Sequentia & Dialogos

yH5BAEAAAAALAAAAAABAAEAAAIBRAA7 - Sequentia & DialogosSequentia & Dialogos
Barcelona, Esglèsia de Sant Felip Neri
19 de mayo de 2007


La pureza ancestral del canto gregoriano es, como todas las tradiciones supuestamente clásicas, un mito. En el siglo IX, Carlomagno impuso su ideal estándar para unificar y legitimar las dispersas liturgias que existían allende del Imperio Romano. La consolidación de la dinastía carolingia fue una artificiosa convención que extinguió la diversidad estética de cada pueblo. Si antes existió un modo propio de interpretar el canto religioso en cada región, la política cultural del gregoriano acabaría extendiendo la supremacía de un estilo único. Estudios recientes demuestran, sin embargo, las diferencias territoriales en el rito y la música litúrgicas. Textos y tratados del Diácono Pablo, Notker de Saint Gall y Walahfrid Strabo hacen referencia a estos matices genéricos, desmontando la creencia dogmática de que el origen del gregoriano surgiera de manera natural. Especializado en la escritura glagolítica de la misa católica croata, el ensemble Dialogos, liderado por Katarina Livljanic, lleva años recuperando la historia antigua medieval, combinando la investigación musicológica con el redescubrimiento de exquisitas piezas hoy casi olvidadas. Doctorada en París por una tesis sobre el canto del sur de Italia, Livljanic se ha aliado con Benjamin Bagby para, junto al coro Sequentia –que se dio a conocer regrabando la integral de Hildegard von Bingen, el poema épico Beowulf y las eddas islandesas en las que se basó Wagner para su ciclo del anillo–, interpretar muestras de este "multiculturalismo" antiguo antes de la globalización totalitaria de Carlomagno. Si bien BagbyLivjanic optó por cantar a capella sólo una vez, limitándose a dirigir el coro de hombres con una coreografía hipnótica de manos. Ver a Livjanic meciendo la música en el aire con sedosos movimientos, mientras los otros se mantenían pendientes de su mirada con subyugada entrega, fue una experiencia preciosa. Desde luego, halló en el cruce de voces –tres barítonos y cuatro tenores– una riquísima amalgama cromática: cada uno tenía un marcado carácter en su forma de cantar. El repertorio escogido tampoco era fácil, pues obligaba a los solistas a largos soliloquios sin florituras vocales, con retorcidos y tensos melismas que dejaban literalmente sin respiro al cantante. De una claridad de dicción envidiable, el conjunto destacó sobre todo en el jocoso bloque dedicado a Otfrid von Weissenberg, Was líuto filu in flízeCarl Orff para componer su archifamosa Carmina Burana–, la salmodia aleluyesca Laudate dominum, el chute de buenrrollismo de las loas Christus vincit y la repesca de La visión de Tondal del bis final, cuya influencia remite al impuro canto corso. El marco del concierto no pudo ser más apropiado por su reverberación acústica, idónea para el género en cuestión. Pero donde bordaron –y sobrepasaron– la fina línea de lo emotivo fue sin duda en A solis ortu usque ad occidua, un lamento sobre la muerte de Carlomagno que Bagby interpretó rodeado por el coro y tañendo una lira con una contención sentimental dolorosísima: sin entender ni papa de latín, la música hablaba por sí misma, empapando al oyente con el orgullo y la melancolía con que honraban al héroe. ¡Qué bonita velada y qué hermosa lección de vida! Treinta años cumple el Festival de Música Antigua de Barcelona. Y con eventos así se está ganando su longevidad de calle. Gracias, muchísimas gracias por estos regalos. // Iván Sánchez Moreno