Ablaye Cissoko & Volker Goetze
Ablaye Cissoko & Volker Goetze
“Djaliya” Kora, Ma Case | L´Autre, 2014
La kora, o harpa africana, es a la música africana lo que la guitarra española al flamenco. Y en este caso si se alía con los sonidos de una trompeta surge un cóctel tan sabroso como uno de mariscos. No es la primera vez que unen sus fuerzas el trompetista alemán Volker Goetze y el korista senegalés Ablaye Cissoko, ya que grabaron el disco conjunto Sira hace ya un lustro. Y en Djaliya repiten las constantes que forjaron con su mesura y buen hacer. La colisión entre los cristalinos y bucólicos sonidos de la kora y las ráfagas de humeante jazz de la trompeta crean una simbiosis muy lograda. Los nueve temas que componen este trabajo se caracterizan por el recogimiento y la templanza más absolutas. Son canciones ideales para escuchar a la luz de la luna o alrededor del crepitar de una fogata, dado su halo nocturno. Ablaye Cissoko además de rasgar las cuerdas de su arpa africana tiene una voz amable de tenor, y que sin destacar excesivamente atrapa al óyete por la sensualidad que descarga. Así en Souma manone (si pudiera, en lengua wolof) nos habla de ese sentimiento tan encontrado que es ser feliz con tu trabajo pero descuidar tu faceta de padre, al tener que abandonar a tu pequeña hija en la ausencia que provocan las continuas giras por medio mundo. En N´a banco Cissoko toca el tema del extremismo religioso tan extendido tanto en el oriente africano como en Mali, Nigeria o la República Centroafricana. “Con tal que Africa permanezca desunida, no nos será posible erradicar la enfermedad”, canta Cissoko entre las ráfagas contenidas de la hiriente trompeta de Goetze. Para el artista senegalés la política no es precisamente un juego si no una gran responsabilidad a la que llama en Politiki, una pieza con una melodía y un tratamiento totalmente mandinga que recuerda a su vecino Salif Keita. No se olvida tampoco Cissoko del público que acude a sus conciertos y le rinde pleitesía de forma arrebatadora en Nté dionola (mi eterna gratitud). El recuerdo a la elegancia de la mujer queda patente en Signare, donde elogia la compostura de esas sensuales damas que tanto se prodigan en Senegal, y en especial en la isla de Gorée, desde dónde partían los barcos con esclavos rumbo a América. Gal bi (la piragua) pone un grito en el cielo ante el fenómeno de la inmigración clandestina y de todos los que arriesgan con sus vidas para perderse en las aguas en busca de un pretendido Eldorado en el que cambiar su desesperado sino. Djaliya (cantar en mandinga) es un hechizante homenaje a la noble profesión de los portadores de la palabra y transmisores orales de la historia de los pueblos, los griots africanos. Tras la instrumental Dance of the chameleon, una pieza algo subida de revoluciones dentro de la constante acústica, el disco pone punto y final con Wouloulalou, una reverencia musical a la fuente de vida que son los padres y a la vez un recordatorio a sus obligaciones para con los hijos, que incluyen darles una buena educación, amor, cariño y protección. + info I Relacionados I Miguel Ángel Sánchez Gárate