Xavier Baró

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«Las mejores canciones tradicionales te conectan con el misterio de la vida»

El lunes, 14 de abril, coincidiendo con el día de la proclamación de la Segunda República en 1931, el cantautor de Almacelles cerrará en el Casinet d’Hostafrancs (Barcelona) la decimonovena edición del festival BarnaSants. Este concierto forma parte de la gira de presentación de su nuevo disco, La ruta dels genets (Quadrant Records, 2013), un trabajo grabado, precisamente, en un concierto enmarcado en el BarnaSants del año pasado y que sirve para descubrir la carrera de un creador que siempre ha reivindicado la plena libertad artística. Esta postura, que se ha traducido en un gran respeto por parte del público y la crítica, también le ha convertido en un personaje incómodo para ciertos estamentos políticos y culturales del país.

¿Cómo encaja esta antología en tu discografía, coherente, compacta, pero siempre diversa de un capítulo a otro?
Amplía un poco más mi mundo musical. A medida que vas generando obra, siempre te quedas un poco lejos del lugar al que querías llegar. Algunas canciones, a fuerza de tocarlas, van desarrollándose y dejan la antigua versión grabada como un borrador. La ruta dels genets
me ha servido para actualizar una parte de mi repertorio y para grabar el sonido vivo, real, de L’Art de Troba, esta mezcla de tradición y experimentación que me fascina.

A menudo interpretas canciones oscuras, dramáticas, violentas incluso. ¿Qué te atrae de esta perspectiva de la vida, bastante presente en el cancionero tradicional catalán?
Las mejores canciones tradicionales son las que hablan de pasiones, crímenes, males de amores, corazones rotos… ¿El motivo? En ellas se muestra la vida sin autocomplacencia, van directas a la realidad. Se puede ver que quien las ha escrito es una persona viva como tú, que pasó por los mismos laberintos, a quien tampoco le cayeron buenas cartas, que dio un mal paso como lo puedes dar tú… Las mejores canciones tradicionales te conectan con el misterio de la vida.

¿Hasta qué punto te sientes como un antiguo juglar, que canta la realidad que le rodea para la gente que le rodea?
Me siento totalmente identificado, como un nuevo eslabón en la cadena de la tradición. Este es mi papel: ir de pueblo en pueblo cantando los signos de los tiempos y los claroscuros de los corazones de los hombres. Y si es posible, encender una pequeña llama que haga revivir sentimientos dormidos.

¿Y qué representa para ti esta tradición?
Entre otras cosas, una denominación de origen. Habla del lugar al que perteneces, te explica cómo era todo en un principio, te recuerda que hubo unos valores que valían más que el oro. Y lo hace a través de una sonoridad específica y local, que te emociona cuando la reconoces, y de unas melodías que forman parte de una única melodía, que en cada lugar tiene un color propio. Pero debes saber cómo incorporarle cierto sonido global para no parezca que has salido de un museo. Pensar localmente y actuar globalmente.

Desde esta perspectiva, ¿qué relación tienes con personajes como Woody Guthrie, Bob Dylan y similares?
No tengo ninguna más allá de admirar algunas canciones y el compromiso que adquirieron con su obra como parte de su propia vida. Woody Guthrie
me parece un gigante, un oráculo griego que definió un país, sus hombres y su paisaje con canciones. Dylan es más complicado. A mí me gustan sus primeros discos, cuando cantaba como si fuera ciego.

Volvamos por un momento a tu grupo, L’Art de Troba. ¿Qué papel juega en tu concepto artístico, en la construcción de tu identidad musical?
La ventaja es que ellos tocan como si fueran exploradores de lo desconocido. Trabajar juntos me permite ir más lejos, descubrir zonas de las canciones que yo solo no sabría encontrar. Cuando conectamos, hay una reacción química, el oxígeno del aire se condensa y nos entra en los pulmones como un río caudaloso. Cuando alcanzamos ese momento, decidimos cambiar de plan. Y desde aquí hacemos nuestra mejor música.

¿Y por qué optaste por este sonido del órgano de iglesia que te identifica?
Las sonoridades de los instrumentos no se hicieron porque sí, tiene una motivación. El órgano fue pensado para llevar el espíritu humano a las alturas, también a las profundidades. Es un sonido que tiene una vibración armónica muy particular, que conecta con aquello que habita en nuestro interior. Como esta es la música que yo quiero hacer, esta es la sonoridad que quiero buscar y encontrar.

¿Qué podemos hacer ante esta sensación de la música convertida en un negocio puro y duro?
Yo adopto una postura individual, no pido a nadie que haga nada. Cada uno debe decidir si quiere seguir alienándose o si se enfrenta al entorno. Estamos en un momento en que la música parece que no tiene ningún valor, la han convertido en un sonido para llenar el silencio, en un sucedáneo de la experiencia que realmente puede ser… La música que ha sido creación de verdad, que ha hecho avanzar la sociedad, que ha redescubierto sentimientos y alterado conciencias, no ha surgido nunca a partir de las modas, las empresas o la radio. Además, la música popular siempre ha estado cerca de la pobreza, ha sufrido mucho para sobrevivir. Y eso, en la Cataluña
de la risa acomodada, no se puede admitir ni mostrar.

¿Qué supone para ti el festival BarnaSants?
Una idea extraordinaria que tendría que reproducirse en tantas ciudades como fuera posible. Es la muestra de canción de autor más importante del país, en la que todos tenemos espacio, que no se rige por las modas o por el capricho de una elite. Gracias a la personalidad de Pere Camps
, un agitador cultural que en 1936 habría ido por Barcelona arengando al pueblo y cantando A las barricadas, no se ha convertido en un festival posmoderno. Ahora que la canción de autor ha sido expulsada de la vista pública, el BarnaSants es como una trinchera.

¿Qué queda del Xavier Baró de los años 1980 que hacía rock con el grupo Primavera Negra?
Todo y nada. Me encontré con ello, era mi generación y me apunté a la fiesta. Pero me cansé muy rápido. Había muchos prejuicios, la moda se imponía, no te dejaban ir más allá. Recuerdo que propuse hacer una canción tradicional catalana de bandoleros y me dejaron solo. La única persona que lo entendió y me animó a seguir por ese camino fue Servando Carballar
[líder histórico del grupo de música electrónica El Aviador Dro y Sus Obreros Especializados], que era de Madrid. Yo ya buscaba entonces hacer lo que ahora hago, siempre he sido un músico catalán que ha creído en la música catalana.

¿Estamos ya en el tiempo de las hachas al que cantaste hace unos años? [Xavier Baró publicó en 2004 un disco titulado Cançons del temps de destrals (Satchmo Records)]
Bueno, ya lo estábamos cuando lo hice. Todo este caos actual, estos gobiernos siniestros y cínicos, hermanados con los grandes banqueros, recuerdan la forma de actuar, aunque de momento sea algo más sutil, de los grandes partidos ultranacionalistas de los años treinta del siglo XX, como los nazis o los fascistas. Se trata de quedarse con todo, acabar con la diversidad de pensamiento y con ese bienestar sencillo que protege necesidades básicas. No, ellos quieren levantar muros y encerrarnos dentro, todos uniformados y formateados. Y para lograrlo no dudan en empobrecernos, en estrangularnos, tomando aquello por lo que habíamos luchado: la sanidad, la cultura, la educación, el patrimonio… Nuestra decencia, al fin… Pero lo cierto es que la esperanza ha desaparecido del mapa. www.xavierbaro.cat | Relacionados | Jordi Urpi | Foto: Juan Miguel Morales