Jonathan Crayford solo piano with especial gest Isabel Rivera Cuenca
Jamboree 3, 25 de octubre de 2022
Doble incógnita (por la sala y por el cartel) al asistir anoche a este concierto programado en la nueva sala de Jamboree 3. Situada a escasos metros de su hermano mayor Plaça Reial, 18. Donde estaba el Herbolari Farran, nos recibe también en un sótano, pero en un espacio más acogedor que la Jamboree que todos conocéis. La distribución de mesas y sillas le da un ambiente de club más relajado, Escenario con un piano de cola y suficiente espacio alrededor para posibles sorpresas. En el cartel Jonathan Crayford solo piano with especial gest Isabel Rivera Cuenca. A Crayford me lo había presentado la misma Isabel Rivera hace un par de semanas en un concierto en la SFB EL Dorado, advirtiéndome que estaba de gira por Europa y no debía perderme su bolo en Barcelona. Crayford según explicó la misma Isabel Rivera, que lo conoce bien de su estancia en Nueva Zelanda, es un músico fundamental en la escena de su país, recientemente ha recibido lo que equivaldría a el Grammy en su continente por la banda sonora de una serie en TV, pero como demostró anoche también es un pianista de jazz al que deberíamos seguir de cerca. Empezó Crayford con un par de temas suyos, el oscuro Dark Light, en que se me mezclaban imágenes de la música de Barry Adamson con la de Abdullah Ibrahim (esa maldita necesidad de poner ejemplos) Poco a poco me centro en sus dos manos juntas en el medio del piano y me libero de comparar, Crayford busca sutilezas en ese espacio en que nada sobresalta y me siento cómodo, creo que él también. Un tema que podríamos clasificar de música contemporánea, siempre que admitamos que Jarret, Mehldau o Mezquida también hacen música contemporánea (cuándo les viene en gana) Su segunda composición después de 10 minutos y un buen aplauso viene un cambio radical Skyscraper Scaffold (una espacie de homenaje a los rascacielos) en que curiosamente la música empieza con un juego percusivo que no podrías clasificar para ir acercándose a un raig time (de nuevo le encanta trabajar en el medio del teclado) si Air (Threadgill/Hopkins y McCall) en 1979 le dieron una buena revisión a Jelly Roll Morton, ahora en el 2022 Crayford les da una buena revisión a ellos. Y que mejor manera para empalmar con la primera versión de la noche Eronel (Monk) El público se lo estaba pasando bien (siempre se nota en estos espacios pequeños) El pianista se atrevía ahora ya a jugar con las distancias que precisa la música de Monk y jugaba con la libertad del que sabe lo que se trae entre manos. Me gustó mucho como enfocó la versión de Eronel, un tema complicado y poco conocido, al que supo extraerle ese misterio que tenía la música de Monk. Aprovechó para presentar el siguiente tema, Sonrisa de Herbie Hancock. Este tema de Hancock le sirvió para retomar ese acercamiento a la música hispana (o más exactamente de la América de habla hispana, de ahí el título en español) que tanto ha atraído a músicos como Hancock, Corea o tantos y tantos pianistas de jazz nacidos en América del Norte. Ahora suena una repetición de notas que advierte de alguna sorpresa, a su izquierda “penetra” en el escenario, la figura oscura de una “embozada” que poco a poco se irá acercando a la música para entrar (primero solo con “arañazos” de los zapatos) después con una conexión física con Crayford y poco a poco se irá soltando para volar expresar su propia música. El tema se titula Un alma grande en un cuerpo pequeño, (refiriéndose sin duda a la bailaora y amiga) Me comentaba Isabel Rivera, que estando ella en Cádiz y Crayford en Nueva Zelanda mediante una conversación por teléfono detectaron la necesidad de crear algo para la visita de Crayford a Europa. El pianista tejió la melodía principal, y a partir de ahí, “construimos para deconstruir después” ¡pero volvamos a escena! Ese cuerpo de movimientos tímidos que necesitaba al principio la seguridad del pianista se aleja y empieza a revolotear buscando su sitio en escena, brazos, giros, palillos pero sobre todo zapato rasgado. Crayford se va a la repetición que libera tensión y Rivera coge el palo del relevo y da sus primeras pataitas definidoras del flamenco que atesora. A partir de ahí el peso recae en ella, Rivera es la que manda, porque sabe y porque puede y esa libertad la lleva a crecer y crecer sin límites, sabiendo que ese músico que le acompaña, ahora está su disposición. Y es cuándo nace la verdadera libertad de dos músicos. Por un momento el piano percusivo de Crayford y el zapateao libre y contundente de Rivera, tanto homenajeaban a Jarret como a Canales. Después de este terremoto flamenco, hay como un repensar, como una segunda parte del tema y ahí viene ese detalle que tanto me gusta del baile de Isabel Rivera, cuándo le miro a los ojos y tiene esa sonrisa (permanente) que parece decirte, bailo para mí pero también para ti. Poco a poco se vuelve a la seguridad de la composición, se acerca físicamente al piano y al igual que empezó, une su cuerpo al pianista e incluso se permite añadir sus pellizcos de sal (tocando las teclas más agudas del piano) para acabar de aderezar ese guiso tan sabroso que están cocinando entre los dos. Podría haber terminado aquí perfectamente, pero todavía Cryford quería decir más cosas, Y nos ofreció otro tema suyo (ahora en castellano) Donde la luz y el agua se juntan, un tema precioso dónde quedó patente su habilidad para construir músicas que puedan acompañar a imágenes, sean de televisión, de cine o de las mentes de las personas con imaginación. Desde las obscuridades del primer tema a la luz de este último, la música de Jonathan Crayford fue una experiencia enriquecedora. Y la conjunción del piano con el baile de Isabel Rivera Cuenca una confirmación de que los continentes no están tan lejos como nos quien hacer creer. + info