Siddhartha y Un buda
Siddhartha y Un buda
Caminando se aprende la vida
Han coincidido en la cartelera dos películas de temática similar: la búsqueda del sentido de la vida desde el prisma de la espiritualidad.
La primera, Siddhartha (Conrad Rooks, 1972), ganadora de un León de Plata en la Mostra de Venecia de ese mismo año, está basada en la novela homónima de Hermann Hesse, escrita en 1922. Narra la vida del joven Siddhartha, el hijo de un sacerdote brahman que abandona la seguridad familiar para recorrer un camino incierto con los samanas (los ascetas peregrinos), renunciando a todo para llegar al centro de su búsqueda y cambiando de dirección siempre en busca de su verdad. Esta actitud le llevará a enfrentarse con la vida y a conocer el placer, la ambición o la frustración. Ambientada en la India tradicional, la película muestra algunos aspectos mejorables a nivel interpretativo o de caracterización, pero estos detalles son prescindibles valorando otros tan magníficos como la fotografía (con una luz tamizada y evocadora), la música (mágica y embriagadora a cargo de Hemanta Mukherjee) y, sobre todo, la simplicidad de una historia trascendente, repleta de poesía visual.
La segunda, Un buda (Diego Rafecas, 2005), ganadora del Premio del Público en el Festival de Málaga de 2006, es una obra más actual, más urbana, con la que quizá resulte más fácil identificarse. Tomás, un chico de 27 años, porteño, hijo de desaparecidos, se encuentra inmerso en una búsqueda espiritual que lo aísla de la sociedad, de su novia, de su hermano… Es un inadaptado que se niega a diluirse en el medio, que encuentra en la meditación la salida a una vida repleta de carencias y frustraciones. El recorrido paralelo de su hermano mayor nos ofrece el contrapunto racionalista de un profesor de filosofía extremadamente analítico. Con un guión firme, una buena descripción de personajes y unos diálogos bien estructurados, sólo se le puede achacar cierto efectismo gratuito a los recursos oníricos y un final no especialmente redondo, que quizá se entiendan si tenemos en cuenta que es la primera película de su director. A destacar la interpretación de Agustín Markert, emotiva, comedida e inquietante. Es una buena excusa para poner el freno, reflexionar, dialogar…
Tanto Hermann Hesse como Conrad Rooks y Diego Rafecas realizaron su propio viaje y sintieron después la necesidad de expresarlo. Puestos a escoger, sería recomendable empezar por la novela: "He experimentado en mi propio cuerpo, en mi misma alma, que necesitaba el pecado, la voluptuosidad, el afán de propiedad, la vanidad, y que precisaba de la más vergonzosa desesperación para aprender a vencer mi resistencia, para instruirme a amar al mundo, para no compararlo con algún mundo imaginado o deseado, regido por una perfección inventada por mí, sino dejarlo tal como es y amarlo y vivirlo a gusto". // Mónica Rubio