Cthulhu #10

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VV.AA.  “Cthulhu #10”

Diábolo Ediciones, 2013

Aunque la calidad literaria de Edgar Allan Poe sea inigualable, la verdad es que el estilo de Howard Phillips Lovecraft ha creado mayoyH5BAEAAAAALAAAAAABAAEAAAIBRAA7 - Cthulhu #10r escuela de fieles e imitadores. No sólo entre las letras, sino también en el cine, el cómico y las portadas de discos de metal y hardcore. Tal vez la clave de su éxito esté en su querencia por los monstruos bubónicos del averno, cruces nauseabundos entre el marisco en mal estado y las patatas agrilladas por la humedad de los rincones más oscuros. Poe es más sibilino y elegante, más dado a construir el suspense a través del temor y la paranoia metafísica; Lovecraft, menos pomposo en su puesta en escena, desata directamente la locura describiendo un malestar casi fisiológico, un terror sintomático que promueve con la palabra escrita. A veces se le va la pinza, otras se repite más que el ajo. Pero es indudable la contribución de su obra al ideario de varias generaciones hasta hoy.

 

Cthulhu, cómo no, rinde tributo al maestro. A un precio excelente y con una larga trayectoria a sus espaldas (la revista nació entre Madrid y Málaga hace seis años), ofrece 120 páginas de “cómics y relatos de ficción oscura”, como reza el lema y subtítulo de la publicación. Pero Lovecraft no ha sido el único homenajeado desde la fundación de dicha revista: en anteriores monográficos han honrado a otros escritores del género del terror y la fantaciencia como Robert Louis Stevenson, Robert E. Howard y el citado Poe, entre otros. En este último número, Lovecraft ocupa la mayor parte: historias como Dagón, Vidente, El joven Lovecraft, Reanimator, Pasan cosas raras en Dunwich o la portada de Juan Serrano ponen de manifiesto la pleitesía con el demiurgo de Cthulhu. También hay guiños a otros clásicos de latitudes bien lejanas, como es el caso del ilustrador japonés Katsushika Hokusai y el moralista anglo-hindú Rudyard Kipling.

Heredera del espíritu de revistas como Creepy o Dossier Negro, el recopilatorio que presentamos se nutre en suma del joven talento de dibujantes y guionistas nacionales, destacando el notable relato de José María Tamparillas que cierra el volumen (Perros perdidos), el cuento punk de fantasmas de Edgar-Max (El hombre que me apuñaló en Venecia), la refinada exposición de filosofía existencialista del licántropo en El hombre maldito, o la más psicoanalítica y surrealista sobre el trauma de hacer realidad los sueños, según Roc Espinet. Y dado que el terror no está reñido con otro sentimiento extremo como es el amor –como tan bien apuntó Poe–, Cthulhu brinda dos exquisitos y tortuosos romances con unas femmes fatales muy particulares: por un lado, una pérfida sirena en La cantante; y por el otro, la Medusa y sus hermanas gorgonas, contando de paso el posible origen del manierismo escultórico.

En general, se trata de una publicación ecléctica, variada y de alto nivel que merece una longeva vida. Premios y menciones en el Salón del Cómic de Barcelona, el Imagina de Málaga, y el Diario de Avisos de Santa Cruz de Tenerife evidencian el buen estado de salud de la revista, empeñada en mantenerse firme en un tiempo de crisis para el cómic de género. La valiente hazaña de sus editores y responsables será recompensada con el respeto y el ejemplo. +Info | Iván Sánchez-Moreno