Tinariwen / Vieux Farka Touré
Tinariwen / Vieux Farka Touré
Festival del Desierto
Sala Caracol, Madrid
24 de octubre de 2007
A imagen y semejanza del festival que celebran los tuaregs en Mali todos los años, la céntrica sala se convirtió por una noche en un agitado mar de dunas, ante la visita de dos nombres de peso de la música africana. Tinariwen parecen recién salidos de la película Le Boulet. Entre otras cosas porque con su atrezzo de tuaregs, envueltos en turbantes y túnicas, aparentan ser figurantes de esta vertiginosa cinta de acción que tiene a Mali como telón de fondo. Como si una tormenta de arena les hubiese teletransportado de las arenas de Tumbuctú hasta la céntrica sala madrileña, desgranaron un set polvoriento y también, porque no, rockero. Ya que su música no solo acude a la tradición de sus tierras sino también a la pulsación de Jimmi Hendrix y Led Zeppelin, como demuestran en algunos de sus arreglos y melodías. Hay que decir que Keith Richards (Rolling Stones) o The Edge (U2) les han calificado como la mejor banda de rock de hoy en día. El líder del quinteto, Ibrahim Ag Alhabib, conoció a los demás miembros del grupo en un campo de refugiados cuando estos abandonaron los fusiles Kalashnikov por las guitarras Stratocaster. Su única presencia lleva al espectador hasta las dunas del Sáhara. Un bajo, tres guitarras y un djembé sirven de hilo conductor para sus cánticos en tamashek, su lengua materna. Centraron su repertorio en su último disco Amin Iman (World Village, 2007), cuya traducción es "el agua es vida". Y haciendo alarde de sus hipnóticas armonías y sensuales contoneos incitaron al público con canciones como Cler Achel, Imidiwan Winakalin o Chatma. Incluso se atrevieron con un rap cantado en francés donde narraban una turbulenta historia familiar. Su último tema lo hicieron acompañados del protagonista de la velada, Vieux Farka Touré, que supo adecuar su nervioso rasgado a la rítmica de sus paisanos. El hijo del legendario Ali Farka Touré tiene la ardua tarea de competir con el grandioso legado de su padre. Y lo tiene complicado pues a pesar de su más que digno hacer a la guitarra está lejos de alcanzar la gloriosa estela de su progenitor. Aún así, en directo se muestra brioso y sabe contagiar al público de su fuerza. Vieux suple magnificamente sus carencias con su movimiento felino sobre el escenario. Apareció escoltado de un cuarteto en el que no faltaba la calabaza de Alou Coulibaly como elemento percusivo, el bajo de Mahamadou Fofana, y la incisa batería de Tim Keiper, un occidental de gran pegada y que insufló combustible rock con sus prodigiosos acentos y breaks. Las veloces escalas pentatónicas de la escuela mandinga sirvieron de protagonismo a las guitarras. Y dieron pie a un concierto donde lo instrumental se imponía a lo vocal. Vieux resumió perfectamente el contenido de su disco Modiba (World Village / Modiba Productions, 2007) e incluso lo amplificó con la fuerza de su directo. Varios de los miembros de Tinariwen se sumaron a la fiesta y acompañaron con su improvisado ballet el devenir del de Bamako. En la recta final el bajista de los tuaregs se armó de una guitarra y acompañó a Vieux en un gran final de velada. Solo se echó en falta el té, las jaimas y los camellos. Pero eso ya es mucho pedir. // Miguel Angel Sánchez Gárate