Toto la Momposina

yH5BAEAAAAALAAAAAABAAEAAAIBRAA7 - Toto la Momposina
Salsa & Latin Jazz Festival

Sala Barts, Barcelona, 25 de mayo 2013

Hacía solo unas horas que habíamos estado hablando con Toto la Momposina en su hotel y ahora la íbamos a ver en el escenario de la Sala Barts, dentro del Salsa & Latin Jazz Festival. Después de la actuación de dos grupos coreográficos, el Grupo Mistura y Fuego en los pies, para caldear el ambiente, apareció en escena la cantante colombiana y su banda de nueve músicos, y fueron recibidos con una ensordecedora ovación.

Durante la entrevista, Toto la Momposina se había mostrado reflexiva en sus respuestas, didáctica y extensa en sus explicaciones, amable hasta el extremo, con una voz suave, que quería cuidar para el concierto. “En la Sorbona me enseñaron que cuando uno va a actuar, es actuar, y no tiene que estar dando entrevistas antes, el día del concierto… Pero tu viniste de lejos, y una, a veces, hace excepciones”, nos explicó. Luego, en el escenario, se había convertido en una explosión de ritmo, de dinamismo, de fuerza, y se dirigía al público diciendo: “Ustedes van a ver una propuesta musical, no es una fusión, en base a nuestro corazón, que es el corazón del mundo entero: la Música de la Identidad”. Y en ese momento comenzaban su grupo a tocar los primeros acordes de Pilandera, que hacían saltar como con un resorte a los asistentes a los que se les había facilitado la movilidad eliminando las sillas de una platea que llenaban por completo.

El verdadero nombre de Toto la Momposina es Sonia Bazanta Vives. Nos explicaba que sus dos ramas familiares estaban relacionadas con las artes: “Venimos de una familia que pertenecemos a las Musas. Mi bisabuelo era músico, poeta, guerrillero también, policía, altruista, bohemio… Y mi papa decía que nosotros habíamos nacido ensayados, porque veníamos de una familia de músicos; y cuando uno ya es grande, como en el caso mío, sabe que tiene compromiso con una dinastía de músicos y que, por lo tanto, todo lo que haga debe de tratar, en lo posible, de hacerlo lo mejor que se pueda”. Eso, luego en el escenario, lo demostraba cantando y bailando canciones como Apila el arró o Candela viva, algunas de las 255 que, dijo, tenía en su repertorio.

Nacida en la isla de Mompós, enseguida llegó con su familia a Bogotá, pero su madre, se trajo unos músicos allí para mantener la enseñanza de la música en general. La cantante nos explicaba que fue su madre la que la había enseñado a bailar desde muy pequeña, entre otras, la Danza de los Indios Farotos, y que para ella fue un ejemplo muy importante: “El acto, la figura de enseñar, pues uno la tiene ahí escrita en su corazón, en la mente, en el verbo en la memoria, y por eso, pues seguramente estamos aquí hablando tú y yo… Y sigo bailando la Danza de los Farotos (risas)”. Totó la Momposina, al principio aprendió con su abuelo Virgilio Bazanta, que tenía una banda de viento y que, ella nos decía, era: “Una persona distinguida, porque se vestía en esa época de sombrero Borsalino, y de lino, y tenía un carro convertible…Y era bastante rígido”. Posteriormente decidió estudiar en el Conservatorio de la Universidad Nacional, a la vez que comenzaba a investigar sobre la música popular, recorriendo los pueblos con su pequeña grabadora y buscando a esas cantadoras que, como decía: “Tienen que saber cocinar muy bien, saben de plantas, de medicina, algunas son parteras, otras que leen las cartas, otras tienen que saber de política. Uno tiene que ser una persona importante dentro de la sociedad: Son como la Mama Grande de Cien años de Soledad de García Márquez…”, en referencia al gran escritor colombiano Gabriel García Márquez, al que tuvo el honor de acompañar, cuando éste fue a recoger el Premio Nobel de Literatura a Estocolmo. Pero no contenta con esta búsqueda de material tradicional, pensó que debían ser los intelectuales los que cogieran el relevo de sus estudios y se dirigió a Gloria Triana: “Una antropóloga, que me había visto en televisión y que dijo que ¿de dónde salía aquella música? Y ella fue la primera que empezó a hacer festivales con la Música de la Identidad, junto conmigo, y logró que en la universidad se estudiaran todas las tradiciones culturales de Colombia” nos aclaraba. Y así Toto la Momposina empezó su contribución a la difusión de la cultura colombiana, como quedaba patente viéndola en su actuación bailando y cantando al son de los bullerengues, las cumbias, los porros y los mapalés tradicionales.

Un tiempo después, buscando nuevos conocimientos, se fue entonces a París, porque, explicaba: ”A uno le enseñaban del Viejo Mundo y el Nuevo Mundo. Y uno quiere conocer el Viejo Mundo. A la edad que tengo yo, sé lo que significa. Hay que tenerle respeto porque está la historia de la humanidad ”. Pero cuando llegó a París, como nos decía, no dejaba de ser una mujer exótica: “¡Fíjate! Una negrita que no habla francés, que anda con los tambores… Me tocaban el pelo a ver si era verdad que era así… Cantaba en la calle, y hubo uno que me entregó cincuenta francos, y me dijo: Espero que la próxima vez que nos veamos nos encontremos en unos de los grandes teatros de Paris… Evidentemente allí nos encontramos, y lo conocí porque él se casó con una amiga mía” explicaba entre risas. Y en París fue donde la busco Peter Gabriel, que fue quien la llevaría al Womad y le produciría La Candela Viva, el disco que le abrió las puertas de los circuitos internacionales. “Mandó un señor a buscarme, pero ya yo me había ido para Colombia. Pero se comunicaron con el ministerio y yo me fui a atender la invitación…” nos relataba. A partir de ese momento Toto la Momposina empezó a ser conocida y apreciada a nivel internacional, un reconocimiento conseguido principalmente por sus actuaciones, no por sus grabaciones discográficas, que aún hoy son relativamente escasas. Unos conciertos que, nos explica: “Nunca son iguales. Imagínese todo el tiempo uno tocando lo mismo…(risas)”

En el escenario su filosofía la transmite con la música, los tambores, las gaitas, los instrumentos que ha añadido, como el viento, o la guitarra eléctrica. En la entrevista son sus palabras, sus explicaciones, las que traen conceptos como la unión de la música y la naturaleza que ella nos explica: “La danza es imitativa… Nosotros somos millonarios porque tiras un grano de maíz en el campo, y el sale solito, porque precisamente viene de la Madre Naturaleza. Entonces la Música de la Identidad es eso. Y como lo nuevo es lo viejo y lo viejo es lo nuevo, entonces yo lo muestro con las diferentes influencias que yo recibo de mi familia, porque si mi bisabuelo tocaba la mandola, pues pongo las cuerdas, y si mi abuelo tocaba el clarinete, pues pongo los vientos, y si ellos imitaban los sonidos de las cantadoras con los sonidos africanos, con los tambores, ¿por qué yo no lo puedo poner dentro de mi propuesta musical? Y decir que éste es el proceso de evolución que se ha hecho y que estamos mostrando aquí. Yo lo tengo que hacer, porque esto es así.

En escena, una cosa que se evidencia es la compenetración con sus músicos, a los que ella considera muy importantes y a los que siempre ha defendido, como nos contaba: “Al principio les pagaban con ron, y yo decía que les pagasen a ellos, que yo era una señora casada con un médico y no lo necesitaba…” Pero ante todo, comentaba, hay una historia y una labor que viene de lejos: “Tienes que sentirte que eres como el conductor de una idea, de un compromiso, con todo un movimiento atrás. A veces yo hablo de una cosa y otra, pero todo tiene que ver con el proceso musical que se ha logrado en este momento. Uno no puede ser díscolo. Un intérprete es como un sacerdote, tiene que ser respetuoso con lo que está haciendo.”

Respecto a la música ve dos tendencias, nos decía: “Es como en Yin y el Yang. Hay la buena música, y los géneros de música y el pueblo tendrá que escoger. Para eso existe la audición. Mi abuelo decía, que uno era bueno hasta cuándo quería. Con eso lo digo todo(risas)”

Y era la buena música la Música de la Identidad la que, por la noche, estaba tocando con su banda. Clásicos como Mapalé, Fiesta Vieja, Los sabores del porro, Margarita, Gaita-Puya o Adonde me meto yo, junto a su éxito El Pescador, en una versión absolutamente diferente; eran recibidos con entusiasmo por sus incondicionales que disfrutaban junto a ella.

Por la tarde, cuando la entrevista iba acabando, nos quedaba una curiosidad, la del porqué de su nombre. Pese a conocer el origen, queríamos oírlo explicado por ella, como así hizo: “No fue un nombre que nos pusimos a estudiar a ver cómo me iba a llamar, porque Toto me lo puso mi papa, porque yo cuando comencé a hablar a todo le decía to…to, to…to, to…to… y Momposina porque vengo de la isla de Mompó, y pertenezco a la etnia de los indios caribes, y el cacique, el dueño de la isla, se llamaba Mompó y entonces yo no tuve que ir a ninguna parte para conseguir tener mi nombre (risas)”

Si el concierto acababa con un Prende la Vela apoteósico, de casi diez minutos de duración, ella terminaba la entrevista, de casi cuarenta minutos, también con una frase apoteósica: “¡Ya te dije todo!

Después de su actuación, los espectadores del Salsa & Latin Jazz Festival, se quedaban en la misma sala para continuar bailando unas horas con DJ La Morocha. Yo había estado con ella, por la tarde, en la entrevista, en su hotel. Acababa de oírla y verla en su concierto. Ahora, casi de madrugada, tenía la sensación de que tardaría un tiempo en digerir todo lo que me había transmitido Toto la Momposina, una verdadera Cantadora, por sus palabras y por su música. + Info | Federico Francesch | DESAFINADO RADIO