Silvia Pérez Cruz | Portal Blau
Silvia Pérez Cruz, en estado puro.
Portal Blau, Empuries. 11 de agosto de 2012
Después de recorrer de forma algo intuitiva el camino hasta las sillas que el festival Portal Blau había instalado en el centro de las ruinas de Empuries, griegas y romanas, llegamos hasta la explanada preparada para los más de dos mil asistentes que la llenaban. El escenario además de quedar, lógicamente, lejos de la mayoría de las localidades no tenía la altura suficiente para que, más allá de la fila diez, pudieras ver a los artistas de forma cómoda y completa. Por la tarde había llovido, incluso un pequeño huracán había arrasado la carpa donde en ese momento estaban cenando unas cincuenta personas de la organización, incluidos los músicos. Por ello, las pruebas de sonido no se habían podido hacer en condiciones. Las previsiones no eran de lo más halagüeñas, pero a pesar de todo, el resultado final fue de lo más satisfactorio. El público se amoldó a las condiciones de visibilidad y siguió el concierto con el máximo interés y respeto; pasados los dos primeros temas, los ajustes desde la mesa hicieron que una actuación al aire libre, con una gran cantidad de público, sonará bien, prácticamente sin complicaciones; y los músicos, con una Silvia Pérez Cruz pletórica, ofrecieron un espectáculo magnífico.
Cuando Silvia Pérez Cruz en el 2006, versionó Menuda, de Joan Manel Serrat, como cantante del grupo Immigrasions, tuve una grata sorpresa al oír a aquella artista a la que no conocía. Un tiempo después la pude entrevistar y ver en el (A)phònica de Banyoles junto a Ravid Goldschmidt y su dúo, Llama. Luego fue con Coetus en el Cuïlla de Cultures, cuando aún se hacía en Mataró; con Las Migas en el Altaveu de Sant Boi; y entre otros, con Antonio Serrano y Javier Colina en Luz de Gas, como invitada especial, una invitación que dio lugar a una posterior colaboración con el contrabajista que aún perdura, plasmada en el disco En la imaginación. Desde un primer momento y viéndola en proyectos tan diferentes unos de otros, siempre pensé que estábamos ante una de las promesas más importantes de la música vocal del país, que podía abordar cualquier estilo con absolutas garantías de éxito. Una promesa que en la actualidad ya es una realidad absoluta. Pero también recuerdo que pensé que esa, digamos, aparente dispersión musical podía llegar a ser perjudicial para ella. Se lo pregunté en una de las entrevistas que tuve la oportunidad de hacerle y me contestó que estar en tantísimos proyectos, pues yo he citado solo unos cuantos, le permitiría orientarse hacia el suyo propio. Parece que ha encontrado el camino que buscaba, su proyecto como cantante y compositora, que es el que quiere potenciar ahora, aunque se mantiene también en aquellos otros que por su formato ella considera compatibles con el suyo.
11 de novembre es el nombre del espectáculo y del disco que presentaba la otra noche. Una fecha muy significativa para ella, pues fue el día en que murió su padre, Càstor Pérez, cómplice imprescindible en su carrera musical, intérprete y creador de habaneras, residente en Calella de Palafrugell, precisamente donde una jovencísima Silvia Pérez Cruz, casi como si fuera un juego, empezó a cantar junto a él en los locales que frecuentaba, metiéndosele dentro el gusanillo de la música, un gusanillo que no la ha abandonado hasta hoy. Y así, con ese espíritu de homenaje, explícito o implícito, es como Silvia Pérez Cruz está enfocando la gira en la que da a conocer su proyecto personal.
Silvia Pérez Cruz podría, debido a su fama entre el público, haber escogido una trayectoria más fácil, menos arriesgada, pero ha querido hacer lo que le apetecía y no lo que podía haberla dado un triunfo más rápido, posiblemente; pero también más efímero, muy posiblemente. Y por ello ha optado por crear un repertorio nuevo, mayoritariamente de su autoría, que para los que la escuchan por primera vez en su faceta de solista de su propio proyecto no es tan fácil como hubiera sido escoger canciones, también de su agrado, pero conocidas por todos. El que nos presenta es un repertorio que precisa de una escucha atenta y prolongada para encontrar todo el valor que atesora, que es mucho.
Empezó Silvia Pérez Cruz sola, en medio del escenario, cantando a capela Meu Meniño, y ya con sus músicos Non Non, canción sin letra en la que su voz era un instrumento más. Fue la siguiente, siempre de su disco, Pare meu, basado en un poema de Maria Cabrera en una interpretación que nos transportó a Llama, su dúo junto Ravid Goldsmith, especialmente la segunda parte del tema, donde parecía improvisar junto a los músicos en alguno de los momentos. Primer recuerdo.
Después de expresar su satisfacción por poder actuar ante tanta gente, atacó Nao sé, una antigua melodía suya a la que hace poco más de una año puso letra en portugués junto a su hermana. Un tema que acabó con su voz como diluyéndose en la nada, una voz que Silvia Pérez Cruz domina de tal forma que hace posible esos efectos.
Con Días de paso, volvimos a encontrar a una Silvia Pérez Cruz improvisadora, pero esta vez en un registro más jazzístico, más a lo Bill Evans, otro de sus proyectos junto a Joan Díaz. La siguió Iglesias, dedicada a un amigo que se llamaba Sergi Iglesias, una serie de frases aparentemente inconexas que la recordaban a él, incluido un fragmento de Moon River. El siguiente tema Covaba l’ou de la mort blanca, lo introducía Miquel Ángel Cordero con un solo de contrabajo.
Quiero en este momento remarcar dos aspectos fundamentales del concierto. En ningún momento Silvia Pérez Cruz concibió su actuación como una cantante acompañada por unos músicos, sino como un grupo de músicos entre los que se encontraba ella misma. Llegó a expresarlo en palabras cuando dijo que lo que íbamos a oír eran las canciones de su disco, pero que ahora, después de interpretarlas en los conciertos, ya eran de todos ellos. El otro es que el 11 de novembre grabado es muy diferente al directo del otro día, lo que incluye a la cantante en ese grupo de artistas a los que vas a ver a sus recitales porque aun conociendo su obra, sabes que estos están llenos de sorpresas y reinterpretaciones de la misma.
Tras el Covaba l’ou de la mort blanca canción por la que se le concedió el premio Miquel Martí i Pol que promueve Lluís Llach, y que fue, creo, de alguna forma el catalizador que dio origen al lanzamiento de su proyecto actual; llegó uno de los momentos álgidos del festival, con la interpretación de Cucurrucucu, que dedicó a su hermana, con el único acompañamiento de Mario Mas a la guitarra, un dúo que entusiasmó al público de forma absolutamente lógica por la interpretación que ambos ofrecieron. Y aquí volvemos a lo que decíamos al principio. ¿Lograría Silvia Pérez Cruz un mayor éxito tanto en sus discos como en sus conciertos si interpretase temas reconocibles por los asistentes?
Siguió con Corrandes de l’exili que musicó el citado Lluís Llach partiendo de los poemas de Pere Quart. Su versión en directo alejada igualmente de la que grabó también con Immigrasons, aquel proyecto transoceánico que nació de la mano de Ernesto Snajer y de Raúl Fernández, omnipresente este último en la carrera musical de la artista, coproductor de 11 de novembre junto a ella, y presente también en el escenario con sus cuerdas diversas. Esta canción, como la anterior no pertenecen al disco y no son de su autoría, dos de los cuatro temas de la noche que cumplían esa premisa.
Volvió al disco, con la poesía de Feliu Ventura Lietzenburgerstrasse 1976, de la que ella confundió su contenido al musicarla, como explicó; y el tema Folegandros de inspiración claramente mediterránea, en una versión nueva, menos oriental.
A Memoria de Pez, con una letra llena de ironía, interpretada, como la anterior, de una forma más potente que en el cedé, le siguió Diluvio Universal, nuevamente con una magnifica introducción de Mario Mas a la guitarra. Acaba el tema con unas estrofas del cancionero popular, toda ella con aires aflamencados, cercanos a Las Migas de las que formó parte, con la cantante utilizando la trasera de su guitarra a modo de base para hacer percutir sus dedos de forma rítmica. Otro homenaje, otro recuerdo.
Anunció aquí el último tema O meu amor é Glòria nuevamente en portugués, de aires brasileños, dedicado a su madre, a su hermana y a su abuela, sus Glòrias; y volvió a presentar a los músicos que además de los citados Mario Mas y Raúl Fernández y Miquel Ángel Cordero contaban con Joan Antoni Pich al violoncelo. Dijo, en ese momento, que le haría mucha ilusión que la gente cantara con ella… pero claro, cantar con ella impone y solo se oyó muy fuerte, como ella quería, el Glòria final.
Repasado todo el disco, con los añadidos comentados, llegaron los bises, en los que siguieron los homenajes. El primero a su padre Càstor Pérez, autor de la música y a su madre, Glòria Cruz, autora de la letra de Vestida de nit, la habanera que interpretó en su honor y su recuerdo. Le siguió Gallo negro, gallo rojo, el tema que cantaba junto a Coetus, nuevos recuerdos. Una canción de Chicho Sánchez Ferlosio de letra cruda y sobrecogedora, alegoría de la guerra civil, que sirvió para cerrar un concierto que se acercó a las dos horas de duración.
Para acabar, siguiendo con las reflexiones anteriores, me gustaría constatar que la Silvia Pérez Cruz de hace más de tres años con la que hablé y a la que oí en directo por primera vez, es la misma que la actual, en el escenario y fuera de él. Su espontaneidad, el respeto a la música y a los músicos que la acompañan, el trato con el público, la presentación de los temas, se mantienen como el primer día. Si algo ha variado, es su forma de cantar, de utilizar su voz; y en este caso ha sido para mejor.
Silvia Pérez Cruz demuestra siempre que la vemos sus potencialidades. Para su proyecto, como hemos dicho, no ha escogido un camino fácil. Pero es el camino que le tiene que llevar, a través de su voz y sus composiciones, a lo más alto. + Info | Federico Francesch | DESAFINADO RADIO