas, más pueriles y menos agraciadas. Además, la revisión musical a la que ha sometido a sus canciones más clásicas tuvo variados resultados. Si las comentadas anteriormente aprobaron con excelente, otras como No te desnudes todavía o El universo perdieron su sensibilidad, su magnetismo y su fuerza, debido al exceso de instrumentación y producción, dejando claro que la mayoría de sus temas no requieren largos e impresionantes solos de guitarra, ni ningún ritmo contundente para adaptarse a los nuevos tiempos. Nos gustaban como eran, sin maquillajes, porque hacen que sus letras tan pequeñas sean algo grande dentro de nosotros, o porque su ternura, su intimidad y su calidez no necesitan nuevos disfraces.
En los bises, y con el público entregado, Aute recorrió el último trayecto de bajada para derretir con su voz a los presentes. A pelo, demostrando que su voz sigue siendo la misma, solo y con la guitarra, rompiendo el programa establecido, nos acarició con lo mejor de la noche. De alguna manera, Las cuatro y diez o La belleza hicieron que los presentes sonriesen, llorasen y volviesen a enamorarse del poeta y cantante. La sacudida definitiva, el doble mortal con el que abandonamos “ese viaje hacia la nada” en la montaña rusa fue la interpretación de Al alba a capella. Para qué más, ya no hacía falta ni instrumento. Con ese estado anímico nos fuimos, con alguna crítica, pero con un buen sabor de boca causado por el tirabuzón final del maestro. // Antonio Álvarez