Descubriendo Budapest
Con motivo de Festival Sziget tuvimos ocasión de visitar esta maravillosa ciudad. Aquí os damos unas pistas de lo que podéis encontrar en esa alegre y bonita metrópoli surcada por el gran Danubio.
Yo más bien soy de paisaje mediterráneo, aunque sea para pasar unos pocos días en las vacaciones de verano y no podía visualizar como sería ir a Budapest en los calurosos días de agosto.
Ahora, después de haber vuelto de esta maravillosa ciudad centro europea, ya puedo decir y alagar a la vez lo bien que “se lo montan” los budapestinos en verano.
La excusa ha sido asistir al Sziget Festival que se celebra en la isla de Óbuda en el rió Danubio. A un lado está Buda y al otro Pest. ¿Qué quiere decir esto? pues que la ciudad está separada por este gran río y que siempre estuvieron por un lado las colinas de Buda, donde empezó la historia antigua de la ciudad, y Pest, al este, en la otra orilla.
Nada deja indiferente en esta ciudad. Todo está hecho a lo grande y posee un rico pasado histórico y un singular legado cultural. Arquitectónicamente es una joya, la ciudad respira un ambiente de final de siglo XIX de cuando se construyó casi todo lo que podemos ver hoy día, aunque conserva muchos edificios de arte barroco, neoclásico y art nouveau. La gran Avenida Andrássy me ha servido como arteria de comunicación para ir de un lado a otro y realmente merece la pena pasear por ella ya que exhibe edificios de gran interés con cerámica vidriada, art nouveau o bajorrelieves neoclásicos, incluso se pueden observar los impactos de metralla dejados por la Segunda Guerra Mundial. Muchos edificios presentan cierta decadencia ya que están muy ennegrecidos debido a la contaminación y esconden la gran belleza que en otros tiempos debieron lucir. Y como decía un amigo al contemplar estos edificios “tienen mucho trabajo por hacer”.
Una de mis primeras fotos de la ciudad ha sido la gigantesca imagen del atardecer que desde la ventana del Hotel podía contemplar, una cálida luz azul y rosada sobre el impresionante Parlamento Húngaro (el tercero más grande del mundo) y debajo el Danubio, donde los barcos dibujan su estela en el agua para dejar constancia de que también ellos forman parte de esa imagen bucólica. Pero no puedo olvidarme de los puentes que unen Buda y Pest. Desde la habitación podía ver el Margit híd, el puente Széchenyi o de Las Cadenas y el Erzsébet híd o Puente de Isabel. Todos maravillosos. Hasta ocho puentes cruzan el río a su paso por la ciudad.
Pero Budapest es muchas cosas más. Puedes ir a comer a algunos de sus mercados y es como estar dentro de una catedral. Además de servir buena comida, es barato. Otro día puedes comer en un barco restaurante en el río o degustar la cocina más creativa de la ciudad. Sin darme cuenta me he introducido en el mundo de la gastronomía húngara y es que realmente no tiene desperdicio. La ciudad está salpicada de pequeños restaurantes donde es una delicia detenerse. Lugares llenos de historia donde la comida es casera, abundante y barata (casi siempre). Raro es el día que no te apetezca añadir al menú la típica sopa Gulyás, casi todas las comidas se inician con sopas. La gente también acostumbra a atiborrarse de carne, por eso es muy habitual encontrar en las cartas de los restaurantes platos a base de ella (empanadas, fritas, asadas, en guisos, etc.) sin olvidarnos de que todo se puede, y yo diría se debe, aderezar con paprika.
No querría acabar este apartado gastronómico sin hablar del Gundel Restaurant. La oficina de turismo nos invitó a un curso de cocina húngara en este restaurante un domingo por la mañana. Parece extraño, ¿no?. Pues decir que fue todo un festín para los sentidos. El Gundel es uno de los restaurantes más prestigiosos del pais (dicen que es el mejor). Es como un museo o como estar dentro de un cuento con salones neoclásicos, amplios jardines, etc. Pero lo mejor fue el Chef que nos atendió maravillosamente y convirtió el domingo por la mañana en una experiencia inolvidable.
Esta ciudad es tantas cosas. Hay museos en casi cada barrio y para todos los gustos: Museo de Historia, Museo de Artes Contemporáneas, Galería Nacional de Hungría, de Ciencias Naturales, Parque Memento, Museo de Bellas Artes, Museo Casa del Terror, etc. Me dejo muchos, pero para eso ya están las guías.
Puedes pasear por sus barrios y siempre te pueden sorprenden. Recomiendo el Barrio Judío, es como pasear en el tiempo. Puedes organizarte el día entero, desde visitar sus museos, visitar sus tiendas, ir a restaurantes kosher, entrar en su gran Sinagoga y por la noche tomar algo en algún “bar en ruinas”. Estos han adquirido gran popularidad en los últimos años. Son edificios destinados a ser derruidos o restaurados y se encuentran sobre todo en los barrios del centro. Parece como si los hubieran decorado con los muebles dejados por los antiguos vecinos y evocan el carácter Retro de los años 70 y 80. El más antiguo y recomendable de estos es el Szimpla Pert, que se llena a tope cada noche. Otro interesante también es el Szóda, o el Corvintetö. Realmente son muy agradables porque son como galerías de arte, cada habitación alberga una instalación diferente. Puedes estar tomándote algo en la cocina de una casa o en el salón comedor o viendo unas proyecciones en el patio de vecinos y siempre escuchando buena música.
Budapest la puedes ver desde diferentes perspectivas históricas y ha quedado gran constancia de ello en cada rincón. Desde las diferentes monarquías y ocupaciones de la ciudad, diferentes revoluciones que han marcado la conciencia de los húngaros.
Puedes descubrir tesoros muy diferentes. Los edificios, los rótulos de la época soviética, sus cafés, sus tiendas retro. Todo parece esconder tesoros que no hay que perderse. Y sobre todo para poder aliviarte un poco del Síndrome de Stendhal (saturación de tanta belleza visual) hay que ir a relajarse a alguno de sus numerosos Baños Termales ya que resulta una autentica experiencia budapestina. Alguno de los baños datan de la época turca, otros maravillas art nouveau. En la ciudad brotan a diario 120 manantiales termales con agua mineral templada o hirviendo entre 21º y 76ºC. Quizás no consigas aliviar el síndrome, pero el remojón bien merece la pena.
Lógicamente me dejo muchas cosas por explicar. Budapest nos ha fascinado, como ya he dicho, por su belleza y por su cultura. Hemos pasado 10 días en uno de los festivales más importantes de Europa, hemos probado su comida, hemos paseado por sus calles, conocido a algunas de las personas que le dan personalidad y nos hemos dejado embelesar por esta ciudad.
Esto no pretende ni mucho menos ser una guía turística sino más bien una recogida de sensaciones y de momentos vividos. Un lugar al que hay que volver para disfrutar del Sziget Festival, o de cualquier otro, y seguir descubriendo sobre todo dejándose sorprender. // Montse Morales.
PD. Muchísimas gracias a Gabriella Boros y Judit Nemeth de la Oficina de Turismo de Budapest por su deferencia.