Sílvia Pérez Cruz: Ella y yo
Festival Temporada Alta
Girona, 30 de octubre de 2013
A veces, lo que parece más evidente, nos engaña. Así, (1+1+1)+1, nos da un resultado más cercano al 10 que no al 4, como aparenta. Cuando se unen una voz, una guitarra, una danzarina y una puesta en escena sobresalientes, los resultados son, a la vez, extraordinarios. Sílvia Pérez Cruz, durante el espectáculo, explicó que todo había empezado unos dos años atrás, cuando el Teatre Romea de Barcelona propuso a una serie de directores que escogieran cada uno de ellos a un músico, para crear diferentes espectáculos que unieran la música con la dramaturgia. Julio Manrique la escogió a ella, y ella, a su vez, le pidió que alguien la tocara en el escenario (sic), porque siempre estaba muy sola y nadie lo hacía, cuando cantaba. Convinieron que fuera una bailarina, Nathalie Labiano, y así, junto a su inseparable Mario Mas, con su exquisita forma de tocar la guitarra, y montaron Ella y yo, que nos ofrecían la otra noche: una cantante, una bailarina, un guitarrista y un director. Os dejo a vosotros la opción de colocar fuera del paréntesis, como aglutinador de los otros tres elementos de la suma, a quien os parezca más adecuado, después de haberlo visto y oído.
Desde el fondo de la escena, a capela, Sílvia Pérez Cruz, se acercaba al proscenio con el bolero Ella y yo. Luego entonaba, Vete de mí, ya junto a Mario Mas, y con una Nathalie Labiano, que la abrazaba y duplicaba sus brazos, en la maravillosa paradoja que proporcionaba el texto y los abrazos. Acababa el tema y guitarrista y bailarina, jugaban y reían, junto a ella, mientras iba cantando pequeños fragmentos de canciones: Buleria, buleria; Tú lo que quieres es que te coma el tigre; Cómo me las maravillaría yo; Uno de enero; Ai se eu te pego; Gagnam Style; I am a Single man; El Tiburón; hasta unirlos con su versión de Corazón de tiza, de Radio Futura.
Desde Lisboa, siguiendo los mensajes de un imaginado contestador automático donde el otro yo de la propia cantante, como había ocurrido ya desde el principio de la obra, iba explicando su periplo por diferentes lugares del mundo, aparecía el fado. Nada más y nada menos que Estranha forma de vida, el clásico de Amalia Rodrigues. Inmediatamente un Cucurrucucú Paloma dedicado a Salvador Sunyer de Bahía (sic) que era, como dijo, quien la había traído hasta el festival de Temporada Alta.
Asistíamos entonces, posiblemente, al momento culminante de la noche con la interpretación y la coreografía de Ne me quitte pas, donde Sílvia Pérez Cruz, con un telón rojo de fondo, aumentaba la desesperación desgarrada de la súplica del texto, ayudada por los movimientos de las manos de Nathalie Labiano que le privaban, alternativamente, de la vista y de la voz, y que, finalmente, la absorbían desde detrás de la tela.
Tras So broken, el tema de Björk, se quedaba sola en escena para interpretar Pare meu y Folegandros, ambas de su último trabajo 11 de novembre, acompañándose ella misma a la guitarra. Así iba llegando al final del espectáculo haciendo cantar a los espectadores el estribillo de la Lambada, eso sí interpretada a un ritmo mucho más lento de lo habitual.
Con un bis que formaba parte del mismo montaje, acababa en teoría el espectáculo. La cantante tranquilizó al público, anunciando que habrían más canciones después de este primer final, y se lanzó a interpretar Alfonsina y el mar, como le había pedido la voz en off de Julio Manrique.
Ya, fuera de programa, la sesión se alargó con Te busco pero no te puedo encontrar, la canción premiada con un Goya de la película Blancanieves; La tarde, que interpreta en su espectáculo junto a Javier Colina cantando con él, y que en esta ocasión lo hizo, en un sorprendente dúo vocal, con Nathalie Labiano, que fue muy aplaudido; acabando, ahora sí, con el tema peruano Mechita, que había cantado en su momento en el montaje teatral de Joan Ollé de La Chunga, una obra de Mario Vargas Llosa.
Fue un perfecto colofón para el concierto. Un concierto en el que se evidenciaron varias cosas, que repetiré. La voz y la forma de interpretar de Sílvia Pérez Cruz que la confirma como un referente absoluto dentro de las intérpretes femeninas actuales, no solo de nuestro país. El dominio de la guitarra de Mario Mas, ideal compañero de tantos cantantes, como ella misma. La habilidad de Nathalie Labiano, en la difícil tarea de acompañarla con su baile, en un aparente segundo plano, para llegar a ser imprescindible en algunos momentos de la actuación. Finalmente Julio Manrique, que creó esa mínima trama de los mensajes del contestador que conseguía ir trasladando la música a diversos lugares, y estilos. Todos ellos conseguían que lo que, en realidad, se podía calificar como un concierto, se convirtiese en un excelente espectáculo teatral. + Info | Federico Francesch | DESAFINADO RADIO