Haris Alexíou
Haris Alexíou
Festival Únicas
Palau de la Música de Barcelona
10 de junio de 2008
Se acabo, concluyó la sorpresa, la expectación que sucede a una tempestad, y es el momento en el que el viento vuelve a soplar con calma, ante el recuerdo. De igual forma, como no podía ser de otra, los presentes en el Palau conservarán el encanto y el magnetismo terrenal provocado por el torrente griego de Haris Alexíou. Con unos treinta años de carrera musical, Haris se estrenaba en Barcelona en el templo musical de la ciudad para corroborar que todo lo que habíamos escuchado, y lo que podíamos imaginar acerca de su arte era cierto. La artista de Tebas, acompañada por una formación de nueve músicos, nos regaló una muestra de su vibrante trayectoria. Inauguró la ceremonia con la encantadora y oportuna Sinaflía (Concierto) y prosiguió cantando durante más de dos horas repasando diferentes momentos de su extensa discografía. La semilla germinadora de la conservación actual de la música tradicional griega, además de poeta y compositora, dedicó también algunos temas a su amigo y poeta Manos Loizos, de quién cantó algunas canciones. De hecho, el último disco de la diva, en directo desde Atenas, está dedicado a temas del joven y desaparecido creador. La vida, el amor, la libertad y la justicia fueron temas a los que Loizos cantó a lo largo de su experiencia vital.
Tras el homenaje, Haris continuó a dúo con el cantante Babis Stokas y, posteriormente, mientras él cantaba en solitario, ella aprovechaba para descansar. A la vuelta continuó con la bella versión del Tango to Evora, de la canadiense Loreena McKennitt, que dio paso a la esperada presentación de María del Mar Bonet, con quién compartió la bella Gia Ena Tango (Por un tango), o Per una cançó (Por una canción), como la ha rebautizado la cantante mallorquina en su último disco. De la interpretación del tema a dúo, en griego y en catalán, no hay nada que decir, fue bastante digno, pero en lo que respecta a los respectivos piropos, algunos opinarían que fue el momento más casposo de la noche. Además, también sirvió para comprobar las diferencias entre ambas artistas. La mallorquina hizo gala de su arte de conservatorio y voz impostada, mientras que Haris daba rienda suelta a su canto natural y libre, sin aditivos ni retórica, con una naturalidad aplastante.
Si en el inicio de la velada sonaron temas melódicos, el tramo final se centró en las canciones más folclóricas y terrenales de su Grecia natal, demostrando que en esta tierra, musical y culturalmente, la frontera entre Oriente y Occidente se desdibuja. Sonidos envolventes y el hechizo brujo de la música árabe tuvieron viento a favor y el beneplácito del distinguido público presente. Otro comentario se merece la formación de acompañamiento, que aunque deslumbró ejemplarmente en la ejecución, en sus semblantes no se prodigaron las sonrisas.
Para terminar, en inglés y griego, Haris lamentó no poder dirigirse a la audiencia en la lengua del lugar y prometió hacerlo en otra próxima ocasión. Contenta y risueña, dominando el espacio escénico a la perfección, y el patio de butacas, su voz hechizante, su música y sus letras, fueron capaces de tejer un hilo mágico entre ella y la audiencia. Como representación de la madre tierra, la artista parece absorber la energía telúrica y transmitirla con verosimilitud. Esa fuerza, ese realismo con el que canta, es lo que la ha convertido en una referencia en su país, en el Mediterráneo y en el planeta, siendo ya una figura universal de la música.
Y no podríamos acabar esta reseña sin destacar el buen olfato musical de la organización del Festival Únicas para traer a Barcelona la riqueza artística de las intérpretes propuestas, demostrando que la creación femenina tiene tanta riqueza, o más, si se compara con el pasado y tradicional dominio masculino // Antonio Álvarez