Giulia Valle: «Las letras de Carlos Cano me parecen de una profundidad infinita»

El próximo viernes 6 de marzo, a las 20.30h, se presentará en el Teatre Joventut d L’Hospitalet de Llobregat el espectáculo «Carlos Cano en clau de jazz», una revisión de la obra del cantautor granadino a los veinte años de su desaparición. Es una coproducción del Festival BarnaSants con el Taller de Músics y Carlos Cano Producciones S.L. Al frente de esta novedosa propuesta musical está la contrabajista, compositora y arreglista Giulia Valle, considerada actualmente una de las creadoras e intérpretes más originales, relevantes y potentes de la escena jazzística europea. Desde su mundo musicalmente complejo se ha acercado al canto popular de Carlos Cano acompañada de un excelente grupo de instrumentistas y la cantante Rusó Sala para que los temas de este otro granadino universal (con permiso del maestro Federico) suenen como nunca antes habían sonado.

Quedamos con Giulia Valle en su estudio del Poble Sec de Barcelona. En un ambiente repleto de instrumentos musicales, y una decoración exquisita, como la propia Giulia. La artista nos recibe acompañada de sus mascotas, fieles compañeras en sus horas de estudio y ensayo. Se confiesa muy ilusionada ante este reto de acercarse a un mundo musical en apariencia tan alejado del que ella suele frecuentar.  Pero a lo largo de la conversación, Giulia nos descubrirá que Carlos Cano y ella tienen más puntos en común de los que imaginamos.

Giulia, ¿siempre quisiste dedicarte a la música?

Soy músico vocacional, pero yo diría que he acabado tocando el contrabajo por casualidad, aunque he aprendido a enamorarme del instrumento.

Mi mayor función en la música es la composición y liderar bandas y situaciones en escenarios, que tengan aquella fuerza que yo necesito transmitir, gracias a los músicos que me rodean y a algo de mi fuerza interior y perseverancia.

¿Por qué la música de jazz?

El jazz es para mí una parte del lenguaje muy importante, que me ha permitido entender la arquitectura musical desde muchos aspectos. Pero yo siempre he sido un músico bastante ecléctico y siempre me ha gustado explorar diferentes situaciones musicales.

Para mí sólo hay dos tipos de música: la buena y la mala. Más allá de cualquier estilo. Y siempre he sido una persona bastante curiosa y, en cierta forma, autodidacta. Considero que la curiosidad ha sido lo que me ha llevado a poder potenciar mis puntos fuertes y poder mejorar mis puntos débiles, tanto con el instrumento como con la composición en sí. Todo lo que me atraiga por algún motivo u otro lo estudio y lo descompongo. Lo analizo o transcribo y es bagaje para mí.

Dentro de este universo que describes, ¿cómo entras en contacto con la música de Carlos Cano?

Carlos Cano aparece en mi vida relativamente tarde, porque soy de origen italiano y crecí en Barcelona, pero muy ajena a la cultura catalana y del resto de la península, y crecí más escuchando música brasileña y argentina porque mi padre viajaba mucho a Latinoamérica.

En realidad, descubrí a Carlos Cano más como poeta que otra cosa. Lo que me seduce de él son sus letras, que me parecen de una profundidad infinita.

Háblanos de «Carlos Cano en clau de jazz». 

Es un espectáculo que llevo meses preparando, impregnándome de toda su poesía y sus facetas creativas, que abarcan desde lo más íntimo, personal y sentimental, hablando de la soledad, del precio que pagas por ser como eres, por tener una cierta libertad de acción en la vida; hasta su faceta más social, reivindicativa, pasando por la comprometida con los amigos, o la de cronista. Es un artista muy completo y una persona con una grandísima integridad.

Podría parecer, en principio, que estáis musicalmente en mundos muy diferentes…

Por muy sencilla que sea una melodía, si la revistes bien armónicamente puede cambiar totalmente, porque hay muchas cosas aparte de la melodía, que puede ser muy sencilla. Insisto en que lo que yo destaco de él son sus letras, que son absolutamente bestiales. La música en ese contexto está muy bien. Yo la voy a filtrar de otra manera, pero voy a respetarla, teniendo en cuenta que el espectáculo va dirigido a un público que ama a este artista. Así que voy a respetar el embrión melódico de sus canciones. Simplemente lo voy a revestir, lo voy a guisar a mi gusto, a reorganizar, integrando rítmicamente cosas más contemporáneas. Pero con eso no quiero decir que sean ajenas, o que no puedan llegar. Simplemente, a nivel musical habrá un grado de sofisticación, porque me rodeo de un equipo muy válido y con muchas posibilidades. Creo que será un espectáculo muy completo, en el que me acompañarán Rusó Sala, con voz y guitarra; Mark Anderund al piano, Edu Pons, con saxos; Sandrine Robilliard al cello y Dani Domínguez a la batería. En el escenario va a haber bastantes músicos, pero sonará también de una forma minimalista. Voy a jugar con los contrastes, con las dinámicas, intentando hilvanar un espectáculo que tenga sentido, que es lo que siempre he intentado hacer con mejores o peores resultados.

¿Ha sido una tarea ardua elegir qué temas de Carlos Cano se iban a incluir en el espectáculo?

El primer criterio que he utilizado a la hora de seleccionar las canciones ha sido el de comprenderlas, porque hay mucha metáfora en estas letras. Me he dado cuenta de que hay cuatro puntales en su obra: la parte sentimental/íntima, la parte cronista, la parte reivindicativa y la parte fiel a sus amigos, en la que él dedica canciones a amigos o gente a la que admira, como Edith Piaf, Billie Holiday, el pintor Ocaña, o a Lluís Llach, al que dedica “Siempre”, cuya letra me parece sobrecogedora. Voy a intentar plasmar todo el universo Cano, con un número de canciones que nos permitan abordar esos puntales temáticos.

Siento que con este espectáculo tengo el reto maravilloso de hacerle justicia a sus letras y poder alcanzar un público que vaya más allá de su público fiel. Es algo que abrazo con mucha efervescencia porque me está aportando mucha sabiduría.

Creo que por el precio que Carlos Cano debió de pagar para poder manifestar ciertas ideas y ciertas posiciones a nivel político/social merece que se le defienda.

Este acercamiento a su obra, ¿te ha permitido profundizar en Carlos Cano como persona?

Entiendo que hay un compromiso por su parte hacia su pueblo y la condición de la sociedad más sacrificada, del mal vivir del jornalero andaluz; de toda una serie de temas que él llora. Realmente, creo que en las letras de Carlos hay una mezcla de furia y de pena que definen ese mal vivir.

Y pienso que son extrapolables perfectamente al día de hoy. No ha cambiado. Simplemente hoy día la gente se puede expresar, en teoría, más fácilmente. Cuando él empezó no creo que fuera tan fácil, durante el franquismo, el poder llevar a cabo esa misión y poder ser tan vanguardista. Porque él lo era. Por ejemplo la letra bestial, ya de la última etapa, de “Habanera de Nueva York” es absolutamente atemporal.

Poseía una sensibilidad capaz de plasmar todo. Es un gran poeta, un gran escritor, en el que la faceta de músico es un añadido. Para mí, personalmente, no es lo más importante, y es bueno que sea así.

¿Carlos Cano es también sinónimo de lucha y reivindación?

La reivindicación auténtica de Carlos Cano no es sólo política. Reivindicaba un estilo de vida, una manera de pensar, una libertad, una apertura absoluta y denunciaba la falta de horizontes. Todo eso forma parte de una realidad que él vivió intensamente, porque además  venía de Andalucía y estaban muy desaventajados. Pero, en este sentido, yo creo que la reivindicación en música, incluso si no hay palabras, está. Carlos Cano es un visionario, y como tal, lo está reivindicando todo, poniendo el mundo del revés, poniendo todo en discusión, todo el rato. Con el riesgo que eso conlleva. Y eso, para mí, es lo más destacable.

¿Qué canciones del espectáculo destacarías?

La primera canción con la que empecé a trabajar  fue “Poco a poco”, una canción que me tocó muy profundamente. Aunque al principio no lo parece, en ella hay un llanto a todo lo que esa persona se está perdiendo para poder seguir enamorado del amor, y vivir el amor de una forma libre, y no me refiero necesariamente a promiscuidad. Hay un fondo de amargura y de miedo a perder el norte, porque no deja de ser hijo de una sociedad católica en un país con unas normas muy estrictas de conducta, pero los años están pasando y puede que eso pase factura. Y ese es un temor que muchas personas hemos tenido y tenemos. Y no me refiero al sexo, me refiero a la libertad.

Otra canción que me gusta mucho es la “Cueca de los querubines”, porque soy muy fan de todas las rítmicas latinoamericanas y es muy versionable. Además, me consta que es una canción que le gusta a su hija Amaranta.

Por otro lado, la letra de “Siempre” me parece sobrecogedora, así como también la de “Romance a Ocaña”, cuando describe cómo murió en los carnavales vestido de sol.

Ya para terminar, ¿qué es lo que para ti define a Carlos Cano?

Creo que yo resumiría a Carlos Cano en un concepto: las ansias de libertad. Cuando él describe la situación del jornalero, o el París de Edith Piaf, o su resurrección neoyorquina después de su operación, es como si fuera un pájaro que a ras de vuelo ve el mundo entero, y te lo explica, te lo transmite. Pero para él, este vuelo también significa un sacrificio: va a pasar frío, se puede hacer daño en un ala y caer. Es decir, es un precio que paga. Hay un trasfondo de drama que me parece muy bien y muy justo. Y eso es lo que lo hace atemporal. Porque la libertad siempre conlleva un precio y aunque ahora parece que vivimos en un estado de democracia y libertad, estamos muy lejos de esto… Si Carlos Cano estuviera vivo a día de hoy, yo supongo que tendría mucho de qué hablar en sus letras. Muchísimo.

Fotografías: Juan Miguel Morales

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