Lula Cortês & Zé Ramalho
“Paêbirú”
Mr Bongo Records, 2007
Apenas se hizo un primer tiraje de mil copias de esta maravilla y la editora se incendió, no quedando del master ni las cenizas. Desde 1975, esta joyita ha ido ganando adeptos con los años, cruzando generaciones, fronteras y mares de mano en mano por copias toscas en casette. Ya era hora de que se corrigieran los errores del destino y se reeditara esta obra maestra, originariamente un doble vinilo cuyas caras se repartían cada uno de los elementos naturales: tierra, fuego, agua y aire. Las carreras posteriores de Lula Cortês –arpa, cítara, percusiones, efectos y una especie de mandolina hecha con caparazón de animal– y Zé Ramalho –voces, guitarras, contrabajo y otras percusiones– no superaron ni por asomo esta rareza dada por perdida. Secundados por músicos como Israel Semente, Agricio Noya, Alceu Valença, Jorge Tavares, Marconi Notaro, Zé de Torubamba, Geraldo Azevedo, Katia Mesel y tantos otros, se puede rastrear aquí el germen conceptual de muchos hijos putativos y de tantas otras piedras sacrosantas de la música brasileña contemporánea –por ejemplo, Roots de Sepultura (Roadrunner Records, 1996)– o la influencia en otras latitudes –como en el sonido de Popol Vuh y Amon Düül II o los catalanes Màquina! y Música Dispersa–. Afrojazz, psicodelia histérica, rock progresivo y un oscuro folk con instrumentación y aromas brasileños se conjuntan aquí en una espectacular atmósfera sonora inspirada en los ambientes amazónicos y los restos arqueológicos de Pedra do Ingá, en Paraíba (de ahí el título), lugar mágico de los indios cariris –a los que se rinde homenaje, por cierto, en Culto à terra–. Abre y cierra un hipnótico mantra (Trilha de Sumé), enmarcando un viaje –en todos los sentidos– por meandros alienígenas y dionisíacos en mitad de la jungla (no hay más que escuchar el rezo a la virgen de Yemanjá o el bloque dedicado al fuego para constatarlo: puro éxtasis tribal en clave electrofunky). Misticismo marciano y ecología rebelde se cruzan con episodios jipiosos y bucólicos (Harpa dos ares, Bailado das muscarias) y otros más alucinógenos y hasta fantasmagóricos (Omm, Pedra Templo Animal). Más que un disco, esto es una experiencia mental y sensitiva. La humanidad entera debería distinguirse entre aquellas personas que oyeron este trabajo y quienes todavía no han tenido ocasión de hacerlo. // Iván Sánchez Moreno