Hespèrion XXI & Ensemble Radio Kaboul
Hespèrion XXI & Ensemble Radio Kaboul
Barcelona, L'Auditori
5 de febrero de 2007
La buena música es la que está al margen de culturas, épocas y etiquetas. Barajar lenguajes y estilos que van del Medievo a nuestros días y de Zagreb a la India –vía mediterránea– en dieciséis músicos de identidades difusas y limítrofes es una de esas experiencias que sólo se viven muy de vez en cuando, una evidencia más de que sólo las mentes cuadradas, ajenas al milagro geométrico de la esfera, diferencian entre el norte y el sur, el oriente y el occidente de un planeta sabiamente redondo. Jordi Savall y compañía entretejieron ritmo y matiz en un repertorio bien engarzado y coherente (y largo: más de dos horas y media de música non stop) con personalidad propia y un cartel de grandes popes: los oudistas Yair Dalal y Driss el Maloumi (que acabó ensombreciendo al primero), el ensemble Radio Kaboul, la maestra Ustad Mahwash y el grupo Hespèrion XXI, capitaneado por un Savall que se mantuvo en un segundo plano para delegar todo el protagonismo en sus invitados, quienes, sin embargo, no dispusieron de demasiado espacio. Al carecer de un repertorio común, los músicos parecían yuxtaponerse unos sobre otros alcanzando, en ocasiones, momentos de absoluta poesía: en el Lamento de Tristano, con la viella de Savall entonando plañideramente el dolor del desamor antes de convertir las penas en humo; en una nana bereber dedicada a la luna y cantada a dúo por Maloumi y Montserrat Figueras; en el Saltarello, pieza que Dead Can Dance fagocitó hace unos años; en Escucha el nay, tema emblemático de Mahwash que pocas veces ha tenido acompañamiento más brillante… Ya el inicio apuntaba maneras hacia la sorpresa –una saeta andalusí invocando en la oscuridad el Alba que abriría el concierto, haciéndose la luz sobre el rebab de Savall–, aunque se echaron de menos más intervenciones solistas (de Begoña Olavide en el salterio, de Dmitri Psonis en el santur, de Prabhu Edouard en la tabla, de Arianna Savall y su hermosa voz…) y algún generoso tijeretazo en la duración de los solos. Tras una veintena exquisita de temas y canciones de todo cuño y toda cuna, la superbanda acabó pasándose la voz y el idioma en una tonada sefardí, antes de cerrar con un extracto del Llibre Vermell de Montserrat. Savall lleva lustros emborronando inteligentemente los límites entre la música popular y la culta –una separación artificiosa que sólo ha servido para perjudicar al público, enquistándole en élites– y probando verdaderos crossovers muy alejados de esas postizas hibridaciones creadas por discográficas indie con miras antropocéntricas y mercantiles. En tiempos tan cerriles como éstos, Savall se merece los laureles de un héroe.// Iván Sánchez Moreno y Brigitte Vasallo