W.W.(We Women)
Temporada Alta
Teatre Municipal de Girona, 7 de diciembre de 2015
El espectáculo W.W. (We Women) es, por encima de todo una reflexión sobre el papel de la mujer en nuestro siglo: «No se trata de reivindicar nada, solo reflexionar a través de la danza sobre el porqué, ya en el siglo XXI, nuestro mundo tiene la necesidad de seguir planteándose la condición de ser mujer y, siempre, a partir de noticias que nos son desfavorables», explica en el mismo programa del espectáculo su directora, la coreógrafa y bailarina Sol Picó.
Un trabajo que parte de diferentes porqués, especialmente en el mundo del arte y de la danza: «¿Por qué la aportación de la mujer en los ámbitos de la dirección y de la coreografía contemporáneas tiene tan poca visibilidad?, ¿A qué se debe el olvido histórico de una parte fundamental de su contribución artística? ¿Por qué desaparece su legado?, ¿Por qué, en definitiva, caminos ya recorridos tienen que abrirse de nuevo? ¿Por qué en tiempos de corrección política en los que a las mujeres occidentales se nos recuerda constantemente que tenemos igualdad de oportunidades todavía surgen estas preguntas? ». Unas preguntas que se podrían resumir en la frase de Ana Abad que lanzaba en su tesis doctoral, publicada en 2012, Coreógrafas, directoras y pedagogas: la contribución de la mujer al desarrollo del ballet y los cambios de paradigmas en la transición al s. XXI : «Parece como si, siempre que una mujer empieza una carrera que no está asociada a su género, se convierte en una pionera, a pesar del número de mujeres que ya habían ocupado esos puestos con anterioridad a lo largo de la historia ». Dejemos ya las palabras y las referencias de la coreógrafa sobre la teoría de W.W. (We Women), y pasemos a la realización del mismo.
Para provocar esa reflexión que se busca, se ha recurrido a cuatro bailarinas: la africana Julie Dossavi, la japonesa Minako Seki, la indú Shantala Shivalingappa, y Sol Picó misma; y tres intérpretes musicales: la violinista italiana Adele Madau, la guitarrista sevillana Marta Robles, y la cantante y flautista, también andaluza, Lina León. Siete mujeres de un contrastado valor artístico, como demostraron la otra noche sobre el escenario. La obra se creó a partir de una serie de improvisaciones que, entre todas ellas, fueron conformando unos cuadros que serán los que se nos van mostrando a lo largo de toda la representación. Algunos de ellos cargados de un cierto humor, como en el que las bailarinas compiten en una especie de ejercicios acelerados de aeróbic, en lo que, como Marta Robles va retransmitiendo con sus divertidas frases, sería una operación bikini; otros llenos de tensión, como el que representa una lapidación. Todos ellos, eso sí, con una carga de lirismos importante, llegando a momentos tan interesantes como el que presentan Shantala Shivalingappa bailando, a su manera, una farruca que interpretan, voz, guitarra y violín, las tres músicas, mientras Sol Picó, a su lado, baila taconeando, realmente punteando, con zapatillas de ballet.
Muchas son las interacciones en las que intervienen las siete mujeres que protagonizan el espectáculo, tanto a nivel individual, como en grupo, repartiéndose un protagonismo que ninguna de ellas tiene en exclusiva. Y manteniendo, además, cada una, sus propias características y cualidades, llegando al extremo de que en las coreografías en las que intervienen las cuatro bailarinas, cada una de ellas conserva su estilo, aunque sea de forma sutil, adaptándolo a lo que necesita la actuación en cada momento. La fuerza de Julie Dossavi, los movimientos llenos de sutileza de Shantala Shivalingappa, la mecanismos precisos de Minako Seki, y la exuberancia de Sol Picó, se combinan para lograr una conjunción que proporcionan algunos momentos extraordinarios. Pero, y aquí radica una de las gracias del espectáculo, también vemos a Adele Madau tocando el violín boca abajo, cargada a la espalda de una de las bailarinas; o a Marta Robles reptando por el suelo mientras acompaña con un ukelele la voz de Lina León; y la misma cantante, demostrando, con sus flautas históricas, su potencial como interprete clásica, o bailando como una más, que no solo está allí por su voz. Mención aparte merece la escenografía de Joan Manrique que nos sitúa en una especie de campo de refugiados, con protagonismo de la tierra y la arena que cae del techo, y las simbólicas manzanas, lo que añade un punto más a todo ese ambiente dramático que se respira en mayor o menor medida durante la obra,
Después de ser estrenado en el Festival Grec de Barcelona, y tras una serie de representaciones en el Fiba de Buenos Aires, llegaba a Temporada Alta, W.W. (We Women), como un trabajo lleno de frescura, con unas coreografías repletas de sensibilidad e intención, con una música absolutamente adecuada para ellas, con una escenografía que las potencia en todo momento, y con unas intérpretes, en estado de gracia, sin las cuales no nos podríamos ni siquiera imaginar la realización del espectáculo. +Info | Relacionados | Federico Francesch | DESAFINADO RADIO