Andrés Marín & Pedro Barragán. Vicente Escudero. Recto y solo.
Sandaru. SFB El Dorado, 11 del 11 del 2021
Andrés Marín (Sevilla, 1969) es un bailaor autodidacta fascinado por dos grandes de la danza, Antonio Gades y Vicente Escudero, junto a la guitarra de Pedro Barragán (Barcelona 1979) presentaban en primicia este espectáculo sobre la figura del bailaor vallisoletano. Una propuesta compleja, que como ya advirtió Pedro Barragán padre, está forjándose pero parece que va a ser algo grande. Vicente Escudero nació en Valladolid en 1888, y creo que para entender su aportación al baile debemos conocer su vinculación con gente como los surrealistas Bretón, Buñuel, Man Ray o Joan Miró. Al menos a un servidor le ayudó mucho pensar en Buñuel y sobre todo en otro contemporáneo suyo el cineasta Buster Keaton. Supongo que la apuesta de Andrés Marín para este trabajo es ir directamente al mundo de Escudero con todas sus implicaciones surrealistas y con la complicidad de Barragán reflejar lo que para Marín significa la aportación artística de Escudero. No era fácil entender la propuesta bajo una mirada de aficionado al flamenco con rígidas orejeras, debo reconocer que me faltaba más presencia de la guitarra y no acababa de “entender” algunos complementos. Pero ese es el problema del crítico, no del artista que sabe bien lo que pretende. Empezaba la puesta en escena con un tocadiscos dónde sonaba el tanguillo de Las Viejas ricas de Cádiz. Enseguida Marín lo anula, como rechazando, y empieza a bailar ese zapateado (recto y solo) que caracterizaba a Escudero, pero en este caso con una vestimenta muy curiosa, cabeza y manos “enguantadas en negro” anulando el personaje / individuo. La guitarra es y será durante casi todo el concierto “minimalista” pequeños sonidos, búsqueda de detalles irreverentes en la parte alta del mástil o incluso en el clavijero (espero que con el tiempo en este aspecto Barragán se atreva a más improvisación) y cuándo menos lo esperamos. Me hubiese gustado más participación de Barragán, pero supongo que la propuesta es así. La voz de Marín irrumpe con seguridad en el espectáculo, enseguida llegan unas malagueñas (lo más “flamenco clásico” de la tarde) que acabaron con fandangos abandolaos. Parece ser que Escudero también usaba el recurso de cantar en sus espectáculos y la verdad es que Marín estuvo esplendido en esa faceta. Además al cantar sin micro y siempre como un recurso más dentro del desarrollo del espectáculo quedaba el cante muy integrado en la narración. Otros efectos que me costaron más “interpretar” fueron las diapositivas que aparecían durante el espectáculo, pero estoy seguro que a los coetáneos de Ray o de Miro les pasaba algo similar. Tampoco los abalorios con los que se vestía o desvestía Marín eran fáciles de “entender” seguro que el sevillano ha revisado perfectamente la obra de Escudero y cada detalle que usa en escena tiene su sentido. Desde un principio con esas fundas negras, unas zapatillas llamativas y una especie de capa rectangular muy lejos de cualquier complemento flamenco y muy cerca del mundo pictórico o fílmico. Hablaba antes de Buster Keaton y lo ponía como referencia ya que Marín, una vez destapada la cara y las manos ofrecía en su mirada y en sus gestos aquellas imágenes impagables que me recordaban entre otros al cómico americano. Esos gestos de estar más allá de cualquier arte o movimiento artístico, para representar sobre todo una manera de ser totalmente diferente del resto de la gente. Después usaría unos “adhesivos” que iría incorporando a su cuerpo. Un cuerpo que remitía al neoclasicismo Decía Escudero “voy a los museos, trinco esas formas y me las llevo puestas” y Marín ha sabido después de estudiar los movimientos de este genio, llevarlos a escena respetando esas otras formas que cautivaron el público de medio mundo, sin saber nada de flamenco. Una coreografía que no dejará indiferente a nadie, una vez más El Dorado va un paso más allá y te obliga, como espectador a entrar dentro de una propuesta que refleja una imagen del siglo XIX que no ha perdido su carácter irreverente en el siglo XXI ni la perderá. + info | relacionados | Fotos: Joan Cortès