Chicuelo, Festival de Guitarra de Barcelona
Chicuelo
Festival de Guitarra de Barcelona
Sala Oriol Martorell, L’Auditori, Barcelona
6 de junio de 2008
La cultura catalana está de suerte al tener una ámplia variedad de registros, de músicas, estilos e identidades. Con acento andalúz, con su guitarra flamenca, y dentro del Festival de Guitarra de Barcelona, Juan Gómez Chicuelo presentó su segundo disco en solitario, Diapasón, en casa, en su tierra. Arropado por un público amigo, piropeado a lo largo del concierto, el guitarrista de acompañamiento, y espada, de cantaores como Miguel Poveda, Ginesa Ortega o Mayte Martín, entre otros, fue bautizado en la sala pequeña de l’Auditori acompañado de un numeroso grupo de músicos: Javier Gavara, guitarra; Raúl Levia, cante; Elisabet Gex, viola; Mariano Martos, bajo; Isaac Vigueras, percusión; David Domínguez, batería y percusió; y Raynald Colom, trompeta. Quizás, lo más sorprendente del sonido que ha creado Chicuelo es la incorporación del fondo sonoro que aporta la viola y los trazados de jazz que se superponen sobre las melodías flamencas del guitarrista. Y eso es precisamente lo que se pudo apreciar a lo largo de la noche. El tocaor barcelonés dibujó su forma de entender los diferentes palos flamencos, a medio camino entre el flamenco clásico y su acercamiento a terrenos más jazzeros, lo cual, sin ser demasiado novedoso, le otorga cierta curiosidad y empatía.
Chicuelo toca con atrevimiento y osadía, quizás no goza de la velocidad de otros intérpretes, sin crear melodías cariñosas y pegadizas, pero su forma de tocar la guitarra es personal, tratando de variar formas y contenidos, con creatividad, con lo que el público gana en sorpresa. Por otra parte, el músico parece atado a su imagen de guitarra de acompañamiento. Dejando a un lado los momentos solistas, el toque parece no querer despegar en su deseo de convertirse en estrella y, en muchos momentos, en lugar de lucirse, simplemente parece uno más, dejando algo de espacio a sus compañeros. Quizás, por eso, Chicuelo se muestra como un buen guitarrista, un buen artesano, pero le falta un poco de brillo y el brio de la genialidad. Seguramente, el barcelonés todavía no se ha creído que puede llegar a ser un artista de ensueño, e igualarse a los grandes mitos de la guitarra flamenca. Su origen, su carácter, su trayectoria y su papel de “guitarra de” todavía lo atenazan. El día que sea capaz de soltar lastre y alzar el vuelo disfrutaremos de un guitarrista arriesgado que sobrevolará por encima de la genialidad. Pero debe creérselo, porque puede.
Par terminar el espectáculo, el grupo tocó Crema Catalana, una rumba alegre que apunta formas y ganas, abriendo la cultura catalana a otras expresiones que quizás sean veladas desde un pensamiento único y etnocéntrico. Prestemos atención, la merece // Antonio Álvarez