El Lebrijano
El Lebrijano
Badalona, Teatre Zorrilla
4 de noviembre de 2006
Puertas abiertas (Senador, 2006) es el nuevo disco y espectáculo que presenta Juan Peña ‘El Lebrijano’ junto al violinista marroquí Faisal Kourrich, con quien ya había trabajado en anteriores aproximaciones marroquino-andaluzas. Con este nuevo disco, los dos artistas, siguiendo con esa mentalidad de apertura mediterránea, de conexión cultural entre pueblos vecinos, han tratado de establecer puentes entre las dos orillas, quizá para abogar por la tolerancia y contra quienes sólo piensan en colores primarios. Y con ese postulado, el espectáculo se hizo color, esplendor y brillo, con una formación especialmente luminosa, cuyos integrantes dieron frescura al nuevo proyecto del ortodoxo-innovador flamenco que es El Lebrijano. Él mismo, con su clara voz, con su calor humano, con su sencillez, se ganó al público con dos frases. Le hizo aplaudir a rabiar, tararear un soniquete y acompañar con las palmas. A sus 65 años, El Lebrijano continúa siendo capaz de hacerse con el respetable gracias al carisma y el duende que siempre ha tenido. Desde el comienzo, el concierto discurrió a través de un torbellino de energía y música desbordante. Los componentes de la orquesta tocaron con intensidad, con fuerza y con sonoridades más propias de la música clásica española y de la fusión, que no del flamenco. Sobre todo al principio. A medida que el espectáculo avanzó, las interpretaciones se fueron moderando para dar un mayor peso a los diferentes estilos flamencos y a la voz del maestro. Además, cada lienzo musical fue retocado con la ensoñación vocal del marroquí Youssef Bou-Oud y el violín del mencionado Kourrich. Con ese estado de ánimo, festivo y de emoción, los temas del nuevo disco, mezclados con versiones clásicas del inquieto cantaor, fueron clausurando una noche de gala en Badalona. También merece una breve reseña la presentación de los diferentes componentes de la formación que acompaña al flamenco y al marroquí. Cada uno, en su papel, tuvo su momento protagonista bajo la sonrisa y la complicidad del jefe de filas. Al final, y tras un breve bis, el público abandonó la sala con la alegría de haber visto a uno de los grandes. La noche continuó con un intenso diálogo entre los más ortodoxos y los más renovadores, aunque seguramente la satisfacción se dibujaba en la comisura de todos los labios. // Antonio Álvarez