Albert Pla

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Albert Pla

Festival (a)phònica, Banyoles, 25 de junio de 2021

Una de las presencias más esperadas en el Festival (a)phònica de Banyoles era la de Albert Pla, y, realmente, no defraudó. En un espacio habilitado con sillas de plástico, sobre el césped, junto al lago, repleto absolutamente —eso sí, respetando las normas que nos toca vivir en estas épocas de pandemia—; salió al escenario con su eterna túnica —diseñada, en su origen, por Tony Miró—, su guitarra, un amplificador —de imagen curiosa—, y absolutamente solo.

Albert Pla es un artista que no necesitaba más que eso: un micrófono inalámbrico, una guitarra acústica absolutamente tuneada, sus canciones, sus explicaciones y su personal voz, para conseguir que los espectadores que lo veían, estuviesen pendientes de él y de su música, sin perderse un solo detalle.

Llegaba andando por un lateral de la improvisada platea, saludando con la mano, y al subir al escenario se quejaba de la larga caminata que había tenido que dar para llegar —apenas 50 metros—; preguntaba si se oía bien, y al gritar la gente que no era así, que había un ruido de fondo, un acople, él lo solucionaba dando un golpe sobre el amplificador que estaba detrás suyo en el centro de la escena. Se acababa el ruido molesto, de forma milagrosa y empezaba el espectáculo.

yH5BAEAAAAALAAAAAABAAEAAAIBRAA7 - Albert PlaEl primer tema era, Están cayendo bombas en Madrid, esa canción casi apocalíptica que el grabara en un vídeo ante el Guernica, en el Museo Reina Sofía. Una canción que nos narra la destrucción de la capital, con ironía. Como la mayoría de sus temas, dice más de lo que aparece en la canción, que tiene ese estribillo que se engancha: «Sálvese quien pueda» Ya empezaron a escucharse los coros improvisados entre el público.

Después de preguntar si todo el mundo estaba a gusto, y hacer broma con las mascarillas —faltaban unas horas para que fuera legal no llevarlas en un espacio público como en el que estábamos y dijo «Te imagines que ara te la treus… Et poden posar multa a l’últim minut… Què ràbia!» [Te imaginas que ahora te la quitas… Te pueden poner la multa en el último minuto… ¡Qué rabia!]—, arrancaba con su, Raro, el tema que grabara junto a Pascal Comelade, pero cambiando la letra de la canción original: «Era un pueblo muy raro», por, «Un concierto muy raro». La adaptaba así, dijo, al momento actual, considerando, además del propio concierto, al sitio, el cantante y el público, muy raros… «Tanto coronavirus y tanta polla», concluía; añadiendo sobre el coronavirus: «El virus se va, pero la corona es queda…», palabras refrendadas por el entusiasmo de la gente.

Y, por supuesto, era el tema, Carta al Rey Melchor, el que iniciaba en ese momento, siguiendo con el discurso anterior. Con la excusa de que a medio tema se le había roto una cuerda, al menos así lo decía él, hacía un par de afirmaciones sobre el protagonista del tema, animándose al final del mismo, a seguir haciendo comentarios del protagonista y su familia, como hace siempre que la interpreta en directo, saliéndose del guión con el que la grabó en el 1992, en No sólo de rumba vive el hombre.

Preguntaba a las primeras filas si querían algún tema en concreto, y entre el gat i el torero, escogía, Papa, jo vull ser torero [Papá, quiero ser torero] —una de las primeras canciones que compuso, y que sigue siendo de las más conocidas—, que explica la historia de ese hijo que quiere ser torero y que muere, en el ruedo, delante de su padre.

Presentándola como una canción de amor, era el turno de la escatológica, La sequia, que empieza diciendo: «Tens paper de wáter enganxat al cul…» [Tienes papel de wáter enganchado en el culo]; y va pasando por una serie de fluidos humanos que, debido a la sequía, no se van pudiendo eliminar, dando como resultado: «La cara bruta del amor» [La cara sucia del amor].

Una de las versiones más conocidas de un tema ajeno que canta Albert Pla es, sin duda, Yo soy rebelde. Lo compusieron, Manuel Alejandro, Manuel Alvarez Beigbeder y  Purificacion Casas; lo cantó, en su momento, Jeanette; y se lo vimos cantar a él en una escena inolvidable de Airbag, la película de Juanma Bajo Ulloa. Una canción que él hace cortita, pero que da un toque de ternura, curiosamente, en sus recitales, como aquí ocurrió.yH5BAEAAAAALAAAAAABAAEAAAIBRAA7 - Albert Pla

Después de esa pausa musical suave que Albert Pla ha incorporado a su repertorio haciendo casi olvidar la versión original de la americana ex cantante de Picnic, llegaba la tristísima, Vida d’un gat [Vida de un gato]. Un gato que va perdiendo cada una de sus siete vidas de forma trágica, pero que después de perder las siete no se acaba de morir; y herido y maltrecho, se convierte en un «gat cremat […] amb una vida perra» [gato quemado, con una vida perra].

Volvía, con La colilla, a su faceta más lúdica, critica y, casi podríamos decir, salvaje. Esa canción que nos explica que, cuando le cortaron la cabeza a Carlos Cuesta, el espalda mojada que quería entrar a los EEUU —y que, además, era el último descendiente de Montezuma—, la colilla que se estaba fumando, cayó al suelo. Una colilla que se fue desplazando por aquel país, arrasándolo todo a su paso, como una venganza del emperador azteca. Hasta que, al final, la colilla se sube a una patera y se va para España, la madre patria.

Era a la mitad del concierto cuando Albert Pla se ponía les Llums d’emergència [luces de emergencia], que es como él llama a esa especie de casco con varios pequeños y potentes focos, que le permite bajar del escenario, provisto de guitarra y micro inalámbrico, para actuar rodeado y rodeando al público. En ese momento se oyó un murmullo entre nervioso y expectante, proferido por la gente, parapetada en sus sillas hasta entonces, que veía su espacio invadido por el cantante, sin saber bien, bien que es lo que podía pasar.

Un concierto de Albert Pla sin que Albert Pla baje a la platea y cante, hable, comente, opine, y se meta, de forma divertida, con el público, no es que no sea un concierto suyo, pero pierde mucho. Desde que lo empezó a utilizar —yo se lo vi hacer en el 2010, en el estreno del espectáculo Somiatruites, con Pascal Comelade, pero no puedo garantizar que fuera aquí donde empezó a usarlo por primera vez —, siempre se lo he visto, y esta noche no podía ser menos. Fueron casi quince minutos, donde pasaron muchas cosas.

Empezaba con aquellas dudas que él canta sobre si: «Es así o es así…», en su tema, Ciego, que aquí interpretó a velocidades supersónicas al final del mismo —«Voy más rápido que el micro», acabó diciendo, entre aplausos—, para, dentro del mismo tema, cantar aquello de: «Suavemente al vaivén de las olas del mar», en forma casi de ranchera, que luego recitó, y, más allá, convirtió en una rumba. Es decir, hizo lo que quiso con el tema que acabó con un diálogo con los espectadores. Entonces lo ligó con su famoso monólogo de, A mí lo que me gustaría, que el interpretaba en la película, Murieron por encima de sus posibilidades, de Isaki Lacuesta. «Lo que le gustaría sería matar policías, banqueros, políticos, jueces, dirigentes de multinacionales…», empieza.  Oyendo lo que iba explicando, a la vez, la gente se iba animando…

Después de esa catarsis, como dijo, volvía al escenario cantando, Por el lado más bestia de la vida, mientras se quejaba de ir solo y no poder subir cómodamente ni poderse quitar las antenas de la cabeza tranquilamente —creaba, entonces, una banda virtual, con Tino di Geraldo, a la batería y Quimi Portet a la guitarra para poderlo hacer—. Es sobre Walk on the wild side de Lou Reed, nos iba explicando la vida de esos personajes que, en contra de las normas, van por el lado más bestia de la vida.

Presentaba, entonces un nuevo tema que, decía, era oportuno para el momento: «Una cançó mol tonta… però bueno, tampoc es que les altres cançons meves siguin molt llestes» [Una canción muy tonta… pero bueno, tampoco es que las otras canciones mías sean muy listas]. Y era oportuna, decía, porque explica aquello de que estás en la ciudad contaminada, ruidos, coches; y decides irte al pueblo unos días, a la naturaleza… Pero te encuentras a un vecino, cuando vas a tirar la basura, y te propone ir a tomar algo y te vas liando y, claro, acabas dando una vuelta por toda Catalunya, en la que pasa de todo, de todo. Así nos introducía, con sus palabras, Bona nit (juerga catalana), con la que acababa el concierto, oficialmente, aunque, volvió a salir para cantar: «Puedes hacer un par más de canciones», le habían permitido, dijo.

Volvió a preguntar qué canción querían los presentes, y decidió que era, Antonia Font. Llena de ironía, nos presenta su idilio, consumado, con: «la mallorquina mes formosa que hi ha al món» [la mallorquina más bella que hay en el mundo]. Un juego con el nombre del grupo —que, por cierto, hace unos años habíamos visto en este mismo escenario en una edición anterior del (a)phònica.

yH5BAEAAAAALAAAAAABAAEAAAIBRAA7 - Albert PlaJoaquín, el necio, si que iba a ser, casi, la última canción de la noche. Esta rumba que explica la historia de ese necio que piensa que su mujer lo ha dejado por un negro que está mucho más dotado que él. Y cuando descubre  que no es cierto —después de amputarle la polla—, y se da cuenta de que lo que pensaba era mentira, y no entiende nada, un coro, formado por los clientes del bar, le explican el por qué su mujer le prefería a él: «El negro es mejor que tú, es más honrado y trabajador». Machismo, racismo y violencia en un tema que parece un chiste, pero que como todas sus canciones —ya lo decíamos al principio—, tiene un trasfondo mucho más profundo que lo que aparenta.

Mientras iba abandonando el escenario, con el público haciendo palmas rítmicamente, como él les pidió, Albert Pla cantaba el tema, El sol de verano, que con un envoltorio de canción infantil, nos explica el asesinato que comete  un niño sobre su mellizo.

Estar ante un auditorio de unas seiscientas personas, aproximadamente; durante una hora y media; acompañándose solo con la guitarra; mantener la atención de todos los espectadores durante todo el concierto; provocar constantemente el entusiasmo de los asistentes; eso es lo que hizo Albert Pla en l’(a)phònica, la otra noche.

A Albert Pla se la ha calificado de muchas formas, pero él —en una entrevista que le hicimos en el 2019—, se definió de la siguiente manera:

«Jo normalment explico cuentos, sí…explico una historia i sí, la lletra és molt important. El que passa es que una lletra sense una música tampoc té gaire sentit, saps… per mi. Tot i que també faig coses sense música… però sí, jo explico histories» [Yo normalmente explico cuentos, sí… explico una historia i sí, la letra es muy importante. Lo que pasa es que una letra sin música tampoco tiene demasiado sentido, sabes… para mí. Aunque también hago cosas sin música… pero sí, yo explico historias].

De esa forma tan suya de contestar a nuestras preguntas, reflexionando al hablar, con espacios entre las ideas, nos daba la clave de sus espectáculos: explicar historias para el público. Escuchando lo que los espectadores comentaban tras la actuación, esa noche lo había conseguido: «Es com si veiessis una pel·lícula» [es como si vieses una película], se oía. Sus letras, sus comentarios, sus monólogos, la forma de decir todo aquello que transmite, lleno de un contenido que nos puede ayudar a reflexionar, es, realmente, como ver una película —solo es necesario cerrar los ojos, por momentos, cuando está en el escenario.

Esta noche en el Festival (a)phònica de Banyoles, pudimos ver a un Albert Pla sin artificios, mínimal, en estado puro, solo con su guitarra y sus historias. ¿Para qué más?  +Info | Relacionados | Texto y Fotos:  Federico Francesch | DESAFINADO RADIO / Escucha la entrevista 1a parte / Escucha la entrevista 2a parte

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