J. A. Arcediano

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J. A. Arcediano
“Suburbio 16”. Junta de Castilla y León, 2012.

Aunque sea tarde, es justo destacar este emotivo libro firmado por uno de los principales fundadores de la extinta revista La Musa Araña. Galardonado con el 2º premio Fray Luis de León, Suburbio 16 llega avalada por los precedentes trabajos de J. A. Arcediano: Los bosques de Wisconsin (2004) y La verdad del frío (2009), ambos publicados por La Garúa.

yH5BAEAAAAALAAAAAABAAEAAAIBRAA7 - J. A. ArcedianoSuburbio 16 es un poemario que, de tener banda sonora, sonaría a blues añejo, o a un jazz cadencioso con mucho solo de saxo abandonado, muy gris y triste. Así de frágil se nos presenta el autor en estas páginas, cartografiando no sólo un espacio marginal en su memoria (el que habitó en su más tierna infancia), sino también el de las propias –y ajenas– miserias humanas, subrayando el dolor por la ausencia del padre y la posterior aceptación de su muerte.

Distribuido en cuatro partes, Suburbio 16 es un vivo corolario de sentimientos en crudo. Esa brutal honestidad con que Arcediano desnuda su alma se viste de fracaso, decepción, tristeza, melancolía o pérdida según la ocasión, siempre de luto consigo mismo. Calle sin asfaltar es el primer apartado del libro, un puñado de breves poemas sin título que parecen apenas esbozos de algo que está por venir, pero que se enan con cierta lógica de continuidad por medio de un verso reiterado o de alguna imagen recurrente. En Plan de desarrollo, el segundo gran bloque del poemario, el autor experimenta con la forma libre, tejiendo poco a poco una larga elegía surgida de la contemplación solitaria de una vieja fotografía. Aquí, Arcediano aún conserva un comedido control de los sentimientos, aunque sea golpeándonos la conciencia y el corazón con versos tan duros como éstos: “Hoy estamos aquí, pero mañana no quedará ni rastro de nosotros, solamente el recuerdo de los que, pese a todo, nos quisieron”. Casi se diría que el autor está cabreado con lo peregrino de la memoria, con lo efímero del sentimiento, incluso consigo mismo.

Quitando ese forzado entremés que es Eros en los escombros, de temática amorosa, Arcediano vuelve a la carga lanzando al río el hilo sentimental con que el lector quedará atrapado sin remisión. Retoma el duelo de su progenitor, que esta vez revolotea como un jilguero sin norte entre calles silentes y en penumbra perpetua, posándose en ramas secas de árboles huecos, callando el grito desesperado de su nombre sin que nadie atienda nunca a su llamada: “Regresas y regresas / y tengo que decírtelo, / no quiero verte así, padrecarademuerto, / perdida la mirada, / como si aún mirases al mañana / en esta tarde fría y decadente”. Abundan en estos 24 poemas finales un arrastrado pesimismo que todo lo empapa a lo largo de casi la mitad del libro, dejando un poso amargo en el paladar y un hondo pesar en el alma. Sin embargo, el autor encuentra la redención a través de las palabras, por medio del ejercicio poético, venciendo la sensación de derrota a través de la sublimación literaria. Así, el poemario es también catarsis, y esa empatía que establecemos con él en su lectura resulta también la salvación de su propia angustia. Sí, es éste uno de los poemario más demoledores que estos ojos han leído, entregado y agradecido, en los últimos tiempos. +Info | Relacionados | Iván Sánchez-Moreno