Raúl Rodríguez & Coetus

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Festival Connexions

Sala Apolo, Barcelona. 6 de noviembre de 2015

Coincidían dos movimientos sísmicos en un mismo punto y en un mismo momento, de tal forma que generaban un tsunami que, pasando por encima de los espectadores, les arrastraban, en su retroceso, hasta el centro del universo musical que acababan de crear Raúl Rodríguez y Coetus en el escenario de la Sala Apolo.

Desde un primer instante, cuando el tres flamenco de Raúl Rodríguez, ese instrumento que él mismo ha creado, nos introducía, de esa forma magistral que él tiene de hacerlo sonar, en su tema Razón de Son, ese punto flamenco en el que él se presenta, y, tras un rasgueo seco, entraban los miembros de Coetus en el juego que el artista les proponía, ya vimos cómo se iba a desarrollar todo. Una mezcla absolutamente fructífera, y, como le gusta al artista decir, una colaboración de ida y vuelta, porque las colaboraciones eran mutuas, y si las del grupo de percusiones ibéricas en sus participaciones acompañando a Raúl Rodríguez eran más evidentes, especialmente por las diferencias sonoras que, respecto a sus otros conciertos, se percibían, la colaboración del guitarrista y su asiduo acompañante, el excelente guitarrista Mario Mas, en los temas de Coetus, no era menos brillante.

Después el cantante andaluz presento uno por uno a los músicos que estaban con él, y habló del placer enorme que era: «Poder juntar a semejante ejército de guerreros por la belleza, […] para que la belleza pueda gobernar por encima del interés», y refiriéndose concretamente a Coetus: «Un pedazo de grupo para mí, admirable en todos los sentidos, como personas, como grupo social y, por supuesto, como músicos». Y con ellos cantó el fandango indiano, Llévame a la mar, en una versión extendida de casi doce minutos. Explicó entonces el origen de la reunión de esa noche, que nació en el festival Etnosur, donde Raúl Rodríguez presentaba, en absoluto estreno, su primer trabajo en solitario, y donde contó ya con la colaboración de Coetus; una colaboración que el pedía a los dioses, pero a los dioses laicos, que se pudiera repetir al menos una vez al año.

yH5BAEAAAAALAAAAAABAAEAAAIBRAA7 - Raúl Rodríguez & CoetusEra el turno de su Negro Curro, la historia de esos negros andaluces libres que vivían en Sevilla en el siglo XVI y de los que, algunos, se fueron a La Habana. Uno de los temas principales de su trabajo antropológico-musical de las influencias mutuas entre América y Andalucía, y que a muchos, la primera vez que lo oímos, nos ha dado una información sobre la población negra en aquel continente, que desconocíamos completamente; y que esa misma noche, en una conversación posterior al concierto, Jesús Cosano, un experto en el tema, autor también de las ilustraciones que aparecen en el disco-libro de Razón de Son, nos acabó de completar, con toda su sabiduría.

Llegaba entonces el primer tema de Coetus como protagonista, Espejo sol y luna, con la voz, como no, del padre espiritual del grupo, Eliseo Parra, acompañado por las voces de Ana Rossi y de Carola Ortiz, los tres cantantes actuales de la formación. Después eran, Vengo de moler, morena, con un Eliseo Parra cantando, y también bailando magníficamente, como hace siempre que tiene ocasión; donde las percusiones de Fran Lucas, Alberto Carreño, Arcari Bertran, Bernat Torras, Martí Hosta, Marc Vila, Angelo Manhenzane, Anna Tobías y Mariona del Carmen, se pudieron lucir. Seguía, con las dos vocalistas como protagonistas, el Alalá de Muxía, una canción tradicional gallega que cantaban las mujeres a la Virgen para que sus hombres volvieran a ellas después de pescar en el mar, que empezó con su valla-flauta, el percusionista de viento, como me lo definieron hace poco, Xavi Lozano.

Y llegó el momento del repentista, es decir de Alexis Díaz-Pimienta, el improvisador de versos cubano, toda una institución en Cuba, como nos comentaba una amiga de aquel país que estaba con nosotros en el concierto. Esta noche él también formaba parte de esas conexiones que el festival que tiene ese nombre, Connexions, que cada año produce el Taller de Músics de Barcelona, procura, juntando artistas especialmente para cada uno de los conciertos. Se considera a Alexis Díaz-Pimienta uno de los mayores representantes del repentismo, esa expresión artística en la que, sobre una melodía simple, o incluso sin ella, el poeta va improvisando sus versos, a veces en confrontación con otro repentista que ha de ir contestándole hasta que uno de los dos se queda sin palabras. Esa noche, el poeta improvisador cubano, nos habló del lugar, de los artistas: «Yo nunca había tocado/ con una orquesta tan grande/ cuando el sonido se expande/ me siento incluso asustado». Para con: «Ahora solo decir quiero/ que ya debo terminar/ me obligaron a acabar/ ocho minutos me han dado/ y creo que me he pasado/ y los tendré que pagar/pero pagaré minutos/ de pasarme aquí en escena/ cuando tras la fiesta buena/surjan nuevos sustitutos/ cuando recojan los frutos/ que este concierto sembró/ yo he cantado, ¡cómo no!/ y ustedes se han dado cuenta / Alexis Díaz-Pimienta/ el Negro Curro soy yo”, acabar su actuación.

Llegó en ese momento una de las joyas de la noche, cuando Raúl Rodríguez cantó su petenera veracruzana, La pena y la que no es pena, uno de esos cantes: «Que van y vienen, […], que tienen suerte incierta […], que nos cuentan que el cariño es un vehículo para el viaje»,  como dijo, y que fue contestado, como si de una lucha de repentista se tratara, por las peteneras que cantó Eliseo Parra en catalán, o Ana Rossi y Carola Ortiz recurriendo al folclore americano, mezclándose ambas con las suyas. Una demostración más de la universalidad de la música a la que, como dice Raúl Rodríguez en Negro Curro: «Si yo tuviera un tesoro, el campo no tendría puertas».  El tesoro de la música, añado yo.

Volvía Coetus a cantarnos dos temas, en este caso unidos, con una introducción de salterio, La zorra y No voy solo, no. Y entrábamos ya en la recta final con la sonería de Raúl Rodríguez, Con la guitarra en blanco; tras ella, la blueslería, como él la llama, Si supiera, con una magnífica harmónica blusera a cargo de Dídac Ruíz, una intervención sobresaliente de Guillem Aguilar con su bajo eléctrico y un inspirado solo de Martí Serra al saxo.

Acababa el concierto con una versión del tema de Coetus, Verde Gallo, en la que músicos y público se enzarzaron en bailes, jaleos y complicidades, con un escenario en el que desbordaba la connivencia y la alegría entre los músicos, una de las características destacadas de toda la noche, que en este caso trasladaban a los asistentes, con un Antonio Sánchez pletórico, tocando un enorme bombo, y presidiendo el escenario.

Una única nota negra en la noche: por un tema de horarios, que la sala había previsto, tuvieron que acabar su actuación sin poder alargarse ni un minuto más, una actuación en la que, según nos dijo después Aleix Tobías, el alma mater de Coetus, tenían preparados varios temas más. Las caras de los artistas cuando salieron al escenario a decir que, por cuestiones de tiempo, era imposible continuar, y la que les quedó a los espectadores al oírlo, fue significativa absolutamente.

Cuando se encuentran, como he dicho al principio, dos fenómenos de la naturaleza musical, Raúl Rodríguez y Coetus, sin olvidarnos de la aportación cubana Alex Díaz-Pimienta, solo pueden pasar cosas como las que vimos en la Sala Apolo, un concierto memorable que, todos los que tuvimos la suerte de asistir a él, mantendremos siempre en nuestra memoria. + Info | RelacionadosDibujos Pedro Strukelj. | Texto y Fotos: Federico Francesch | DESAFINADO RADIO 

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