Raúl Rodríguez en Jamboree

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Raúl Rodríguez: Razón de Son          
Sala Jamboree. Barcelona, 6 de febrero de 2016

Al salir de un concierto de Raúl Rodríguez, y eso nos ha pasado en más de una ocasión, tienes la sensación de que te has perdido mucho, mucho de lo que él puede seguir transmitiendo desde el escenario. La otra noche, en el pase de las ocho de la tarde en Jamboree ―había otro a las diez―, nos volvió a ocurrir eso, a pesar de que su actuación duró prácticamente una hora y media. Una hora y media donde nos cantó solamente siete temas, en versiones extensas, y nos habló, con la gracia de siempre, y esta vez con una locuacidad desbordada ―se le veía muy feliz, como luego nos diría―, comentando los temas, explicando el porqué de las cosas, hablándonos de sus experiencias y, como no, de sus proyectos.

Se acompañaba con la banda al completo, una banda de lujo ―«Banda de magos con los que tengo la suerte de cabalgar por el mundo», los definía él― en la que destacan todos y cada uno de ellos, con Pablo Martin Jones a la percusión, Guillem Aguilar al bajo eléctrico, Aleix Tobías a la batería y pequeñas percusiones, y Mario Mas con esa guitarra que tanto juego da en las canciones junto a Raúl Rodríguez, que éste nos ofrecía con su tres flamenco ―el instrumento que él ha creado para su proyecto―, y su voz. Se unían todas esas calidades, que eran muchas, para acercarnos algunas de las propuestas de su disco, y algunas sorpresas más.yH5BAEAAAAALAAAAAABAAEAAAIBRAA7 - Raúl Rodríguez en Jamboree

Con Razón de Son, el tema que da nombre a su trabajo, empezaba el concierto. Con un sonido contundente y equilibrado, Raúl Rodríguez, de alguna manera, nos explica cantando el contenido de su trabajo, esa música que está en medio del Atlántico, entre Andalucía y América, una mezcla que no se sabe bien donde empieza y, ni mucho menos, donde puede acabar; riqueza de folclores, tradiciones, cantos populares que se encuentran y que se unen, en una amalgama de sonidos, poemas, ideas, y sentimientos, que el autor va desgranando y que nos iba ofreciendo en el escenario.

«Lejos de lo que dicen alguna gente de que la cultura es para el tiempo libre, yo creo más en aquellos otros que dicen que la cultura es lo que nos hace libres todo el tiempo». Con esta perfecta declaración de principios por delante, atacaba los siguientes temas. El primero, Llévame a la mar, un fandango indiano, donde se unen las influencias andaluzas y americanas, a las africanas; y en el que brilló la introducción que él mismo ejecutó, con el tres flamenco, inspiradísimo, sentado al pie del escenario, para luego, a lo largo de la pieza, lucirse los demás instrumentistas, especialmente percusiones y la guitarra de Mario Mas ―armado con una de esas guitarras con solera que posee―, en pugna con el tres flamenco, lo que repetirían ellos dos en varias ocasiones más durante el concierto, hasta conseguir una amalgama de sonidos como si de un solo instrumento de cuerda se tratara.

No podía faltar la versión de El Negro Curro, esta vez, con respecto a otras noches, con un final más contenido, pero con una expresividad cada vez más acusada, con esa especie de simbiosis que lleva al propio cantante a transformarse, por unos minutos ―¿o no solo por unos minutos?― en un verdadero Curro.

Tras los sentidos agradecimientos y la explicación de una de las teorías nuevas del origen del termino flamenco, que se relaciona con los cuchillos que venían de Flandes y que llevaban aquellos que cantaban ese tipo de música, Raúl Rodríguez cantó una caña, uno de los primeros palos del flamenco, actualizado y con una introducción, simplemente extraordinaria de Mario Mas que interpretó una solea con su guitarra, donde, siguiendo la línea de la propuesta global que presentaban, supo unir lo más clásico a lo más innovador de forma ajustada y equilibrada.

Hablaba el cantante entonces de su tres flamenco, que pudo hacer realidad gracias al lutier sevillano Andrés Domínguez, como algo nuevo, y, citando a Santiago Auserón que, como explicó él, dice que: «Hay que seguir inventando para que nadie nos gobierne a través de ideas muertas», nos presentó un tema nuevo, La canción del corazón, un tema dedicado al amor Su primera canción de amor ―que, como dijo, ha escrito a los cuarenta y un años―, donde habla, especialmente, de la cronología del mismo, desde el enamoramiento hasta el olvido, pasando por la siempre traumática ruptura. Una nueva pieza que se mantiene en la línea musical de su disco.

yH5BAEAAAAALAAAAAABAAEAAAIBRAA7 - Raúl Rodríguez en JamboreeIba llegando el final con La guitarra en blanco, aquella canción que nació de un encuentro con Kiko Veneno, y un empujón posterior de la pareja de Raúl Rodríguez. Todo un homenaje al proceso creativo. Aquí nuevamente con un Mario Mas protagonista y unas percusiones formidables, tanto de Pablo Martin Jones, como, especialmente, de un Aleix Tobías, que, durante todo el concierto, llenó de matices los sonidos que, según el momento, de forma sutil o contundente iba produciendo; apoyados todos en el inspirado bajo de Guillem Aguilar

Y llegaba la sorpresa final, en la despedida, con invitados de lujo. Gabriel Amargant y su saxo; Javier Mas, padre de Mario Mas, con su pícolo eléctrico; y Jackson Browne, con su voz y su guitarra; y del que, precisamente iban a interpretar una canción. Porque es junto a este músico que van a estar actuando en Nueva York los días 2 y 3 de marzo, presentando un proyecto que, como nos explicaba después del concierto el propio Raúl Rodríguez, va a ser una sucesión de los temas de ambos, haciendo especial hincapié en la flamenquización que han preparado de las canciones del artista norteamericano. Una experiencia de la que tuvimos una pequeña muestra la otra noche ―pero, nos aclaraba Raúl Rodríguez que, el que oímos, era uno de los arreglos menos flamencos de los que habían preparado durante la semana en que habían estado ensayando el nuevo proyecto―. En un escenario repleto de excelentes músicos, algunos de los mejores del panorama actual ―acompañantes de artistas como Leonard Cohen, Paco Ibáñez, Eliseo Parra, Martirio, incluido el alma mater de Coetus, y los dos intérpretes, liderándolos―, se produjo esa reunión de lujo, que puso un broche de oro al concierto, con la personalísima voz de Jackson Browne, y la no menos personal de Raúl Rodríguez, arropados por sus músicos.

El proyecto de Raúl Rodríguez, un año después de su presentación en Barcelona en esta mítica sala ―dentro de muy poco Jamboree ofrecerá su concierto número 25.000―, no ha hecho más que crecer y crecer. Lo vimos hace poco junto a Coetus, también en Barcelona; ahora va a estar en Nueva York, con Jackson Browne ―motivo de la felicidad que nos transmitió la otra noche, como hemos explicado―. Un artista que no para de crear, que es distinto en cada concierto, que tiene esa inquietud, que busca en la música esa libertad y esas ideas vivas de las que nos hablaba la otra noche. No pudimos quedarnos al pase de las diez― os lo aseguro, no fue por falta de ganas―; y, como decíamos al principio, la sensación era la de que nos íbamos a perder, como así fue, muchas de las cosas que iban a suceder en Jamboree a partir de esa hora. Razón de más, para volver a oír su son, en cuanto tengamos ocasión. +Info | RelacionadosTexto y Fotos:  Federico Francesch | DESAFINADO RADIO 

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