Ciutat Flamenco, 2021. El Baile.

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Antonio Canales “Mediterráneo” Lorena Oliva “Nuclear”

No puedo comentar el tercer espectáculo de baile, la Compañía Maise Márquez por no haber asistido a su espectáculo, pero puedo contarte detalladamente lo que ocurrió en los dos anteriores. No es fácil programar un festival de esta envergadura por que ya sabemos que para los gustos, colores. A Antonio Canales y su “Mediterráneo” le esperaba un Apolo totalmente lleno, con muchas ganas de ver a un ídolo que no es fácil ver en directo. A Lorena Oliva le esperaban unas cien personas que llenaban también la pequeña sala del CAT Tradicionarius. Amigos, familiares y músicos y cronistas con muchas ganas de descubrir este nuevo talento del baile flamenco. Al final de ambos espectáculos el público en pie aplaudiendo a rabiar. Por lo tanto dos éxitos. Pero para un servidor muchas diferencias notables. En el Apolo se anunciaba el regreso de Canales, pero este gran bailador ya no está en su mejor momento. Mediterráneo es una producción del Taller de Músics con dirección artística de Pepe Motos que no sólo produjo y arregló sino que además armado de un simbólico remo manejo la barca por ese mar que hizo suyo. El mismo al cante y palmas junto a Miguel de la Tolea y Joaquín Gómez “El Duende” supieron ponerle ritmo cada vez más rápido y contundente a ese flamenco del Raval barcelonés. En el baile empezaron unos alumnos del Instituto del Teatro con una coreografía poco destacable y enseguida quedó claro que la apuesta fuerte del baile era sin duda Nacho Blanco también del Institut del Teatre y la bailaora Susana Escoda. Ambos tienen un baile de taconeo rabioso que atrapa al público rápidamente. Los cantes y bailes por bulerías, rumbas, alegrías se sucedían en la sala del Paralelo con una buena coordinación. Una orquesta con seis músicos (violín, flauta, teclados, bajo y diferentes percusiones) y por encima de todos la guitarra de Justo Fernández Heredia “El Tuto” que no tardó en hacerse un hueco en el espectáculo. Se queda sólo en escena para demostrar porque le conceden este privilegio, estamos acostumbrados a escuchar a “El Tuto“ acompañando a muchos de los cantaores de esta ciudad pero fue toda una sorpresa ese viaje en solitario, una farruca para recordar, para mí de lo mejorcito de la noche. Vuelven los músicos a acercarse al Mediterráneo con unas alegrías gaditanas, pero no cabo de ver la relación entre Serrat y este espectáculo de flamenco, y el público empieza a preguntarse cuándo sale Canales. Había salido al principio pero no había destacado entre el trio de bailaores. Con los tangos volvió a parecer “El esperado” ahora con una chaqueta larga con unos flecos (recordé los flecos de Salome para aquel festival de Eurovisión) pero no le sirvieron ya que enseguida rechazó la chaqueta. Unos tangos largos en el que los músicos se quedaron muy atrás para permitir que cualquier gesto de Canales brillara como un lucero solitario, pero nuestro hombre iba y venía por el escenario con una mirada perdida que no acababa de encontrar ese giro ese movimiento preciso que hubiese salvado la noche. Tuvieron que salir de nuevo los otros bailarines y con la precisión de los tres cantaores y la orquesta lanzada a todo trapo reflotar la barca para que surcara este mar confuso. Pero esa fiesta continua que produjeron los del Raval salvó la noche y el público del Apolo se fue convencido de que Antonio Canales sigue siendo un monstruo. Un espectáculo que convencerá en escenarios grandes pero que no representa a mí parecer lo que ahora mismo es el flamenco de esta ciudad. Trasladémonos al barrio de Gracia para asistir a la puesta de largo de la joven Lorena Oliva, en la entrevista que había mantenido con esta joven bailaora me comentó cómo todo el espectáculo está pensado como un homenaje a su abuela con quién tenía una relación muy especial. De entrada ya son dos conceptos muy diferentes, el recurrir a una canción famosa para “montar” un espectáculo de flamenco a presentar una emoción en un formato de concierto /espectáculo. Carlos Cuenca (composición musical) delante de diferentes percusiones y teclados varios creaba un ambiente sonoro bastante particular, mientras Lorena se balanceaba en una mecedora que poco a poco usaría de instrumento (se notaba la asistencia en la dirección escénica de Karen Lugo) una voz en off de la abuela nos lleva a ese mundo onírico fundamental para la obra. Unas campanas de fondo nos trasladan a cada uno de nosotros ea diferentes recuerdos. Aparece Raúl Levia con un cante con letras que vuelven a referirse exclusivamente a la historia que va a contarnos Lorena, se van a usar palos flamencos pero las letras de momento están hechas para la ocasión. Los dulces aromas de los tangos se van percibiendo en escena y el baile de Lorena se vuelve de una precisión admirable para su juventud. Las percusiones de Cuenca (aunque a algunos flamencos no les acaben de convencer) me parecen geniales para el momento. De repente Leiva se pasa a las letrillas caracoleras y en aires de malagueña o abandolaos empieza toda una fiesta en el escenario de lo más original. Lorena se pasea segura por escena trabajando muy bien los arrastres de los pies y transmitiendo tanto en el baile como en los silencios ¡Tensión! ayes estremecedores de Leiva que vuelven a Málaga y a los tangos del Piyayo, de momento sin acompañamiento musical, cante y baile en estado puro, un viaje al pasado por músicos del futuro. Vuelve a gozar de espacio y tiempo Lorena para demostrar que no le tiene miedo a estar sola en escena. Se inicia un dúo entre Cuenca y Lorena de alto voltaje, las palmas de Anna Colom y Raúl Levia no se quedan atrás, ahora es Anna quién entra segura con ese temple suyo. Se acordó Colom de las letras de Pastora y de nuevo con las percusiones como acompañamiento se lanza al mundo de la copla (que seguramente tanas veces le debía cantar su abuela a Lorena) vuelven las campanas y el recuerdo atrapa a Lorena con una musiquita infantil de tecladitos de juguete que nos lleva hasta Lorca y la canción española. Cantiña de Rosa, El Relicario, Dile, La mulilla torda, cantes que imaginamos de nuevo en la infancia de Lorena, sin miedo a la improvisación de repente hay unos jóvenes jugando en escena con balones, canciones, musiquitas, todo sirve cuándo se transmite sinceridad. Los cantes de un lado y del otro del océano se cruzan en las voces de Leiva y Colom y Lorena lo baila todo desde la ilusión de la primera vez. Con una guitarra en off Lorena bailó ahora con un traje de cola de los que no es fácil moverse, mientras Anna cantaba una nana preciosa. Después con una guitarra (real) Anna cantó por solea y Lorena bailó toda la tragedia de ese cante. Se lanza Lorena a girar con seguridad a pesar de la cola larga de su traje dejándonos tocaditos desde aquí hasta el final. Un final que empieza por fiesta jerezana con gran despliegue de energía y que acaba (como acaba la vida) apagándose poco a poco y encontrando en la olvidada mecedora el último espacio antes de morir, allí acabó emocionada Lorena Oliva, igual que el público que se levantó al unísono para agradecer con una ovación inmensa el esfuerzo de esta mujer. + info | relacionados | Fotos: Joan Cortès

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