Lila Downs
Grec 2015
Sala Barts, Barcelona, 24 de julio de 2015
De alguna forma, la extensísima gira que está haciendo Lila Downs por Europa y América es, realmente, un ejercicio de catarsis, igual que su último trabajo discográfico, Balas y Chocolate. Un ejercicio de celebración de la muerte y, por supuesto de la no muerte, de la vida. Acontecimientos muy cercanos, le han llevado a hacer esta reflexión sobre ello, y la cantante lo ha convertido en música. Y era ese espíritu de celebración, de la muerte como fiesta, que tradicionalmente se respira en su país, y también de la vida recuperada, la que transmitió en una Sala Barts absolutamente llena, donde la gente bailaba, dentro de lo que el espacio les permitía, y cantaba y jaleaba cada uno de los temas y cada una de las palabras de la cantante. Una gira en la que cuenta con una nutrida banda, con Rafael Gómez a las guitarras, Luís Guzmán al bajo, la percusión de Paty Piñón, el trombón y el acordeón de George Sáez, la batería de Edgardo Serka, los teclados de Leo Soqui, y, naturalmente, Paul Cohen, a los vientos y la dirección musical. Todos ellos acompañados de unos cuidados montajes de video, tanto en directo como grabados.
Tras una espera algo larga, que parece que en algunos sitios se está poniendo de moda, apareció el grupo en escena con la cantante al frente, con una falda blanca con puntillas, un corpiño azul con bordados, con unas mangas sueltas haciendo juego y un sombrero de vaquero americano que iría alternando con otro mejicano. Comenzó interpretando La cruz de madera, donde nos explica cómo quiere su velorio. Pertenece a su último disco, uno de sus trabajos más personal, en el que más de la mitad de los temas están compuestos por ella misma y su marido, Paul Cohen, felizmente recuperado y, por supuesto, presente junto a ella, como siempre, en el escenario. Las primeras palabras de Lila Downs fueron: “Muy orgullosos de estar en tierras catalanas, de sentir ese orgullo de identidad que se siente único aquí […] pero no hablemos de esas cosas, vamos a hablar y vamos a cantar, también, sobre la cruz, sobre la muerte, pero también sobre el mole, también sobre el burro,…” definiendo perfectamente lo que iba a ser su concierto.
Dedico el siguiente tema, Humito de copal: “A todos los periodistas en la línea de fuego”. Una canción también de su último trabajo. Después fue La Burra, del que dijo: “Así se canta la raíz africana, la raíz indígena y la raíz española”. Luego La promesa, que, dijo que: “Se puede hacer por el amor”. “¿A quién le gusta el chocolate? Que viene de Latinoamérica”, preguntaba para presentar Balas y Chocolate, la canción que da título a su álbum, que fue interpretando haciendo referencia a todos los países latinos, referencias coreadas por grupos por los asistentes al sentirse identificados.
“El son de una milonga, se vino pa México y se volvió un danzón, también fue pa Cuba y regresó […] ¿Qué será verdad, qué será mentira?” dijo para presentar Dulce Veneno, un tema que interpretaba cantando y hablando, de forma alterna, incluso ayudada por un altavoz de mano. La Farsante es una canción de traiciones y venganzas, que está casi en la línea de las de Paquita la del Barrio. Compuesta por Alberto Aguilera Veladez, en el disco la interpreta junto a Juan Gabriel, y tiene frases tan contundentes como: “Yo no quise ser mala, /pero tú tienes la culpa”, o: “Voy a hacer que al cabo /me pidas perdón y me implores amor /adelante tu amante…” Absolutamente contundente. Por supuesto, también coreada por el público, junto a ella.
“Ahora sí, vamos a cantar una canción de José Alfredo Jiménez”, anunció, con gritos entusiastas de los asistentes, para interpretar Vámonos, primer tema de la noche de su disco anterior, Pecados y Milagros. Y dijo que íbamos asistir a:“Una guerra de las acordeonas, por aquí el estado de Sonora, por aquí el estado de Texas”, donde los dos acordeonistas del grupo se enzarzaron en una lucha musical.
Llegaba entonces uno de los momentos más delicados de la noche, cuando presentaba el tema, Cuando me tocas tú. “Al pensar en la muerte, nos acercamos un poco más al cariño de los nuestros, […] y de ahí parte la necesidad de componer este tema entre Paul y yo”, decía antes de entonar esta preciosa balada de amor compuesta junto a su marido, Paul Cohen.
Recordó entonces el primer concierto que dio en Barcelona, también dentro del Festival Grec, como éste, en la Plaça del Rei en el 1999; y se dispuso a ofrecer La Patria Madrina, que canta en su disco con Juanes, y de la que dijo que eran: “Unas reflexiones sobre las noticias de allá, en México”, refiriéndose a la tragedia de Ayotzinapa. Uno de los temas más oídos de su trabajo. Al acabar, entre gritos de ¡Viva México!, de los espectadores, dijo que: “En momentos difíciles […] cuando existe en los países una reflexión del momento en el que estamos viviendo históricamente, miramos al campo y escuchamos los versos de un campesino y nos damos cuenta de la perspectiva de las cosas”, y canto la preciosa, Viene la muerte echando rasero, llena de pensamientos tan sencillos como sinceros.
Luego fue Mano Negra, con su ritmo contagioso, previa a su interpretación de Cucurrucucú Paloma, también de su disco anterior. Explicaba la cantante que cuando era niña en su pueblo no había televisión y que iba al cine a ver las películas que llegaban, entre ellas algunas de Lola Beltrán, Pedro Infante o Jorge Negrete donde se cantaban canciones como ésta de Tomás Méndez.
Desde el público le iban pidiendo algunas de sus canciones más conocidas, pero que no estaban previstas en el recital. Fue entonces cuando ella, con su voz desnuda, hizo una versión absolutamente mágica de La Llorona, agradeciendo esa comunicación que, dijo, se da entre los espectadores y los artistas, que se confirmó por la participación de aquellos en la interpretación del tema junto a ella. Un momento de pura emoción que dio paso a Son de difuntos, teóricamente el último de su concierto, donde presentó a la banda, y a los técnicos.
Pero luego, aclamada por el público, llegaron Zapata se queda, y Fallaste corazón, ambas de Pecados y Milagros; tema este último de Cuco Sánchez, en el que ella volvió a esas rancheras que tanto y tanto gustan y en el que demostró que aquellos problemas de voz que la estuvieron rondando estaban totalmente superados. Y finalizó con Cumbia del Mole, la canción dedicada a: “Esas mujeres que son los pilares de nuestros países, las mujeres que muelen el maíz y que muelen el mole”. Pidió, antes de irse, hacerse un selfie con su público, lo que ha venido haciendo en todos los teatros de la gira, y se despidió.
Tuvimos a una Lila Downs recuperada después de unas épocas algo complicadas, y que volvía a los escenarios pletórica, con los ánimos intactos y con esa fuerza y esa calidad en sus interpretaciones que la han convertido en uno de los máximos referentes de la música latina. Una mujer de variados registros, que pudimos ver la otra noche, comunicativa con su público, al que, se nota, agradece el cariño que transmite y que ella devuelve con creces con su música, con una sencillez que tampoco en las distancias cortas ha perdido a pesar de todos sus éxitos, como hemos comprobado más de una vez. + Info | Relacionados | Texto y Fotos: Federico Francesch | DESAFINADO RADIO