Improvisaciones Cronometradas

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SFB El Dorado. Sandaru 6 del 5 del 2021

Siguiendo con la programación que lleva por título Barcelona Flamenca y que nos ofrece todo este trimestre un recorrido por el flamenco que ahora mismo están haciendo gente relacionada con Cataluña llegaron estas Improvisaciones cronometradas. Se trataba de escoger parejas de artistas (al menos una debía estar relacionada con el flamenco) que no hubiesen trabajado juntas y ofrecerles un espacio y un tiempo (30 minutos) para desarrollar una improvisación. Presentó Aina Núñez (bailaora y dinamizadora de este ciclo) a los creadores de la idea Ana Pérez  y Pol Jiménez quienes relataron el porqué de esta experiencia. Ana Pérez trabaja desde su espacio La Tacones en esa idea desde hace tiempo, y Pol Jiménez es un bailarín cercano a Juan Carlos Lérida (uno de los nombres fundamentales para entender el baile ahora mismo) llevan ya cinco años con este proyecto y lo han desarrollado en diferentes ciudades. yH5BAEAAAAALAAAAAABAAEAAAIBRAA7 - Improvisaciones Cronometradas Para esta noche las parejas escogidas que se acababan de conocer fueron primero la bailaora Belén Cabanes y el percusionista Carlos Cuenca. Y en segundo lugar la bailaora Andrea Jiménez y la cantaora Ana Brenes.  Hay un huevo de cocina que sirve de reloj, se prepara y a los 30’ se dispara y ya no se puede hacer nada más, así se evita buscar finales. Cada artista puede hacer lo que quiera, cantaores que bailan, o bailaores que recitan todo sirve.  Y así empezó, en el escenario un teclado y un ordenador en manos de Carlos Cuenca, Conocía a este músico de otros proyectos como Entre orillas, pero me sorprendió gratamente la facilidad para crear ambientes sonoros que se adaptasen tan bien al flamenco, pero bebiendo de otras músicas  (en el suelo tres juegos de castañuelas de diferentes colores (sabíamos que Cabanes es famosa por su baile en el que las castañuelas son muy importantes) también un cajón y un pandero que presumiblemente utilizará Cuenca. Empiezan sin prisa la música que va generando Cuenca se suma con facilidad a las palabras grabadas de José Mújica y también a retales de cante flamenco, mientras que Belén Cabanes alterna el trabajo de castañuelas perfectamente adaptadas a las percusiones que va produciendo Cuenca con momentos de bailes o movimientos menos rítmicos pero muy originales para acoplarse a las propuestas del percusionista, no hay una voz “cantante” van alternando quién sigue a quién y por supuesto que hay momentos de dudas y pequeños espacios vacíos de reflexión, pero en general hay un continuo que mantiene la narración. Belén Cabanes baila con soltura y maestría cualquier propuesta, Cuenca prueba con el pandero y con el cajón, pero da la sensación que se encuentra más cómodo con los teclados a los que volverá y Cabanes aprovecha ese regreso para acercarse físicamente a Cuenca e intentar fundirse mucho más en su proyecto. El huevo suena y la sala rompe en un aplauso intenso y visceral. Después de recoger las herramientas de la primera pareja, salen Andrea Jiménez con una pandereta y Ana Brenes (sin armas aparentes) conozco bastante el trabajo y la evolución como cantaora de Ana Brenes, pero no sabía quién era Andrea Jiménez. Las dos descalzas se pasean por el “ruedo” como dos gladiadoras que observaran al enemigo, pero pronto se evidencia que las dos jóvenes van a apostar por la fusión física como manera de llevar adelante este desafío. Jiménez cantaba con una voz suave mientras se acompañaba con su baile en una recreación bucólica de cualquier folklore ibérico, pero Brenes en lugar de usar su voz flamenca como arma principal, quiso dejar que su cuerpo se expresase libremente, bailando, cogiendo a Andrea y levantándola (con riesgo físico) preciosa la escena de  Andrea encima de Ana las dos cantando como dos trabajadoras del campo. Para Ana eran tan lícitas las negras seguiriyas (geniales) como los cantos infantiles que siempre son los más recurrentes (cinco lobitos) llegando a improvisar algunas reflexiones sobre la transparencia de las personas que llenaron de poesía el círculo que iban tejiendo entre las dos, 30 minutos son mucho tiempo y, si yo sufría, no puedo imaginarme como lo estaban pasando ellas. A la salida hablando con Ana me confeso que apenas recordaba lo que había hecho. El público volvió a responder al huevo con aplausos y gritos de satisfacción. Improvisación con mayúsculas, queremos más. + info | relacionados | Fotos: Joan Cortès

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