Sa Dingding
Wrasse Records / Harmonia Mundi, 2007
Es poca la música que nos llega de China, ese inmenso país. Dadawa es una de las artistas chinas que más ha trascendido en los estilos musicales que prestamos atención aquí en B!ritmos. Ahora llega esta artista precedida del éxito (ha vendido más de dos millones de discos) y de un currículo digno de atención. Veinticinco años, hija de madre mongol y padre chino. Con una bonita y particular voz, compositora y capaz de cantar en sánscrito, mandarín, tibetano e incluso en un idioma inventado. Multiinstrumentista que toca el zheng (una especie de citara china con 25 cuerdas) y el morin khuur (violín mongol). Y además llega en un momento en que, por diferentes razones, China está en el centro de las miradas de todo el mundo. Recientemente ha ganado el premio de la radio BBC3 de World Music en la categoría de Asia Pacifico, en fechas cercanas hará su presentación en Londres y actuará también en el festival Womad. También se anuncia que actuará en la ceremonia de los controvertidos juegos olímpicos de Pekín. Así que prejuicios aparte y centrándonos en el aspecto musical, podemos decir que Sa Dingding muestra una fusión musical que bebe de sus reconocibles raíces, pero con unos entornos musicales repletos de texturas electrónicas de ambientes relajados. Digamos que tiene un aire bastante más cercano a Enya que a Björk, con las que se le compara. E incluso nos atrevemos a decir que nos recuerda a esas melosas músicas utilizadas por el espectacular Cirque du Soleil. Pero evitando todos los prejuicios, su música es agradable de escuchar. El disco empieza con un mantra (ella se confiesa amante del budismo) y es la primera de las diez canciones que contiene el disco. Aunque encontramos dos versiones distintas del tema que titula el disco, Alive, y dos versiones también, una tibetana y otra china, de Holy Incense, lo cual reduce la cantidad de canciones del disco. Ella afirma que le encantaría ser un puente cultural que conecte a las personas de Occidente y China. Su delicada voz, el violín y la flauta de bambú, ponen el acento chino y un maremagnun de teclados y programaciones al estilo occidental, ponen el resto de una música que quizá suene demasiado etérea para los tiempos que corren, aunque habrá que estar atento y no perderla de vista. // Miguel Amorós.