Víctor Ullate : El Sur
“Yo estoy seguro que Enrique Morente ha estado ahí, y sigue estando.”
“Este proyecto nace de un encuentro con Enrique en Granada”, nos decía Víctor Ullate unas horas antes de presentar en Barcelona, El Sur, el ballet de su creación basado en las músicas de Enrique Morente y su hija Estrella Morente, sobre las que él ha creado una historia de amor y desamor, después de abandonar un primer proyecto: “Yo estaba leyendo Lorca, una vez más Yerma, porque quería hacer algo sobre Yerma, ¿verdad? Pero muchas veces las familias son un poco difíciles y eso…” Y llegó el encuentro con Enrique Morente, del que nos habla: “Le llamé y le dije claramente que tenía muchísimas ganas de conocerlo, que yo era un gran admirador y que quería conocerlo, y me dijo: «¡Pues vente ya!». Y allí me fui [se ríe]. Y entonces pasamos una de esas noches inolvidables, mágicas… Luna llena; la Alhambra enfrente; un clima maravilloso; y Granada. A los pies de Granada”. Una historia que él pensó cercana a la que no había podido hacer de Federico García Lorca: “Yo dije: «Bueno, le voy a llamar El Sur, lo voy a cambiar un poquito», y como la obra se trata, pues eso, de celos, de maltrato, de amor, de pasión, pues, ¡eso es! Y sobre todo con esas voces, tanto de Enrique como de Estrella, su hija, que son maravillosas. ¿Quién no se puede inspirar con ellos dos?” Una obra que no le costó hacer, pero si dejarla: “Para mí fue muy fácil, todo fue muy fluido, y te advierto que cuando acabé la coreografía dije: «¡Ay, qué pena!, me gustaría seguir…»” Una obra en la que la colaboración del propio Enrique Morente fue fundamental: “Yo iba pidiéndole cada vez más música, porque le decía: «Mira, necesito ahora una zambra, necesito unas alegrías, necesito una soleá, necesito esto…»” Y Enrique me lo mandaba.” Una colaboración que fue más allá de lo artístico: “Sí, sí, el encuentro con él fue maravilloso y, sobre todo, que nos unió una amistad que perdurará para siempre aunque él no esté aquí”.
Ahora es, después de casi una década, cuando ha vuelto a presentarlo: “Hará nueve años. Nueve o diez años. Es un proyecto madurado. Y ahora se ha retomado, y se ha retomado con todo el cariño, sintiendo cada paso, cada movimiento; lo que querías decir, el sentimiento que te puede producir, lo que la letra te está diciendo: ha sido muy bonito retomar esta historia”. Para lo que ha contado con una ayuda fundamental: “También gracias a Eduardo Lao, el director artístico que él ha sido, digamos, el que me ha estado ayudando para remontar esta coreografía”.
Una coreografía en la que, en un escenario desnudo, con un telón de fondo transparente, que en algunos momentos forma parte de la trama, se presentan los veinte bailarines para explicarnos la historia de Estrella, Antonio y Bernardo. Una historia de amores y desamores, con un final trágico de muertes y suicidio. Marlen Fuerte, Dorian Acosta y Josué Ullate eran, esa noche, los bailarines que escenificaban el relato, con temas como, A Ramón Montoya, El pequeño reloj, Calles de Cadiz, Plaza Vieja o Policaña, entre las que oímos cantar a Enrique Morente; o, Qué te traigo, que voy a Burgos, De los 4 muleros, En lo alto del Cerro o A la nana, nanita, que interpreta su hija Estrella Morente, de las 20, en total, del espectáculo.
Si la escenografía es sobria, lo mismo podemos decir del vestuario, donde ellas lucen unas faldas de gran vuelo que estilizan y subrayan sus movimientos, y ellos una camisa-chaqueta haciendo juego, abierta sobre el torso desnudo. Todo ello al servicio de una coreografía con una base de clásico contemporáneo español; en combinación con danza española, o bolera, estilizada; además de algunas incorporaciones de danzas populares; logrando así, gracias también a la calidad de los bailarines, crear una atmósfera en la que Victor Ullate se mueve como nadie.
Un Víctor Ullate que nos comentaba su trayectoria dentro del ballet: “No hay que olvidarse que mis primeros pinitos, mis comienzos, fueron con el flamenco. Yo he bailado flamenco con la compañía de Antonio, he venido aquí al Liceo, mi primer teatro que yo pisé, ¡el Liceo! Fíjate si Barcelona tiene recuerdos tan bonitos para mí. Mi maestra era catalana; yo todos los años, con mis padres, venía a Barcelona, porque tenían unos familiares; y mis vacaciones las he pasado en la Costa Brava, en Sant Feliu de Guixols, Blanes, S’Agaró…”. Y seguía hablando de su vida artística: “Es verdad que yo he hecho con música de Philip Glass, Wonderland, por ejemplo, que es un psiquiátrico donde cada bailarín tiene una patología diferente. También he hecho otras cosas más contemporáneas, menos contemporáneas. El arte de la danza, tiene, desde el musical, hasta coreografiar el Amado Mío, de Rita Hayward. O El amor brujo, que se va a estrenar ahora en el Teatro Real. Bueno, se va a reestrenar, va a ser un restreno, porque se estrenó este verano en Vichy, y fue espectacular, con la música de Falla. También tiene música de Luis Delgado, porque cuando Candela va al más allá, es una música del otro mundo, es una música muy extraña, es música gótica, que ellos hacen, y es espectacular. Ahí, digamos, me he explayado, he dejado que mi fantasía corriese y disfrutase de ello, claro”.
Una trayectoria que le ha llevado a conseguir un estilo que, podríamos decir, es único: “Yo cuando empecé a coreografiar, empecé con el Ballet Nacional de España, e hice cosas españolas. Porque, hablando con Béjart, digo: «¡Ay, Maurice!, tengo que hacer todo un repertorio para el Ballet Nacional». Y me dijo, recuerdo estas palabras: «Tienes que darle a la compañía una identidad. Y España es muy rica, tiene una cultura muy extensa, tiene una música fantástica, unos músicos fantásticos, Falla, por ejemplo». Y entonces empecé a hacer cosas, pues eso, de Turina, de Falla, de tal, de cual. He hecho, por ejemplo, De Triana a Sevilla, con música de Manolo Sanlucar; he hecho, Arrayan D’Araxa, también; he hecho Jaleos, que es una bulería; he hecho La seguirilla. Es decir, que yo estoy muy vinculado dentro de esta línea, porque además no hay nadie que lo haga, y eso me caracteriza a mí también”. Aunque él como creador con inquietudes, que es, no se conforma solo con eso: “Pero también me gusta romper y decir, pues ahora mira, todo lo demás como si no existiera, voy a hacer otras cosas, que es lo bueno. Me divierto. Muchas veces no tienes los medios económicos, pero bueno, ya te las arreglas de forma que lo puedas hacer, y si no te empeñas como estoy empeñado ahora hasta la médula [se ríe]. Lo que sí no quiero es repetirme, y que no digan: «¡Ay! ¡Siempre lo mismo, siempre lo mismo! ¡Es muy pesado! »” Pero cuando vas cambiando y vas haciendo diferentes cosas, pues al coreógrafo también le agrada eso”.
Volviendo al espectáculo, la atmosfera que crea la música de los dos Morente, es fundamental para el mismo: “Yo estoy seguro que Enrique sigue ahí. Ha estado ahí y sigue estando; porque en Madrid hemos colgado, desde el primer día, no hay localidades. Se ha llenado todo. Se ha vendido absolutamente todo, hasta las localidades que no se podían vender, pues todo se ha vendido. Ha sido un bombazo. Luego fuimos a Bergerac, a Francia, y fue espectacular. Recibí un email del empresario diciendo: «Víctor, no se puede poner ni más ni menos, es justo la medida. Es una genialidad el ballet»”. Un triunfo que le permite viajar con su compañía constantemente: “Ahora vamos a viajar mucho por Francia. Después de aquí, no con El Sur, con el programa Bolero, vamos a la Opera de Marsella y a Bélgica. Bélgica que yo he pasado parte de mi vida allí, catorce años de mi vida en Bruselas. Vamos allí porque vamos a bailar en el Circo Royal, donde tantas piezas he estrenado de Béjart, y que tantos recuerdo me trae”, decía nostálgico.
Acaba El Sur con un número nuevo que él ha añadido: “El estreno de El Sur fue hace 10 años, en el 2005, y ahora digamos que he agregado algo más. Es un final, un final muy bonito que yo le he llamado Quiebro, que está bailado por mi hijo Josué Ullate, y que lo bailó delante del Guernica, porque Enrique, dos días antes de morir, cantó en el Reina Sofía. Entonces yo quise que este quiebro lo bailase delante del Guernica, y lo hizo, el día internacional de la danza, y por eso el final es ese. Digamos… la gente entra, entra con su voz… Bueno, no lo quiero contar, porque si lo cuento, si lo cuento, ¿sí?, se chafa un poco la historia”. Un final que nosotros sí vimos y en el que, al son del tema Alegato contra las armas, una canción que tiene como fondo el Claro de Luna de Beethoven, Josué Ullate, con unas mallas blancas, rodeado por todos los bailarines, baila ante un retrato gigante que le hiciera a Enrique Morente el fotógrafo Manuel Montaño, en un póstumo homenaje al cantante, en, como decía el propio Víctor Ullate: “Un final muy emotivo. Toda la pieza es muy emotiva, porque gente que lo había visto hace unos años, lo recordaba bonito, pero no tan bonito. Había partes que dices que me han llegado al alma”. Una reflexión que los que estuvimos presentes en Barcelona, compartimos absolutamente, en una noche donde la magia de la danza y del flamenco, de la mano de un maestro, se fundieron de forma absoluta. + Info | Escucha el programa | Texto y fotos: Federico Francesch | DESAFINADO RADIO