La Fête Africaine
La Fête Africaine
Festival Cruïlla de Cultures
Mataró, Camp de Fútbol de Cerdanyola
14 de julio de 2007
La intención era buena, buenísima. Una fiesta africana con ritmos del continente negro de ayer y de hoy, a pie de calle, cercanos a un público inmigrante habitualmente entusiasta y hambriento de escuchar y bailar los sones auténticos de sus países de origen. No hay pueblo más musical, festero y animado –a excepción del latino– que el africano, aún más si cabe cuando está lejos de su casa y se le propone un banquete musical y bailongo como el que preparó con buen criterio la organización del festival de Mataró. Sin embargo, a veces las fuerzas (divinas o animistas), los planetas o ves a saber sé qué no se ponen de acuerdo y la energía no salta como debiera. Eso es lo que sucedió el sábado, 14 de julio, en pleno barrio árabe-africano de la ciudad de El Maresme. Los tres grandes protagonistas de la “supuesta” fiesta (el rap de Daara J, la percusión de Doudou N'Diaye Rose y el pop de Omar Pene, especialmente aburrido) no consiguieron levantar del todo a un respetable no muy numeroso, pero africano en su mayoría y, como tal, sediento de buena rumba. Resultaba rarísimo estar en primera línea, junto a senegaleses y gambianos, y no verlos “volar” con sus saltos al ritmo del vertiginoso sabar de Doudou N'Diaye, quien tomó el escenario con catorce músicos tocando este tambor y bailarinas incansables con sus danzas tradicionales. Sólo al inicio, los explosivos raperos de Daara J lograron, con su habilidad rítmica, sus rimas y sus efectos vocales junto a los scratchs de DJ Neasso, mover al respetable y llenarle de grandes expectativas de lo que iba a ser una noche encendida. También nuestro compañero, Doctor Batonga!, intentó entre concierto y concierto ponerle algo de “color” a la noche con una buena selección africana. Pero el ambiente siguió hasta el final desabrido y “políticamente correcto”, sin rastro de lo que puede suponer cualquier fête africaine, por pequeña y modesta que sea, en un garito de Zinguinchor o bajo un cañizo y con un radiocasete en cualquier rincón de su anhelada y mágica Casamance. Esperemos que en esa bajada de adrenalina rítmica entre nuestros “compatriotas” africanos no tengan demasiada culpa las influencias de este “primer mundo” encorsetado e insulso. Todo lo malo se pega. // María José López Vilalta, 'La Morocha'