Loreena Mckennitt
Loreena Mckennitt
B-Estival
Pueblo Español, Barcelona
20 de julio de 2008
Mientras en otra parte de la ciudad, más de 70.000 almas se reunían para gozar de la leyenda viva en la que se ha convertido Bruce Springsteen, en el Pueblo Español de Barcelona, bastantes menos miles se dieron cita para disfrutar de una propuesta bastante diferente: una “vieja” conocida, no muy pródiga en actuaciones por la península.
Un público, mayoritariamente de mediana edad y con recursos, en vacaciones y con ganas de disfrutar de una figura conocida del estrellato musical worldmusiquero fue la tipología humana media que llenó la Plaza Mayor de este curioso “no lugar”.
La artista canadiense hacía escala en Barcelona dentro de su gira española y europea, a golpe de kilómetro de autopista y carretera para, según ella, familiarizarse con el paisaje y sus gentes, cosa que además de procurar ahorro económico, también te acerca más a los pueblos que visita, o así debería ser.
Comenzó el concierto sobre las ocho de la tarde y tras una hora y pico de impecable actuación musical se realizó un descanso. ¡Ni que hubiese estado saltando y corriendo por el escenario! Tras unos veinte minutos de espera, la cantante enfocó otra hora más para acabar con un par de bises, y con la, más o menos, veloz salida del público hacia bares y hogares.
Acompañada de una buena formación de músicos y repasando parte de su trayectoria, Loreena Mckennitt sedujo al público con su propuesta, para lo cual ya estaba predispuesto. Las dos partes del espectáculo fueron muy similares, aunque en la segunda el público y la artista parecieron animarse algo más.
La canadiense ofrendó un recorrido por temas de factura bella y edulcorada, haciendo que su voz sonase fresca y real, importada directamente de la edad media, con un tono clásico y, tal vez, demasiado lírico. La propuesta puede perdonársele porque bebe directamente de la tradición europea y céltica, y su voz no trata sino de recuperar esa concepción. Aún así, si la belleza de su canto y la poesía podrían crear divergencias de opinión, el valor más notable de la multiinstrumentista (piano, teclados, arpa y acordeón) y compositora es su facilidad para entrelazar sonidos procedentes de diferentes culturas, como por ejemplo las mediterráneas o las asiáticas, aunque también se ha dejado acariciar por el viento proveniente del país del sol naciente. Quizás, la creadora trata de buscar una relación céltica universal, dando vida a un lenguaje sonoro propio, bello pero básicamente occidental y de etnia blanca. En ese aparente cruce de culturas, quizás valdría la pena profundizar algo más en lo externo, en lo extranjero, para confirmar la verdadera mezcla, porque lo más occidental, queramos o no, ya lo conocemos.
El concierto satisfizo y canciones como The lady of Shalott o Dante’s Prayer hicieron las delicias del respetable, aunque no sonó, ni en los bises All souls night, una de sus mejores piezas. ¡¡¡Tanta belleza!!!, en exceso, puede empalagar, y, quizás entre esas dos sensaciones caminó el espectáculo.
A destacar también el ánimo didáctico de la cantante que en un par o tres de ocasiones se dirigió a la audiencia para, además de agradecer la velada, explicar el porqué de su música y la razón de algunos temas, quizás con demasiado detalle. Tampoco olvidar a los nueve paladines musicales que flanquearon a la dama blanca con pura artesanía y eficacia, y sin demasiados virtuosismos, que para eso ya estaba la estrella. Quizás no fue un gran concierto pero cumplió con las expectativas esperadas dando calma a una calurosa noche de verano barcelonés. En el otro lugar de la ciudad, el calor y la comunicación llenaron los corazones de 70.000 almas vibrando minuto tras minuto // Antonio Álvarez