La Troba Kung-Fú
La Troba Kung-Fú
Rumbia a diestro y siniestro
Con una portada que rinde sentido y sincero homenaje a los recopilatorios que la discográfica inglesa Soul Jazz Records dedica, desde hace más de una década, a los tesoros musicales publicados por la mítica casa jamaicana Studio One, llega SantAlegria (Chesapik, 2013), el tercer disco de la formación liderada por Joan Garriga. Si lo comparamos con A la panxa del bou (Chesapik, 2010), es un trabajo más fresco y abierto, que ofrece hits instantáneos, marca de la casa, como Rúmbia, A ballar o La parranda. Este mismo viernes, 21 de junio, bajo la carpa del Circ Cric, en la cara sur del macizo del Montseny, la nueva criatura será presentada, de forma oficial y especial, a toda la familia practicante del kung-fú rumbiero.
Una característica muy evidente de SantAlegria es la presencia explícita en las letras del paisaje que te rodea, el de la comarca del Vallès Oriental donde vives: el tren de cercanías, los polígonos industriales, los bosques del Montseny…
De hecho podríamos decir que es un disco “ultralocalista”. Cuando se acabó la temporada de conciertos del año pasado, nos dimos cuenta que tenía sentido explicar nuestro entorno cotidiano, aquello que nos acompaña cada día. A la panxa del bou transmitía una idea de viaje muy potente, pero la verdad es que lo hicimos desde el interior de una burbuja, encerrados en el estudio, en los viajes, en nosotros mismos… Fue extraño, como si el mundo caminara por un lado y nosotros, por otro. Desde que lo terminamos que lo considero un disco oscuro.
¿Has vivido entonces SantAlegria como una liberación?
Sí, nos apetecía cantar a la C-17 y al Turó de l’Home, para expresar esta bipolaridad extrema que sufrimos la gente de los alrededores de Barcelona (o de cualquier otra gran ciudad parecida) entre nuestra parte urbana y nuestra parte rural. También quisimos ser más directos, más ligeros, trabajar el disco con cierta despreocupación. Cuidado, hay mucho trabajo, con las letras y con las músicas. Pero nos dimos cuenta que algunas canciones se podían defender muy bien sólo con la voz, el acordeón, la guitarra, el bajo y la batería. Y que en dos minutos y medio ya quedaba todo dicho, que no era necesario complicarlas más. “Tira, tira, tira”, nos decíamos los unos a los otros. Quisimos coger ritmo de creación y volver a la canción, ser concretos y no divagar demasiado.
¿Qué papel juegan tus letras en este retorno a cierta sencillez? Porque, como siempre en tu caso, son bien interesantes.
La verdad es que he escrito mucho para este disco. Y lo he hecho como siempre, no conozco otra forma de hacer este oficio. A veces casi sueñas la canción, como me pasó con Volant. Y a veces la tienes que dejar en un cajón, recuperarla al cabo de un tiempo, insistir con ella, descansar de ella. Cada canción es un mundo. De hecho, algunas tienen que cambiar cuando las subes al escenario. Es posible que fijarnos mucho en la proximidad, en nuestro paisaje y nuestro paisanaje, haya hecho que el conjunto tenga un sabor más casero, más de estar por casa. En cualquier caso, lo más importante es que este localismo transmita un mensaje que cualquier persona pueda sentir como propio.
¿Trabajar desde un entorno de música popular como hacéis vosotros, con la rumba, la cumbia y demás, facilita establecer este vínculo con el público?
No lo creo, los estilos son el paisaje y los colores que uno utiliza para expresarse. La música popular es un instrumento, un recurso, que tiene ventajas e inconvenientes, como todo en la vida. En ocasiones te encuentras limitado y otro día la clavas. Diría que lo más importante, hagas lo que hagas, es dar el máximo y ser honesto. Si tú te emocionas, es más fácil emocionar a quien te escucha. Por otro lado, me gusta huir de la normativa: hay estilos que sólo se pueden cantar en inglés, con la rumba no se puede hacer poesía… Esta ortodoxia no va conmigo.
¿Qué sentido tiene hacer elepés en estos tiempos?
Sí, nosotros también nos lo preguntamos. Creo que un disco como éste, de dieciséis temas y una hora de duración, interesa a poca gente. Ahora las canciones se difunden una a una, a través de las posibilidades que ofrece la tecnología digital. Tenemos que volver a los viejos tiempos: a medida que escribes material, grábalo y dale salida. Si queremos ser cronistas de la vida, no tiene mucho sentido publicar ahora un tema que está listo desde hace dos años. Tenemos que encontrar un formato, parecido a aquel primer dub-fulletí que hicimos cuando arrancaba el proyecto en el año 2006, para explicar pequeñas historias y acercarlas a la gente. Como si fuesen un cuento o un tebeo. Tenemos ideas sobre este tema, pero nos falta encontrar el qué y el cómo para llevarlas a la práctica. De hecho, el kung-fú es esto, una cuestión de ritmo.
¿Nos tenemos que quedar ya con este concepto de la rumbia vallesana?
Sí, ya tocaba darle un nombre a este estilo particular que practicamos. De hecho, con Carles Belda, que es de Sabadell (el Vallès Occidental) y también acordeonista, a veces usamos la palabra “vallesnat”, en una adaptación muy sui generis del vallenato colombiano. Pero, vaya, no inventamos nada, hay miles de canciones que suenan similares a las nuestras y que hablan de lo mismo. Nosotros sólo podemos aportar esfuerzo y curiosidad para transmitir paisajes, ideas, emociones… + Info | Relacionados | Jordi Urpi | Fotos: Alex Carmona