Albéniz y Granados redescubiertos

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Albéniz y Granados redescubiertos
Hyperion, 2015

Tras el hallazgo de varias obras inéditas de Albéniz y Granados, el pianista Melani Mestre presenta su propia interpretación junto a la BBC Scottish Symphony Orchestra bajo la dirección de Martyn Brabbins. Se trata de una primicia mundial que el prestigioso sello Hyperion ha dedicado íntegramente a la obra para piano y orquesta de dos compositores españoles de reconocida fama.

El pasado 11 de junio, en un marco tan serio como es la Biblioteca Nacional de Catalunya (Barcelona), el pianista y musicólogo Melani Mestre presentó junto a la directora de la editorial Boileau, Yolanda Guasch, la publicación de su disco Albéniz/Granados: Piano Concertos (2015, Hyperion).

Bien es verdad que de grabaciones de este dúo de compositores el mercado anda ya sobrado. Pero en este caso la ocasión se viste de gala por tratarse de una primicia mundial. Y lo es por varios motivos. Uno de ellos es que un prestigioso sello como el británico Hyperion haya apostado por la edición de un CD dedicado íntegramente a dos compositores catalanes como son Isaac Albéniz y Enrique Granados. La otra razón, no menos importante, es que por primera vez ve la luz la versión original de la Rapsodia española de Albéniz –orquestada por el propio compositor– y, además, se da a conocer una obra ignota del citado Granados: el Concierto para piano y orquesta, reconstruido y adaptado para la ocasión por Melani Mestre.

También es cierto que, de entre todos los géneros más habituales en la música clásica, el de los conciertos para piano y orquesta es uno de los más prolíficos y explotados por los solitas de mayor rango. Pero a la solidez y calidad de esta grabación (registrada hace ya dos años, pero editada finalmente ahora) debe añadirse la paciente labor de pesquisa arqueológica perpetrada por Mestre. Todo surgió a raíz de un encargo de la orquesta escocesa para escribir un nuevo arreglo sobre la Rapsodia española de Albéniz. Mestre declinó la oferta aduciendo que, a su juicio, ya existían muchas otras versiones que quizá valía la pena revisar y/o recuperar.

Se da la paradoja de que Albéniz es uno de esos autores más y mejor respetados en tierras inglesas que en las propias. Tanto es así que durante décadas se llegó a ignorar a conciencia la orquestación que Tomás Bretón hiciera de la Rapsodia, así como la que Cristóbal Halffter hiciera para el lucimiento de Alicia de Larrocha en 1959 –anteriormente ya sonaba la de George Enescu, de 1911–. La principal causa fueron los litigios que ocasionó la firma de cesión de los derechos para la casa Ricordi, que la familia del autor no vio con buenos ojos. Dicho conflicto de intereses habría condicionado el tenso silencio con el que se marginaron todas las versiones “apócrifas” de la Rapsodia en cuestión. Otro ejemplo de la dejadez con que se ha gestionado el pasado cultural español lo muestra el “caso Azulejos”. Firmada también por Albéniz, Mestre advirtió que, inexplicablemente, una mitad se guardaba en el Museu de la Música, mientras que la otra parte de la partitura se encontraba en la Biblioteca de Catalunya, cercenando así una obra por puro desconocimiento o puede que por aplicar una salomónica solución que contentase de manera absurda a ambas instituciones interesadas en “proteger” el legado de un autor concreto. Anécdotas como ésta son las que nos hacen pensar que hasta no hace mucho tiempo, los burócratas de este país se enroscaban la boina para ir a la oficina.

Pero el interés de Mestre no se limitó a explorar viejas partituras de otros arreglistas ajenos al círculo de amistades de Albéniz, sino que se aventuró también en pos de la versión original de la Rapsodia española: la manuscrita por el propio autor. Finalmente dio con ella en San Sebastián, y como tal ha sido catalogada por la editorial Boileau. El trabajo comparativo con la versión de Bretón fue ingente, según explicó Mestre. Pistas como las diferencias de estilos en la orquestación (cuatro trompas en lugar de dos, ausencia de la tuba, menos percusión, etc.), el tipo de papel utilizado para anotar el pentagrama o el tipo de caligrafía fueron algunas de las que le convencieron sobre el feliz hallazgo que tenía entre las manos, nada menos que la de una partitura escrita en los tiempos en que Albéniz aún no había alcanzado la fama internacional y que se creía perdida.

No sería ésta la única colaboración entre Albéniz y Bretón, quien también se responsabilizó de la orquestación del Concierto fantástico para ser dirigida por él mismo en el día de su estreno. Bretón tuvo que hacer frente a la poderosa impronta que el lenguaje pianístico de Schuman y Chopin dejó en su amigo Albéniz, con el fin de amalgamar los pasajes solistas con las entradas de la orquesta siguiendo las apreciaciones del autor y resultando así una obra más próxima a Saint-Saëns y a otros representantes del impresionismo francés. Por el contrario, se podría creer a priori que, por su título, la Rapsodia española anuncia claras connotaciones nacionalistas y que presumiblemente se compuso de cara a la galería, según los gustos del público de la época. Pero la dichosa Rapsodia carece de los clichés que, en cambio, trufan tantos caprichos musicales de otros músicos franceses contemporáneos a Albéniz –me remito a obras como El Cid de Massenet, la Sinfonía española de Lalo, la Rapsodia española de Ravel, la Iberia de Debussy y, en menor medida, España, de Emmanuel Chabrier, por ejemplo–.

Las referencias musicales en la formación de Albéniz van a asomar también entre las notas de Granados, sobre todo en el Concierto para piano y orquesta que, para más inri, dedicó a su admirado Saint-Saens. Sumado a su visión más europeísta y abierta de la música, el eclecticismo de Granados le llevó también a experimentar algunos acercamientos disonantes que se pueden muy bien apreciar en el tono menor de su Concierto para piano (no en vano, su subtítulo es el de Patético) y aproximándose más a la manera de hacer de Liszt, Schumann, Saint-Säens o incluso Scriabin. Así lo prueba la larga cadencia para piano solo del inicio, antes de que entre la orquesta en pleno.

Al principio, el concierto fue concebido con una estructura típicamente romántica de varios movimientos. Granados tenía casi terminado el primero de ellos, de más de 18 minutos de duración, así como poco más de una página del segundo, cuando el autor decidió dejarlo inacabado por culpa de una frustrada ilusión. Se lo confiesa así en una carta a su íntimo amigo Albéniz, custodiada en la Biblioteca de Catalunya, comentándole en ella que quiso aprovechar una invitación para interpretar con mucha pompa una balada de Fauré para presentar el estreno de su concierto para piano y orquesta. No obstante, la asociación musical encargada de promover dicho concierto devaluó y menospreció su nombre en un evento pasado, dato que para Granados supuso una deshonra –un hecho que el propio Granados tilda textualmente de “marranada”–. Es por tal razón que el compositor optó por dejar de transcribir su concierto para piano y orquesta, posiblemente con la esperanza de retomarlo en un futuro en caso de prestarse mejor ocasión y marco para estrenarlo.

Finalmente, el hasta la fecha inédito Concierto para piano de Granados ha visto la luz gracias a la labor de recuperación, reconstrucción y orquestación del pianista, director y compositor Melani Mestre, después de haber sido estrenado por él mismo hace un lustro en el Musikkitalo de Helsinki al frente de la Orquesta Filarmónica Estatal de Karelia y de la Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México próximamente. +info | Relacionados | Iván Sánchez-Moreno