Roberto Fonseca

yH5BAEAAAAALAAAAAABAAEAAAIBRAA7 - Roberto FonsecaRoberto Fonseca
Barcelona, L’Auditori
27 de abril de 2007
El joven compositor y pianista cubano consiguió emocionar a un público que, desde el primer momento, se entregó al talento, las ganas y la ilusión de un líder sólido y una banda que respalda todas sus ideas. Estoy seguro que su próxima visita será en el Palau de la Música o en algún escenario de mayor capacidad: este hombre va directo a la gran fama. ¿Por qué hace días que la televisión, la radio y la prensa nacionales se hacen eco de esta gira? ¿Por qué un público de todas las edades y condiciones canta y aplaude al ritmo que marca Roberto Fonseca, sin dudar ni un momento? Primero porque es un gran músico: de eso no debe cabe la menor duda. Pero es fácil citar a otros grandes músicos que no tienen ese camino abierto hacia la fama. Segundo por la banda que le acompaña: vamos a presentarlos. Javier Zalba, quien ya estaba con la mítica formación Irakere cuando nadie conocía el jazz cubano, es un viejo lobo que toca todo lo que le echen y que cuando agarra la guitarra tres tiene toda el alma negra de la isla. Aunque le llevó tiempo, al final Omar González se marcó, en esa maravilla que es Triste alegría, unas pulsaciones que admirarían al mismo Cachaíto (colaborador del disco que presentaba Fonseca: Zamazu, Enja / Resistencia, 2007). En la percusión, las manos de Emilio del Monte fueron como dos maderas que pueden golpear sin cansancio los tambores más africanos que puedas imaginar. Y en la batería, Ramsés Rodríguez, quien creo que recibió más aplausos del público que el propio Fonseca. Increíble. Si a esto le añadimos las dedicatorias a Ibrahim Ferrer (precioso El niejo), a su madre (voz grabada del tema que da comienzo al concierto y al disco) y a sus promotores… Si además consigue que el público participe y que ese ritmo que lleva en el cuerpo se contagie a todo el mundo… ¡Cómo carajo no va a triunfar! Enhorabuena: ya era hora que la estela de Buena Vista Social Club beneficiase a alguien que lo merece y lo puede disfrutar en su mejor momento, sin esperar sesenta años ese reconocimiento. // Cándido Querol